El coronel al mando de la evacuación de Kabul: “Sus caras parecían decir: ‘Dejamos el infierno atrás’”
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El viernes 27 de agosto aterrizaba en la base militar de Torrejón de Ardoz el último vuelo proveniente de Kabul con las últimas 195 personas evacuadas de Afganistán entre militares españoles, policías, cuerpo diplomático y más colaboradores afganos. En ese avión también viajaba el coronel del Ejército Alfonso Álvarez, secretario técnico del Mando de Operaciones. El coronel concede una entrevista a OKDIARIO en el que repasa lo que han visto en unos días que, según sus propias palabras, “han parecido eternos”. Álvarez asegura que “regresamos con el orgullo del deber cumplido, pero con el enorme dolor de no haber podido traer a más personas”.
El coronel Alfonso Álvarez se sienta en una sala de juntas desde la que atiende la videollamada de OKDIARIO. Nada en su aspecto delata que hace apenas 48 horas ha regresado literalmente del infierno. El aspecto es impecable y el tomo de su voz tranquilo a la vez que imponente. Habla de lo que para cualquiera de nosotros nos dejaría varios días sin poder dormir con la naturalidad del militar que a estas alturas ha visto ya mucho de todo. Eso sí, reconoce que los últimos 8 días que pasó en Afganistán serán difíciles de olvidar.
Pregunta.- ¿Cómo se encuentra hoy, dos días después de haber llegado a España?
Respuesta.- Bien, me encuentro bien. En España uno siempre se encuentra bien.
P.- ¿Su tranquilidad pasa por haber puesto a salvo a todos los que viajaron desde Afganistán?
R.- Fundamentalmente la seguridad de tu gente es la importante. El problema es que esta misión llevaba un añadido que es la salvación o la extracción de tantos refugiados de los que nos hemos hecho cargo en Kabul, y eso ha sido una responsabilidad directa nuestra y de eso estoy también muy contento y orgulloso. De mi gente y de todos aquellos que hemos podido traer, hasta un número muy elevado que nos hace estar más satisfechos. La pena es, evidentemente, todos aquellos que se ha podido quedar detrás, pero la misión tenía un límite y en ese límite hemos cumplido con creces.
P.- A estas personas ustedes les han salvado la vida.
R.- Eso parece. El terror talibán ha supuesto un acicate para todas estas personas para superar la difícil prueba que ha sido la entrada al aeropuerto de Kabul. En unas condiciones absolutamente inimaginables desde lejos de esas puertas por las que han tenido que pasar ese terror les ha impulsado para superar una prueba tan dura y salir de ese país donde estas personas estaban amenazadas de muerte si se hubieran quedado.
Niños y mujeres
P.- ¿Cómo le explicó usted a sus hombres la operación a la que estaban a punto de enfrentarse?
R.- (El coronel sonríe antes de responder) Bueno, pues, es fácil. Es decir, la llegada fue inmediata y la extracción de la gente fue también inmediata. En cuanto ves a los niños, a las mujeres y a las personas con discapacidad, sufriendo y pasándolo tan mal, no pierdes un segundo en empezar a trabajar y además haciéndolo con toda la intensidad necesaria y durante todo el tiempo que haga falta. El tiempo que hemos pasado allí se nos ha hecho eterno, nos han parecido tres meses, y en mi caso sólo he pasado 8 días desde que aterricé por última vez en Kabul. Pero han sido 8 días intensos, sin un momento para descansar ni para relajarte. Hemos estado permanentemente pendientes de realizar la misión que nos habían encomendado, que no era otra que traer el mayor número de gente posible.
P.- Supongo que esa premura se debía a que cada vez que un avión llegaba a Kabul se convertía en una contrarreloj por salir lo antes posible, ¿no?
R.- Claro, el avión era la parte final de la extracción. Previamente habíamos tenido que localizar a la gente para que llegara a las puertas del aeropuerto. Teníamos listas con la relación de los nombres que debíamos localizar y los íbamos llamando uno a uno para que llegaran hasta nosotros. Traerlos era una cosa. Luego había que dar con ellos y poder facilitar su entrada entre la masa de gente que se acumulaba en el exterior del aeropuerto. Pero una vez dentro, antes de prepararlos para embarcar, había que someterlos a un chequeo de identidad y un cacheo de seguridad.
P.- Menciona usted las puertas del aeropuerto. ¿Fue duro tener a los refugiados tan cerca y tan lejos a la vez?
R.- Era muy duro. Había una línea de separación entre el mundo del exterior y el mundo del interior del aeropuerto que ha costado muchísimo sacrificio atravesar. Ha habido incluso fallecidos. Personas que no han podido cruzar esa línea del esfuerzo tan grande, del calor, de la sed, de la desesperación, de los empujones… hemos vivido momentos muy duros, muy duros. Pero la satisfacción de ver pasar a todos ellos destrozados, veías las caras de las madres absolutamente derrotadas y angustiadas por ver sufrir a sus hijos, cuando las veías pasar se transformaban en caras de alivio. Parecían decir: “dejamos el infierno atrás”.
P.- ¿Esa desesperación nace del temor de los afganos a los talibanes?
R.- Los talibanes parecen estar más ‘tranquilos’ de lo que se esperaba. Veremos cómo evolucionan. También es cierto que ellos necesitan ahora que las fuerzas internacionales se vayan. Será en ese momento cuando seguramente la situación de la población civil afgana empeore ante el yugo que les va a imponer el régimen Talibán.