Las pateras que cruzan el Estrecho aumentan un 30% mientras Sánchez presume de amistad con Marruecos
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, insiste en señalar que sus buenas relaciones con Marruecos, propiciadas por su giro sobre el Sáhara, han conseguido rebajar la presión de la inmigración. Sin embargo, los datos oficiales del Ministerio del Interior no reflejan eso. El número de inmigrantes que ha llegado hasta la Península o Baleares cruzando el Estrecho de Gibraltar ha aumentado casi un 30%, con 1.100 personas más llegadas a las costas españolas. El número de embarcaciones asciende a 392.
Un «nuevo clima de cooperación» entre España y Marruecos que, según el Gobierno, está detrás de las «buenas cifras» de inmigración ilegal. Así defendía Sánchez en el Senado, el pasado mes de abril, que sus decisiones sobre el Sáhara había conseguido apaciguar a Rabat y que la colaboración en la vigilancia de fronteras se dejaba notar en las estadísticas de inmigración.
Sánchez volvió a insistir el pasado martes en una entrevista televisiva que «algo bien» estará haciendo España para que sea el único país cuya ruta mediterránea «decrece».
Sin embargo, los datos que ofrece el Ministerio del Interior en sus balances oficiales, con fecha del 30 de junio, no muestran eso. Reflejan la llegada a la Península y Baleares desde el 1 de enero de 4.865 inmigrantes por vía marítima. En 2002 fueron 3.765, lo que supone un aumento del 29,2%. Estos son, en esencia, los datos de la ruta del Mediterráneo Occidental a los que se refería Sánchez.
Sáhara
El candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, se comprometió el pasado martes a «desvelar las razones no explicadas sobre el giro en la cuestión del Sáhara» ejecutado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, si llega al Palacio de la Moncloa tras las elecciones del próximo 23 de julio.
«Los españoles necesitan saber por qué y para qué se tomó esa decisión», argumentó Feijóo en la presentación del programa electoral del Partido Popular, formado por 365 medidas, con el que va a concurrir a las elecciones.
En ese documento, los populares señalan que España «necesita poner en marcha una política exterior que responda a los valores compartidos de nuestra sociedad». «Una sociedad que es profundamente europeísta; que entiende que, durante más de cuarenta años de democracia, los diferentes gobiernos han sabido mantener un razonable equilibrio entre Marruecos y Argelia sin olvidar nuestras responsabilidades con el pueblo saharaui», esgrimen.
«Amortizado»
La tregua firmada por Marruecos con el Gobierno de Pedro Sánchez el pasado mes de febrero ha durado apenas 5 meses. El tiempo que ha transcurrido hasta la convocatoria de elecciones generales anticipadas. Rabat vuelve a la senda habitual de reclamar Ceuta y Melilla como propias. En la diplomacia española se entiende como un mensaje claro la nota que envió Rabat a la UE, en plena campaña electoral, calificando a Ceuta y Melilla de «ciudades marroquíes». La relación «está rota» y en Exteriores lo relacionan con la probable salida de Pedro Sánchez de La Moncloa.
Rabat lleva meses oliendo vientos de cambio en España. Así lo admitían fuentes diplomáticas marroquíes durante la cumbre que Moncloa organizó junto a Marruecos el pasado mes de febrero para escenificar unas paces que han durado menos de un semestre. Ya por entonces, en Marruecos se asumía que todo lo prometido por Sánchez, las inversiones y proyectos, eran promesas de un hombre en campaña que podría salir elegido o no en las generales que se preveían para el mes de diciembre. El adelanto electoral no ha mejorado la situación, sino que la ha precipitado.
Según ha podido saber OKDIARIO de fuentes de la legación española en Marruecos, el tono de las conversaciones habituales con el Gobierno marroquí se ha venido enrareciendo en las últimas semanas conforme se acercaba la campaña electoral. Y alcanzó su punto álgido con el envío de la carta a la embajada de la UE en Rabat en la que criticaban al vicepresidente de la Comisión Europea responsable de inmigración, Margaritis Schinas, por calificar a Ceuta y Melilla de ciudades españolas y europeas. Son «marroquíes», decía la carta por la que Exteriores tardó días en responder. Y lo hizo enviando una sutil «nota verbal» a Rabat recordando que ambas son «categóricamente» españolas. Marruecos, en una contrarrespuesta, aseguró que su carta a la UE era «necesaria».