OKDIARIO descubre en las ‘colas del hambre’ de Sánchez a trabajadores que aún no han cobrado los ERTE
El drama del hambre está en España. Las colas de personas para recoger bolsas de comida cada día son más y más largas y en ellas OKDIARIO ha localizado a trabajadores que aún no han cobrado las prestaciones por ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo).
Una mujer que encontramos a primera hora de la mañana en una de esas colas explica que se dedicaba a la hostelería pero «a todos los trabajadores de la empresa nos mandaron a un ERTE y aún no he cobrado nada». Indica que ahora, y por primera vez en su vida, no ha tenido otra opción que recurrir al comedor social.
Otra mujer que hace cola asegura que luchará para no pasar hambre: «La alimentación es lo que más preocupa, eso no para, el estómago no te dice ‘hoy no’, a los niños no les puedes decir eso».
Por su parte, un hombre explica que salió de Cuba en busca de un trabajo en España. Tiene un hijo de trece años y lamenta que ve con pesimismo el futuro.
Medio millón de personas afectadas por un ERTE todavía no habrían cobrado la prestación por la crisis del coronavirus, según los cálculos de los sindicatos. El Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) ha reconocido a 3,3 millones de beneficiarios, que se suman a otros 2,1 millones de desempleados.
Tal como exponen, a la mayor parte de ellos el coronavirus les ha dejado sin el empleo que tenían: personal de la restauración, conserjes de edificios, cuidadoras de niños… Trabajos, en definitiva, que no se pueden realizar de forma telemática. El dinero ha dejado de entrar en casa totalmente. La falta de diligencia del Gobierno de España en tramitar los subsidios que promocionan en las ruedas de prensa desde el Palacio de La Moncloa está detrás de esta situación.
Una de las más de cien parroquias en Madrid que entregan comida a diario a las familias golpeadas por el coronavirus es la de San Ramón Nonato, en Puente de Vallecas. Como explican los responsables de esta iglesia con comedor social ya atienden cada día a más de 1.800 personas. «Es el triple de lo habitual, además son personas de perfiles muy variados, gente que nunca se hubiera imaginado en estas circunstancias», explica Susana Hortigueira.
Las personas que hacen cola a las puertas de estas instalaciones resisten a la lluvia y al frío atrasado en mayo. Nada les frena ante la necesidad de alimentarse y de llenar los estómagos de sus familiares. Cada caso es más duro que el anterior. Familias de seis y siete miembros, con abuelos y bebés… En esta parroquia las personas que acuden son en buena parte trabajadores que llegaron de países de América Latina o el Norte de África en busca de un futuro mejor.
Una de las responsables de esta parroquia explica el proceso para dar víveres a los necesitados. Tras esperar en la cola pasan al interior de la iglesia. En los bancos guardan la distancia de seguridad mientras reciben el aviso para entrar en la base de datos con la que los voluntarios llevan el control. Posteriormente los demandantes de ayuda acceden a los alimentos.
Varias modalidades
Esta parroquia tiene varias modalidades. Hay personas que prefieren llevarse la comida sin cocinar a casa en carritos de la compra, otros se llevan tápers calientes y otros, bocatas. Cada persona necesitada tiene un perfil que encaja mejor en cada una de las modalidades. Antes permitían comer dentro de las instalaciones pero ahora para evitar contagios han frenado esa práctica.
«La mayoría de bocadillos son para la gente que está en la calle. Los que reciben menú viven en una habitación y tienen un sitio donde calentarlo. Mucha gente vive en coches y prefiere un bocadillo», explica la directora, María Sara de Jesús.
Esta monja destaca la labor de los voluntarios. El trabajo en las cocinas del comedor social de San José, que pertenece a la parroquia, sale adelante gracias a 150 voluntarios. A esto se suma otras personas que también hacen entregas a domicilio a 40 familias. «Lo hacemos con la gente que tiene coronavirus o a personas mayores que no pueden salir a la calle», detalla. Toda ayuda es poca ante la emergencia social que ha estallado con toda la virulencia posible en nuestro país.