El cantero del Valle de los Caídos: «Los presos hacían el mismo trabajo que los empleados y tenían un sueldo»

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Vídeo: E. Falcón / F. Toledo

Fernando Taguas tiene 86 años y ha pasado más de media vida en el Valle de los Caídos, donde llegó con siete años, en 1940, cuando su padre se incorporó como carpintero a los primeros trabajos de construcción del templo. «Uno de mis hermanos trabajó allí como herrero y otro fue el primer taquillero», cuando la basílica abrió al público.

Con tan sólo 14 años, Fernando comenzó a trabajar en la obra de Cuelgamuros, primero como aprendiz y luego como cantero tallando los bloques de piedra utilizados en las esculturas. «En su taller de Atocha, Juan de Ávalos hacía el modelo en escayola. Luego a cada uno nos daban un trozo de la escayola con un número, y teníamos que reproducirlo en la piedra», explica.

De este modo, Fernando Taguas participó en la construcción de las cuatro monumentales esculturas de los apóstoles situadas en la base de la Cruz, «cada una de ellas formada por 252 piezas, y 18 veces mayor que el tamaño de una persona. Sobre los apóstoles están colocadas las cuatro Virtudes. La Templanza tiene el rostro del propio autor, Juan de Ávalos», señala.

Durante los trabajos, explica Taguas, «Franco acudía a menudo a visitar las obras, a veces sin avisar, otras veces lo hacía de noche». No fue hasta 1943 cuando se incorporaron los primeros presos de la guerra civil. El cantero del Valle de los Caídos no se atreve a cifrar cuántos participaron en la obra, pero recuerda que convivían con el resto de empleados en el poblado de Cuelgamuros, hacían los mismos trabajos, cobraban un sueldo como ellos e incluso se iban juntos a las fiestas de El Escorial.

Se crió junto al actor Paco Rabal

«Se han dicho muchas mentiras sobre los presos, que estaban allí como esclavos, no es cierto», afirma, «yo trabajé con muchos de ellos y jamás me hablaron de política. Eran como el resto de los empleados. También conocí al Matacuras, Justo Roldán, le llamaban así porque decían que había matado a no sé cuántos sacerdotes durante la guerra. El segundo arquitecto del Valle, Diego Méndez, le cogió mucho cariño y le puso de guarda en la hostelería».

Fernando Taguas también conoció allí al actor Paco Rabal, que se crió en el poblado junto a su hermano Damián porque su padre, Benito Rabal, era capataz en la obra (como empleado libre, no como preso). «Creo que Benito tenía un poco de silicosis porque antes había trabajado en la mina», explica, «los días malos comía conmigo y con mi padre en la carpintería».

La parte más compleja de la obra fue la excavación de la basílica: «La piedra era muy dura. Primero llevaron unos mineros de Peñarroya (Córdoba), pero cuando vieron la piedra aquella, se largaron. Había cuatro relevos. Entraba un equipo de barreneros, saneaban la roca para evitar desprendimientos, metían la dinamita, se salían y explotaba. Luego entraba el siguiente relevo».

Era un trabajo especialmente peligroso, que provocó varios accidentes. «Aquel día pudo acabar en tragedia si no hubiera ocurrido en un día de fiesta», recuerda Fernando Taguas, «habían puesto la dinamita en el baño maría en el taller de carpintería de mi padre y explotó. Aquello quedó como un solar, por suerte sólo murió una persona, pero si llega a ser un día de trabajo, tela marinera».

«Muchos cadáveres llegaban sin nombre»

Concluidas las obras, llegó el momento de dar sepultura a los muertos de la guerra civil. Los traían desde fosas comunes de toda España, de uno y otro bando, muchos de ellos sin nombre. «Enterraron a 33.000 o 34.000 personas», señala Taguas, «según estaban en las fosas, así los traían. Si en una fosa común había siete cuerpos, los traían en una caja grande.  Una vez nos llegó uno incorrupto. Tenía un tiro en la frente con un algodón metido, era un capitán. En algunas cajas sólo ponía ‘le decían el Rubio’, ponían el mote porque no sabían el nombre».

Tras concluir la construcción de la basílica, Fernando Taguas continuó trabajando en el Valle de los Caídos, primero como guardacoches y luego vendiendo recuerdos en la entrada, contratado por Patrimonio Nacional. También conoció allí a su mujer, Antonia, que trabajaba con la escolanía del monasterio: «Nos casó el confesor de Franco, fray Justo Pérez, fue la segunda boda que se celebró en el Valle de los Caídos, el 28 de agosto de 1960. Llevamos 59 años casados ya».

Fernando Taguas asistió al entierro de José Antonio y de Franco, y continuó trabajando en Cuelgamuros hasta su jubilación. Asegura que cada vez que regresa rejuvenece «tres o cuatro años, porque he pasado allí media vida». Pero prefiere no pronunciarse sobre los planes del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar los restos de Franco: «En eso yo no me meto, eso es cosa de los grandes, yo sólo soy una persona que ha trabajado allí mucho tiempo». Taguas sigue así al pie de la letra el consejo que el dictador daba a sus ministros: «Haga como yo, no se meta usted en política».

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