Casado y Egea bloquearon la Ley de la Concordia que encargaron a Suárez para responder a la de Memoria

Casado Egea
Pablo Casado y Teodoro García Egea.
Carlos Cuesta

Una firma surgió rápidamente entre los críticos con Pablo Casado en las jornadas decisivas en las que se fraguó su salida y la llegada de Núñez Feijóo como nuevo líder de la cúpula del PP. Fue la de Adolfo Suárez, firmante del documento que pedía desde el Grupo Popular en el Parlamento un congreso extraordinario y la destitución de García Egea. Nada más lejos a cualquier atisbo de traición hubo en ello. Simplemente la constatación de una frustración. Y es que con la misma fuerza con la que Pablo Casado encargó la Ley de la Concordia a Suárez, Egea y el aún presidente del PP se la bloquearon. Y el proyecto era nada menos que la respuesta a la Memoria Democrática que debía reivindicar la Transición española.

Adolfo Suárez llegó a elaborar el texto de la Ley de la Concordia. Se trataba de un texto que debía reivindicar el entendimiento entre los españoles frente a la división. De defender que los principios de la Transición, de la que fue protagonista y autor de honor Adolfo Suárez padre, siguen vivos y son la salida al guerracivilismo azuzado por el PSOE, Podemos, Bildu, ERC y el resto de socios de Pedro Sánchez.

Casado encargó el texto a la persona más indicada: Adolfo Suárez hijo. Y el reto fue acogido con el cariño y responsabilidad obvias. Pero esa misma ilusión se tornó en decepción mientras los meses pasaban, las frases afirmativas sonaban, pero el alumbramiento del texto no llegaba nunca.

Suárez defendió la conveniencia de impulsar la ley. De sentar las bases de esas defensa de la Transición con un texto legal. Y cien veces se encontró con un sí de ‘patada adelante’. Y otras cien veces con un freno severo a la tramitación de la reforma.

Al final, el momento de la verdad llegó. El ataque a Díaz Ayuso. Las encuestas mostrando el sorpasso de Vox. El clima de tensión contra los barones populares. El Comité de Dirección mostró su división en torno a García Egea. La dirección del Grupo Popular mostró el documento de exigencia de un congreso extraordinario para materializar la sustitución de Casado. Y Suárez firmó.

Adolfo Suárez había apostado mucho por esta reforma. Él mismo había dicho que «el mayor fracaso nacional es la Guerra Civil». Y también él mismo había criticado que la ley socialista «ha servido como instrumento de división y de criminalización de uno de los bandos».

«La concordia no puede criminalizar a un bando. Los dos bandos son anacrónicos. Y criminalizar a uno saca la violencia», señaló en varias ocasiones Suárez hijo.

Y con ese planteamiento construyó su encargo más ambicioso: el de una ley que olvidase los bandos y colaborase en resarcir las heridas de unos y otros. De los españoles.

Suárez nunca ocultó su convencimiento de que la intención de los populares era la de impulsar un texto que sirviera “definitivamente para cerrar las heridas del pasado, para ayudar a las víctimas de uno y otro bando».

Porque Suárez quería una proposición que garantizara en toda España «el conocimiento de la Transición y su significado como instrumento de reconciliación y de los valores nacionales».

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