Independentismo en Cataluña

Torra, año 1: Cataluña paralizada con un Govern títere de Waterloo

Quim Torra cumple un año al frente del Govern, tras ser puesto a dedo por el ex presidente Carles Puigdemont, quién continúa tomando las grandes decisiones gubernamentales desde Waterloo (Bélgica)

Quim Torra
Quim Torra y Carles Puigdemont.
Joan Guirado

Hoy viernes se cumple un año de la toma posesión del sectario Quim Torra como presidente de la Generalitat. Llegó al frente del Ejecutivo puesto a dedo en una reunión en Berlín por su antecesor, Carles Puigdemont, que ahora desde Waterloo (Bélgica) continúa dirigiendo las grandes decisiones de la administración catalana. Su presidencia es inoperante, incompetente, transitoria y sectaria. Lejos de trabajar para buscar una solución al conflicto catalán ha ahondado aún más en él.

Un año después de prometer en su toma de posesión la libertad de los presos y el retorno de los fugados y restituir a Puigdemont, dirigir un gobierno efectivo y hacer políticas sociales, la realidad es que no ha cumplido con nada de lo que prometió hace justo 365 días. Ahora es él quien está investigado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por no retirar los lazos amarillos de la Generalitat, han dimitido tres de sus consejeros y ha sido incapaz de aprobar unos presupuestos generales.

Su presidencia ha estado marcada permanentemente por la polémica, desde el famoso «apretad» del 1 de octubre del 2018 a los más radicales separatistas en Gerona o los plantes constantes al jefe del Estado durante las visitas de Felipe VI a Cataluña. Gestos todos ellos al margen de la ley, pero no ha sido hasta desacatar a la Junta Electoral Central cuando se le ha podido sentar ante el juez.

Durante el año que lleva al frente del Govern, Quim Torra se ha gastado prácticamente 200.000 euros del erario público en viajes al exterior. La mayoría de estos viajes han sido a Bruselas, Ginebra o Escocia, donde residen algunos de los políticos independentistas fugados. Pero también ha viajado a Estados Unidos y recurrentemente a Madrid para participar en el juicio o manifestaciones, alojándose siempre en hoteles de lujo de cinco estrellas.

Su gestión desconcierta y enfada a sus socios de ERC, que ya no lo aguantan más. También crea animadversión en sus propias filas, sobretodo entre los de JxCAT que también son del PDeCAT. La gestión de la crisis de las VTC y los taxis es uno de los puntos negros de su falta de gobernabilidad. Su reunión en Pedralbes con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la actuación de los Mossos en distintas manifestaciones contra radicales separatistas, también han provocado las críticas de sus socios de la CUP, hasta el punto de no aprobarle los presupuestos y retirarle la confianza.

Como el día que tomó posesión del cargo, su obsesión a día de hoy continúa siendo la proclamación de la República catalana. Según se desprende de sus declaraciones ante los medios de comunicación, trabaja principalmente para ello y tras la sentencia del juicio del 1-O, hay mucha gente en su entorno que no descarta una nueva declaración unilateral de independencia.

Aunque él mismo se declara un presidente transitorio, hasta la restitución de Puigdemont, cada vez parece más lejana la vuelta del ex presidente catalán para que vuelva a tomar posesión del cargo. También se aleja el fantasma de nuevas elecciones, dado el mal resultado de JxCAT, pero cabrá ver si ERC le aguanta mucho más o si se acaba rindiendo.

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