El Supremo se inclina por la opción de que Junqueras siga en la cárcel… ¿O no?
Hace apenas dos meses el fiscal del Tribunal Supremo, Javier Zaragoza, advirtió que la rebaja de rebelión a sedición de la pena de los implicados en la subversión de octubre de 2017, sólo iba a acarrear efectos nocivos tanto para la Justicia como para el constitucionalismo español. Zaragoza no se cansó de repetir avisos como éste: “La sentencia impedirá de hecho que el fugado Puigdemont sea extraditado a España». Y añadía: “…y esas consecuencias también afectarán contra de los intereses de España en el caso de Junqueras”.
Pues bien, la profecía se ha cumplido, y hoy por hoy –no se sabe cómo estaremos la semana que viene– la situación es que los fugitivos se pavonean en el Parlamento Europeo (PE) luciendo sus escarapelas de parlamentarios, Quim Torra se fuma un puro y le importa una higa su inhabilitación, y el Tribunal Supremo tiene que decidir en estos días, apenas pasada la Navidad, si pone en libertad a Oriol Junqueras y a continuación redacta el correspondiente suplicatorio, o le sigue condenando a prisión.
El parecer más extendido es que efectivamente el reo continuará en su celda. La pifia que ha cometido el Alto Tribunal calificando de “provisional” la situación de Junqueras alimenta esta impresión porque, vamos a ver: ¿Es que dicho Tribunal no se ha enterado todavía de que Junqueras está condenado ya a trece años de cárcel? ¿O es que lo sabe y por darle un nuevo pescozón a la Justicia española no sólo le depara inmunidad al referido, sino que adjetiva de “provisional” una situación estricta de condena?
Es tan burda, tan cutre, tan parcial y tan torpe la decisión de los europeos que, según las noticias más fiables, el Supremo español se ha cogido un rebote de padre y muy señor mío y le enmendará la plana a sus colegas de la Unión Europea. ¿Cómo? Pues reafirmando la prisión de Junqueras. El Supremo –lo está contando este periódico– se esta cuarteando en sus unanimidades y, todavía en voz baja pero en voz audible, sea escucha a los magistrados que en su momento se opusieron a la rebaja de la figura penal de los separatistas. Ahora, el Supremo se acuerda de Santa Bárbara porque truena y suplica a los partidos constitucionales que defienda su autoridad, su jerarquía en los ámbitos europeos. Si al final, en estos días postnavideños el propio Supremo acordara la liberación del sedicioso ocurriría lo que dice, casi apocalípticamente un magistrado: “Entonces, ¡acaba y vámonos!”, o sea un desprestigio casi eterno de nuestra más alta institución judicial.
Sin embargo, no parece que la libertad sea la primera opción: Junqueras seguirá en la cárcel, mientras, eso sí, se pavonea ante propios y extraños de que le están dando la razón y de que, en consecuencia, no hay otro camino digno que volver a delinquir. Como suena: “Lo seguiremos intentando” dice el penado.
Le contaba a este cronista un informador, de los que habitualmente acuden a las ruedas de prensa de la portavoz Isabel Celáa, que los alegatos de ésta en favor de la negociación y el diálogo suenan a vacuos y, hasta desesperados, en los corrillos de los periodistas. Éstos, por lo demás, están hasta el mismo gorro de ser ninguneados por el presidente con simulacros informativos “modo Zimbawue”, y con los insultos del secretario de Estado de Comunicación, un buen periodista radiofónico antaño convertido hogaño en un propagandista patético de la fe sanchista.
Como escribía líneas arriba, Zaragoza constata ahora cómo sus previsiones se están cumpliendo. Queda por saber si otro de los malos efectos de aquella sentencia del Supremo consiste en que el propio Tribunal Supremo se venga abajo esta semana y decrete la libertad de Junqueras.
Parece ser, como digo, que no, pero hace tiempo que de la Justicia española no sea pueden esperar resultados previsibles, por tanto, si acontece este supuesto que ahora mismo no es el mas probable, podrán decirse que, como en el caso de la Abogacía del Estado, el Supremo ha sido sensible a las presiones directas e indirectas, que de todo hay, de un Gobierno necesitado de que Junqueras y sus monaguillos le den el si antes de terminar el año. Hay que repetirlo: no es probable pero aquí, en España, hasta el rabo todo es toro.