El Gobierno elimina la grada de invitados para acabar con otro foco de silbidos en el desfile del 12-O
Ahí se ubicaban desde familiares de militares, veteranos e incluso ex militares heridos en acto de servicio
El público más próximo estará a más de 200 metros de distancia y sin visibilidad directa
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, busca blindarse este 12 de octubre para evitar ser objeto de abucheos y pitadas por parte del público. Y esta vez, en su estrategia para ahogar las protestas, ha decidido prescindir de la única tribuna para público civil que había en el desfile, unas gradas destinadas a familiares de caídos y a otras personas con las que las Fuerzas Armadas querían tener una deferencia. Con el público general ya alejado a más de 200 metros, este era el último foco de potenciales pitidos que le quedaba a Sánchez por controlar.
El público cada vez más alejado, rodeos para entrar por una zona imprevista y evitar a los abucehadores, subir el volúmen de la megafonía hasta el límite, llegadas a la tribuna de autoridades al límite para solapar la entrada de Sánchez con la del Rey e, incluso, dejar a los Reyes esperando en su vehículo oficial. Las tácticas de Moncloa para capear el vendaval sonoro que le dedican los ciudadanos son cada año más atrevidas. Para la edición de este año se ha tomado una decisión sin precedentes, que deja a las familias de militares, a veteranos de las Fuerzas Armadas e incluso heridos en acto de servicio sin una tribuna de invitados para ver el desfile 12 octubre
Este año, por tanto, no habrá gradas en la plaza de Neptuno para aquellas personas civiles o ex militares que durante años han tenido acceso a esta deferencia por parte del Estado Mayor y de Defensa. Caber recordar que, al tratarse de personal civil, las reglas de protocolo no aplican de la misma manera que en las otras tribunas: una persona puede mostrar su opinión sobre Sánchez sin que se le pueda recriminar o sancionar de cualquier modo.
Sin tribuna de invitados
No ocurre lo mismo, claro, en la tribuna de autoridades militares, donde están situados los actuales mandos de las Fuerzas Armadas, Guardia Civil y Policía (además de representantes de embajadas y agregadurías militares), ni tampoco en la de autoridades políticas y diplomáticas, donde se ubican los representantes políticos. La de público civil era la única que se escapaba al control de Moncloa.
De ese modo, sin tribuna de invitados para el desfile del 12 de octubre, los civiles -al margen de autoridades- que más cerca estarán de la tribuna donde se sentará Sánchez y de la zona donde está prevista su llegada se encontrarán a más de 200 metros, separados del epicentro de los actos por una larga zona vallada cubierta de árboles que dificulta enormemente la visión. La distancia es, además, suficiente como para que el clamor de silbidos que se escucha llegue al audio ambiente de la retransmisión televisiva como un mero murmullo de fondo.
Llegada con el Rey
Sánchez teme una nueva pitada durante el desfile militar del Día de la Fiesta Nacional del 12 de octubre. De ahí, que Moncloa esté tratando, además, de modificar la planificación de las llegadas al acto acercando lo máximo posible la del presidente del Gobierno a la del Monarca, con el fin de mitigar los abucheos a Sánchez con los aplausos al Rey. Además de la escaleta, también han pedido modificar la colocación del público, alejándolo visualmente de la llegada del presidente.
Hasta ahora, la previsión era que Sánchez llegase a la plaza de Neptuno a través de la de Cánovas del Castillo con algo más de media hora de antelación. Pero Moncloa está tratando de cambiar el protocolo con los organizadores del desfile: el Ministerio de Defensa y la Casa del Rey. Por el momento, los actores implicados no han logrado cerrar aún la escaleta. La voluntad de Sánchez, en las negociaciones que se están llevando a cabo, es llegar apenas unos minutos antes que el Rey.
Su apuesta por la amnistía en el marco de la negociación con los partidos separatistas ha provocado una desafección importante con el gabinete de Sánchez. Un descontento que, como ocurrió en años anteriores, puede visualizarse en su llegada al desfile de las Fuerzas Armadas.