La empleada del hogar de Rosell: «Me bajó las horas para no pagarme el sueldo mínimo»

La empleada del hogar de Rosell: «En vacaciones me obligaba a cuidar de su conejo y regar las plantas»

La empleada del hogar de Victoria Rosell, Simona Chambi, afirma que se negó a pagarle el salario mínimo interprofesional

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La mujer de nacionalidad boliviana, Simona Chambi, que ha trabajado durante más de ocho años como empleada del hogar para la podemita Victoria Rosell, y su pareja, Carlos Sosa, y que ahora les ha denunciado por despido improcedente, afirma en una entrevista concedida a OKDIARIO que se negaron a pagarle el salario mínimo interprofesional. La artimaña utilizada por la pareja fue rebajarle el número de horas por lo que su situación se complicó: tenía que limpiar el mismo espacio en menos tiempo.

Simona lo recuerda como si fuera ayer. Se había enterado por las noticias de que el Gobierno había aprobado una subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Esa mañana, la actual delegada del Ejecutivo contra la Violencia de Género y su pareja sentimental se encontraban desayunando en la cocina, y la empleada del hogar les argumentó: «Me he enterado de que han subido los sueldo, a mí me lo tendrán que aumentar…» En aquel momento Simona cobraba a cinco euros la hora de limpieza, un salario muy por debajo del estipulado en el convenio del sector.

El periodista Carlos Sosa le respondió: «Mire, ya no vas a venir las cuatro horas, vas a venir tres porque como Vicky está en Madrid ahora tienes menos trabajo». Victoria Rosell en ese momento ya era diputada de Podemos en el Congreso de los Diputados, por lo que viajaba todas las semanas a la capital. La empleada del hogar le contestó con tono sarcástico: «Pero la casa sigue igual, ¿no? No se achica». Cogió sus zapatos, bajó las escaleras y comenzó a fregar.

Ahora recuerda con cierta resignación que la carga de trabajo nunca se redujo, porque la entonces diputada podemita seguía llevando su ropa a su domicilio en las Islas Canarias, para que ella la lavara. Lo mismo ocurría con la hija de Rosell, que también residía en Madrid. «Hasta las zapatillas me traían para que las limpiase a mano», asegura a este periódico. A raíz de solicitar la subida salarial, su situación se complicó: ahora tenía que limpiar la enorme casa de tres plantas, pero en un periodo de tiempo más corto. Después de tantos años dedicados a la familia añora que nunca le hayan dicho: «Te corresponde tanto (X) por tu dedicación»

Lejos de ello, Rosell y su pareja se resistieron a darle de alta en la Seguridad Social. Un extremo que –relata– tuvo que costearse ella misma para poder regularizar su situación en España. En un principio, Rosell y Sosa no quisieron hacerle contrato «porque no le alcanzaban las cuentas» y le propusieron que «si quería cotizar de manera legal, le descontarían los gastos de cotización». Esto conllevó que su salario se redujese de 500 euros mensuales por trabajar a media jornada de lunes a viernes, a 410, que luego aumentó en diez euros.

Sin vacaciones

La actual delegada del Gobierno contra la Violencia de Género se mostró «poco respetuosa» con los derechos laborales de su empleada del hogar: ni siquiera le dejaba descansar durante sus vacaciones de la época estival.

Simona asegura que en el mes de agosto, cuando Rosell viajaba junto a toda la familia a Valladolid, donde tiene una segunda residencia, le llamaba para hacer tareas del hogar pese a que Simona también se encontraba en su periodo de vacaciones.

«Me llamaba y me decía: ¿Simona puedes ir a regar las plantas, a echar un ojo a la casa? Y yo siempre iba». Nunca le decía que no, por miedo a que la despidiese por «no obedecer» las órdenes de su jefa. Ella vive a «tres cuadras» (calles) del chalé de la familia. Entonces, iba a diario durante sus vacaciones. Chambi asegura que Rosell tenía un conejo al que tenía que alimentar todos los días. La podemita ahora niega que tuviese el animal, pero su empleada lo recuerda como si se tratase de ayer: «Claro que existía, se puso gordo como un gato de tanta comida que me obligaba a darle».

Pese a la precariedad laboral que sufría Simona, lo que más le duele de todo es que Rosell le haya denunciado ante un Juzgado de lo Social de Las Palmas de Gran Canaria acusándola de extorsión y de actuar en connivencia con el partido político Vox. Entre lágrimas explica: «Me llamó la policía como si yo fuese una delincuente». Y confiesa: «Esto no me ha ocurrido ni en mi país».

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