El órdago de Redondo: quería ser ministro de Presidencia y el control de los 140.000 millones del rescate

NASA española
Pedro Sánchez con Iván Redondo.
Carlos Cuesta

Iván Redondo era el todopoderoso jefe de gabinete de Pedro Sánchez. El hombre clave que logró el ascenso del socialista a La Moncloa por medio de una moción de censura. Pero tuvo una exigencia final un tanto excesiva. Una petición que, mezclada con ataques cruzados, acabó desembocando en su salida del Gobierno socialcomunista. Quiso saltar de jefe de Gabinete a ministro de Presidencia con una secretaría de Estado bajo su mando: una que reconvirtiese la Oficina Económica de Manuel de la Rocha en el cuartel general del reparto de los fondos europeos antiCovid. Hoy, ese Ministerio ha acabado en manos de Félix Bolaños, justo la persona que mantuvo los roces con Redondo y se ganó el favor de Pedro Sánchez.

El control de los fondos del rescate europeo es poco menos que el cetro del poder en estos momentos. Sus 140.000 millones supondrán la vida o muerte para muchas empresas. La simpatía o antipatía para muchos núcleos de poder. Y esa joya ha despertado peleas incluso dentro del Gobierno.

Iván Redondo ha sido uno de los autores más evidentes del ascenso de Pedro Sánchez. De sus alianzas necesarias para llegar a La Moncloa. Y del difícil equilibrio para evitar la caída de un castillo de naipes donde hay que contentar a separatistas, golpistas, comunistas y proetarras. Sánchez saludó esa habilidad durante mucho tiempo. Pero las disputas no tardaron en llegar la seno de La Moncloa.

Disputas de Redondo con Carmen Calvo, porque ella quería la bandera del feminismo en exclusiva y ese mástil tenía ya encima las manos de Podemos. Disputas con barones del PSOE, que discutían los indultos. Y disputas en general con los propios ministros, como el de Seguridad Social, José Luis Escrivá o la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, que se negaban a asumir las exigencias de gasto de Podemos por criterios económicos. Y ahí también estuvo Iván Redondo para garantizar la estabilidad de Sánchez. Eso sí, muchas veces, a costa de pisar los planteamientos del PSOE.

Encontronazos

La derrota del 4M frente a Isabel Díaz Ayuso -que lo fue de Pedro Sánchez en primera persona-; los paseíllos frustrados con Biden; las mociones kamikaze en Murcia y los preparativos del asalto a la misma Comunidad de Madrid. Todo ello se sumó. Pero fue una gota la que colmó el vaso del binomio Redondo-Sánchez, Sánchez-Redondo.

Y es que Iván Redondo voló muy alto. Pidió el Ministerio de la Presidencia con un refuerzo: control pleno de la Oficina Económica de la Presidencia, el organismo en el que se encuentra Manuel De la Rocha.

¿El motivo? Redondo quería el control desde esta Oficina reconvertida en Secretaría de Estado para mantener el control pleno de la asignación de los fondos del rescate europeo. Y esa petición fue ya excesiva para Sánchez.
Pero el presidente no sólo tuvo un encontronazo con Redondo. También lo tuvo con Calvo.

Hubo un choque entre Pedro Sánchez y Carmen Calvo llegó hace un mes y medio. Fue en el momento álgido de la pelea por la Ley Trans. Carmen Calvo, feminista plena y radical, pero de un feminismo clásico, mostró su repulsa más absoluta por el avance de las tesis feministas de Podemos: unas tesis que abogaban ya entonces por la autodefinición de un genero fluido y modulable que permitiese a cualquier persona calificarse a efectos jurídicos en cualquier momento como hombre o mujer. Calvo se opuso frontalmente. Y ya entonces Sánchez anticipó la rendición ante Podemos. La bronca fue larga y tensa entre ambos socialistas. Y acabó con un “pongo mi cargo a disposición” de la todavía vicepresidenta. Ahora, Pedro Sánchez le ha tomado la palabra.

La batalla perdida por Carmen Calvo dará que hablar en el seno socialista. Porque no ha perdido sólo una clásica del PSOE. Ha perdido una bandera del PSOE. Al final, ni Redondo, ni Calvo. Porque sólo queda quien no da problemas a Sánchez.

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