ENTREVISTA

Maite Araluce, presidenta de la AVT: «Hemos pedido numerosas reuniones a Sánchez y se ha negado»

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El 7 de junio de 1968 comenzó el terror de la organización terrorista ETA. Aquel día perpetró su primer asesinato. La víctima: José Pardines, un joven Guardia Civil gallego que estaba destinado en el País Vasco. Fue la primera víctima mortal de 853 (de las cuales 22 fueron niños). Maridos, mujeres, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos, amigos; buenas personas con nombres y apellidos que morían a causa de la sinrazón, el odio y el mal. ​​3.500 atentados con más de 7.000 víctimas; entre ellas: los 853 muertos mencionados, 2.632 heridos, 86 secuestrados y un número imposible de registrar de amenazados, exiliados y damnificados económicamente. Muchos tuvieron que huír de su tierra, dejar su familia, sus raíces y migrar en busca de algo más de seguridad; pero no la había. Los asesinos llegaban a todos los rincones. En aquel entonces, todos teníamos claro quiénes eran las víctimas y quiénes los verdugos. Los tiempos han cambiado.

Hoy, en octubre de 2023, los asesinos, amigos, defensores, acólitos y sucedáneos se sientan en el Parlamento, negocian y apoyan Gobiernos. Víctimas y demócratas asistimos con desolación a este esperpéntico espectáculo. Ha vuelto la sinrazón.

El viernes 13 de octubre, el presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez se reunía con una delegación de EH Bildu. Hablaba, negociada y posaba con quienes de una manera u otra han sido parte del terrorismo en nuestro país. En la foto: Mertxe Aizpurua que tiene en su curriculum haber sido directora de una revista llamada Punto y Hora, en la que se homenajeaba a miembros de ETA y la propia organización terrorista publicaba sus amenazas. Consecuencia de ello, en 1984 fue condenada a un año de prisión por apología del terrorismo. Hoy corren tiempos distintos. Aciagos, empantanados por deudas, huérfanos de valores en los que hay algo que vale más que la justicia: los escaños para conformar Gobierno.

En El Foco, hablamos con Maite Araluce, presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Está convencida de que a ETA se la ha derrocado policialmente, pero su proyecto político está más vivo que nunca. En cuanto a Otegi, es clara: «si se arrepintiera de lo que hizo, colaboraría con la justicia dando información». Nos explica que las víctimas no quieren venganza. Quieren justicia. Una justicia que no sienten. Y les duele. Nos reconoce con aflición que «el presidente del Gobierno no recibe a las víctimas del terrorismo, pero sí a miembros de EH BIldu». No lo ha hecho en los más de cuatro años que lleva en el poder. Peticiones: numerosas. Respuestas: ninguna. La democracia se ha resquebrajado. Ni el poder reside en el pueblo (entendido como la mayoría) ni hay igualdad. Asistimos al triunfo de las minorías sobre las mayorías, a la posible libertad de los que han delinquido (para quienes sus delitos son perdonables si proporcionan poder). Murió la seguridad jurídica, cómo murió la independencia judicial y el espíritu crítico del pueblo. Sólo una minoría lo mantiene; una minoría denostada porque, no nos engañemos, lo de pensar y protestar contra las injusticias, molesta.

Y, aquí estamos, en esta sociedad enferma, haraposa de valores, lealtad y sentimiento.

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