Gabriel Rufián hace el ridículo al pedir la nacionalización de la japonesa Nissan

Gabriel Rufián
Gabriel Rufián en el Congreso.
Juanan Jiménez
  • Juanan Jiménez
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Gabriel Rufián ha vuelto a convertirse en el centro de las críticas al utilizar las redes sociales para hacer un llamamiento poco menos que imposible. El portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados ha pedido «nacionalizar» Nissan, una multinacional japonesa, para evitar el cierre de la fábrica de Barcelona y los consiguientes despidos.

Una vez más el independentista Rufián se ha convertido en trending topic con un tuit desafortunado. «Nacionalizar Bankia para salvar a un banco es de estadista. Nacionalizar Nissan para salvar a 23.000 trabajadores es de comunista», ha escrito en la red social, lo que ha provocado un aluvión de críticas.

«¿Nacionalizar una multinacional japonesa? ¿Eso cómo es?», se preguntaba alguno de los tuiteros tras el mensaje de Gabriel Rufián. Otros, con más sorna, le han dado alguna que otra idea: «Ya puestos, luego nacionalizamos Google». Mientras que otros le volvían a explicar la diferencia entre una empresa española y una multinacional: «Nissan es una empresa de dueños japoneses. Si éstos no quieren permanecer en Barcelona y, por ende, en España (con razón con estos Gobiernos), ¿qué carajo va a nacionalizar?».

Quizás Gabriel Rufián ha seguido las tesis del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, que también ha dejado caer que la nacionalización de Nissan –también de Alcoa– son «perfectamente posibles».

Durante su segunda intervención en la comisión de reconstrucción del Congreso, Pablo Iglesias, que no ha mencionado de forma específica el anuncio del cierre de las tres plantas de Nissan en Barcelona, ha defendido que «las nacionalizaciones no son ni de izquierdas ni de derechas» y ha considerado que, ante todo, se debe velar siempre por el interés general.

Cierre de Nissan

Este jueves la multinacional automovilística ha anunciado el cierre de su factoría en Barcelona. Era la crónica de una muerte anunciada por los problemas económicos de la compañía. La repercusión directa del cierre es la pérdida de 3.000 empleos directos pero se calcula que la marcha de los japoneses afectará a 23.000 puestos de trabajo indirectos.

Desde primera hora de la mañana, un millar de trabajadores de la empresa automovilístca nipona se han concentrado a las puertas de la factoría para protestar contra el cierre. Algunos de esos trabajadores han quemado neumáticos como señal de protesta.

La firma automovilística Nissan ha defendido que el cierre de las instalaciones que mantiene en Barcelona representa «una decisión muy difícil», que supondrá un recorte de cerca de 3.000 puestos de trabajo directos.

Así lo ha comunicado el consejero delegado de la multinacional japonesa, Makoto Uchida, este jueves en la rueda de prensa para presentar los resultados financieros del ejercicio fiscal 2019-2020 y su plan de transformación para 2020-2023.

«Hemos considerado varias medidas para la planta de Barcelona y, aunque es una decisión difícil, tenemos la intención de cerrar la planta y empezaremos las negociaciones y preparaciones», ha explicado el directivo.

Otra mentira de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha quedado retratado tras la noticia del cierre de Nissan. El jefe del Ejecutivo socialcomunista mintió al decir en el Foro Económico Mundial de Davos que «el mantenimiento del empleo en la planta de Nissan en Barcelona está garantizado». Esto lo dijo el 22 de enero. Meses después los japoneses echan el cierre en la factoría catalana de la marca.

Sánchez dijo estas palabras tras mantener una reunión con los responsables de la Alianza Renault-Nissan en la que dijo que había «reafirmado la voluntad para seguir trabajando juntos para asegurar la viabilidad de la factoría». Ese trabajo no parece haber dado sus frutos o haber sido suficiente para evitar el cierre.

Ya se sabía por entonces que lo que aseguraba el presidente no estaba ni mucho menos garantizado, porque los problemas de Nissan vienen de muy atrás y era una fábrica en la que la propia multinacional ya no confiaba, algo que sí que hacía por ejemplo en su factoría de Inglaterra pese a estar fuera de la UE. Sin embargo, eso no hizo que el presidente fuera prudente y no se resistió a la oportunidad de apuntarse un tanto político con un tema tan delicado. Un tanto que ahora le vuelve como un bumerán.

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