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La guerra para suceder a Ximo Puig amenaza el respaldo interno a Sánchez: nadie quiere a Morant

El anuncio de la marcha de Ximo Puig obliga al PSPV a encontrar nuevo líder en cuestión de días

Ximo Puig Morant
Pedro Sánchez, Ximo Puig y Diana Morant.
Joan Guirado

El rechazo mayoritario a Diana Morant para relevar a Ximo Puig al frente del Partido Socialista valenciano, amenaza al liderazgo interno de Pedro Sánchez. La ministra de Ciencia e Innovación tiene muy difícil hacerse con el control del PSPV por el rechazo mayoritario del territorio. Y la aparición de otros candidatos, como Alejandro Soler y Carlos Fernández Bielsa -este último con más apoyos que el resto- puede provocar el primer revés a nivel orgánico desde que Sánchez llegó al Palacio de La Moncloa en 2018. Cada vez parece más complicada, explican, una candidatura de consenso.

El secretario general del PSOE ha sido el principal impulsor de Morant desde que la convirtió en ministra, hace dos años y medio. Hasta ese momento era la alcaldesa de Gandía. Un movimiento que no pasó desapercibido en un PSPV siempre convulso y que generó las primeras críticas. Aunque Moncloa y la propia Morant siempre negaron públicamente su intención de suceder a Ximo Puig.

Pero el anuncio de la marcha del ex presidente valenciano, hace apenas un mes, volvió a abrir la caja de los truenos. El todavía líder del PSPV, que en su momento rechazaba a la ministra como sucesora, apuesta ahora por ella para cortar el paso a Soler y Bielsa, en la actualidad secretarios generales en las provincias de Alicante y Valencia. Los dos principales azotes de Puig durante los últimos años. El que fuera presidente de la Generalitat apenas controla ya el territorio.

Una parte importante del PSOE valenciano se resiste a la imposición de una candidata desde Ferraz. Confluyen en esta cuestión varios argumentos. Por un lado, hay serias dudas de que Diana Morant sea la persona idónea para ir a unos comicios frente a Mazón, dado el escaso índice de conocimiento de la ministra. Y hay también duda acerca de la aceptación de su liderazgo y decisiones en el caso de que estuviese también al frente de la secretaría general por imperativo de la superioridad. En suma, no quieren un cambio teledirigido. Ni por Pedro Sánchez ni por Ximo Puig.

La ministra no es ajena a esta circunstancia. De hecho, este 11 de enero, en Valencia, ella misma afirmó, tal como publicó OKDIARIO: «Me veo capacitada para ayudar siempre desde donde se decida». Ni ese día ni el posterior aclaró si iba a presentar su candidatura. Mientras, otros sí han declarado públicamente su intención de participar en las primarias. Moncloa y Morant dudan en presentar la candidatura de la ministra si tiene que medirse en las urnas a sus compañeros. Por miedo a perder.

Cualquier sugerencia o imposición desde Madrid para el liderazgo no ha funcionado antes en el PSOE valenciano. Este argumento se resume en que hay quienes están dispuestos a apoyarla si hay órdenes expresas, sí. Pero contribuir a mantenerla es harina de otro costal.

A todo este embrollo se suma otra cosa más. Hay una parte del socialismo valenciano que entiende, sin embargo, que en realidad la apuesta por Morant no es únicamente la de Sánchez. Y que quienes realmente apuestan por ella son los partidarios de continuar con el mismo modelo socialista en la Comunidad Valenciana que existe desde los tiempos de Joan Lerma. Para éstos, Morant no es una opción disruptiva, sino continuista. Y no es lo que quieren.

Para este sector, el socialismo valenciano tiene dos opciones. Una, virar hacia un modelo a imagen y semejanza de Pedro Sánchez: lo que se conoce como el sanchismo. Y otra, mantener la línea iniciada por Lerma y retomada por Ximo Puig. De hecho, en los últimos tiempos ha habido declaraciones de destacados políticos valencianos hablando del «legado» de Puig. Y esas manifestaciones no se han entendido en clave interna como un reconocimiento, sino como una declaración de intenciones.

Por lo que respecta al otro gran actor de este proceso, Alejandro Soler, baste decir que se trata de un experimentado político ilicitano. De hecho, fue el alcalde de Elche que sucedió a otro histórico socialista: Diego Maciá.

Soler, que es diputado en el Congreso, por tanto de confianza de Sánchez, se ha mantenido siempre del lado del también presidente del Gobierno. Ahora, se le presenta su gran oportunidad de estar al frente del socialismo valenciano, impensable cuando Ximo Puig controlaba sin fisuras el partido. Posiblemente, por edad y relevo generacional, será la primera y última. Según algunas fuentes: «Él lo entiende así».

Soler forma parte de una generación intermedia, entre Ximo Puig y Diana Morant, curtida en mil batallas políticas. Y ya demostró su carácter para sobreponerse a la adversidad cuando ganó los comicios a la secretaría provincial del PSOE de Alicante, contra pronóstico, imponiéndose al candidato del propio secretario general. También ha sido el encargado de cumplir con complicados encargos desde Ferraz en los últimos tiempos. Y cree que ha llegado su momento.

El otro nombre clave en este proceso es Carlos Fernández Bielsa, alcalde de Mislata, que aglutina a buena parte del socialismo municipal de la provincia de Valencia. Apunta a erigirse como el candidato de consenso para 2027, respaldado no sólo por varias de las familias del socialismo valenciano, sino también por algunos de los lobbies con verdadera capacidad de influencia en el partido.

Bielsa no es disruptivo en sus apariciones con Puig, pero tiene muy claras sus posturas. Sobre todo, desde que perdió la posibilidad de presidir la Diputación de Valencia, que ahora ostenta el PP con el apoyo de la formación de un ex socialista, Jorge Rodríguez. Bielsa no es un perfil que incomode a Sánchez, ni mucho menos. Todo lo contrario.

Soler y Bielsa han aglutinado buena parte de sus fuerzas, sobre todo, a raíz de los acontecimientos que siguieron a la total pérdida de poder tras las elecciones del 28 de mayo. Entonces, una enorme tropa de cargos públicos y electos quedaron literalmente en la calle. En esa tesitura, Ximo Puig priorizó la recolocación de sus más afines. Esa herida sigue abierta. Y es la que verdaderamente hace peligrar al sector de Ximo Puig.

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