Carta abierta de un capitán de Infantería a José Julio Rodríguez
Mi general, o mejor dicho, Julio:
Todos los militares recibimos o impartimos charlas de valores militares, y hoy quiero, aun que sea en papel, impartirte una mas, quizá la ultima para ti como militar.
Honor, que bonita palabra, y que difícil de definir. Yo voy a intentarlo.
Honor es defender y respetar nuestra Bandera, esa que juramos, aunque tú me imagino prometiste, defender hasta derramar la última gota de nuestra sangre, y que tu compañero teniente de Alcalde de Barcelona ultrajó en el balcón del Ayuntamiento.
Honor es respetar al jefe supremo de nuestras Fuerzas Armadas, S. M. el Rey, cuyo busto metieron en una caja tus compañeros del Ayuntamiento de Barcelona, o cuyo retrato quitaron del lugar preferente que por ley le corresponde, o como tus más cercanos compañeros de Zaragoza, humillaron tratando de quitar su honroso nombre de un polideportivo.
Honor es respetar la memoria de nuestros muchos camaradas asesinados por la ETA, y con cuyos palmeros gobiernan tus compañeros de Navarra.
Honor es la divisa de nuestra querida Guardia Civil, a cuyos miembros tu compañero alcalde de Cádiz permitió con una sonrisa en sus labios llamar hijos de puta en un acto público.
Honor es la lágrima callada de las familias de nuestros camaradas fallecidos en misiones internacionales, en las que tú, a pesar de llegar a general, no tuviste la suerte de participar, ya que alguien debía quedarse cuidando los despachos.
Honor es jugarse la vida contra piratas en aguas somalíes, aunque el que tuviese potestad para ordenar actuar contra ellos prefiriera el silencio, o quizás el diálogo.
Honor es morir en aguas del Atlántico, vistiendo el honrado uniforme de nuestro querido Ejército del Aire, del que tú has decidido desprenderte para vestir la más cómoda camisa vaquera.
En fin, el Honor es eso que cuando se pierde, ya no se recupera.
Quizás te parezca pretencioso que un pobre capitán quiera dar hoy la lección de moral, pero que sepas que hacerlo ha sido para mí todo un Honor.
No quiero acabar sin recordarte el lema que aprendí hace más de treinta años en mi querida academia de Talarn, y que un político, como tú eres ahora, ordenó quitar de nuestro monte Constampla:
A ESPAÑA SERVIR, HASTA MORIR.
Atentamente
José María Martín Corrochano
Capitán de Infantería