Borrell carga contra la justicia belga por aplazar la vista de Puigdemont mientras Sánchez calla
Recuerda que hace años, una etarra reclamada por delitos de sangre, vive en la región de Flandes sin que Bélgica la haya extraditado a España.
Una vez más, Josep Borrell. Fuera del Ministerio de Asuntos Exteriores, ahora ya como alto representante de la diplomacia europea, el socialista ha vuelto a demostrar que es de los pocos en su partido que se atreve a hablar claro y a defender los intereses de España frente a la actitud de la justicia belga.
Así, mientras el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, calla sobre el aplazamiento de la decisión sobre la extradición de Carles Puigdemont, Borrell ha criticado este lunes que «no es extraño» que pasen esas cosas cuando «en Bélgica las autoridades judiciales de Flandes todavía no han hecho caso de una euroorden contra una etarra por delitos de sangre que sigue viviendo tranquilamente».
Junto al ministro de Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan, tras una reunión Europa-Asia celebrada en Madrid, Borrell ha defendido la necesidad de reformar el sistema de la euroorden para evitar que tribunales de otros países pongan en duda la argumentación de otros estados en cuestiones de tanta relevancia como un intento de golpe de estado. Cree que «hay que crear un espacio de confianza mutua» entre los jueces de los distintos estados miembros y propiciar el diálogo entre ellos para que puedan resolver las dudas que puedan tener en cada procedimiento.
Su reprimenda a la forma de entender las euroórdenes por parte de la justicia belga le costará, seguramente, un tirón de orejas por parte del gobierno de ese país, en tanto que es miembro de la UE. Ya en noviembre, semanas antes de tomar posesión del cargo y tras unas declaraciones sobre la euroorden de la ex consellera Clara Ponsatí, la anterior comisión europea ya le reprochó sus palabras. Verso libre, Borrell continúa defendiendo con la misma actitud que cuando era ministro del Gobierno los intereses de nuestro país, mientras el presidente rebaja el tono para no molestar a posibles aliados o amigos.