200 intelectuales piden a Sánchez la destitución de Iglesias por ponerse «del lado del crimen»
Personalidades del mundo político, intelectual, académico, diplomático y económico se han unido en un manifiesto bajo el título ‘Cesar en la infamia’ para pedir la destitución del vicepresidente Pablo Iglesias por poner en tela de juicio la democracia española. En total son cerca de 200 personas en las que se reúnen antiguos dirigentes del PSOE como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo Terreros, que preside la asociación ‘La España que Reúne». Por parte del PP, secundan el contenido del manifiesto personalidades como Soledad Becerril, la ex portavoz de la formación en el Congreso y actual diputada, Cayetana Álvarez de Toledo, o el ex ministro de Asuntos Exteriores con Mariano Rajoy, José Manuel García Margallo. En el caso de Ciudadanos, firman actuales dirigentes como el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, o algunos de los fundadores del partido como Xavier Pericay o Francesc de Carreras. Además, lo suscriben el filósofo Fernando Savater, y el ex primer ministro francés Manuel Valls.
Además, fuera del espectro político, también firman el manifiesto el historiador José Alvarez Junco, Andrés Trapiello, Félix de Azúa, la filósofa Adela Cortina, Alvaro Delgado Gal, Rafael Spottorno o el ex ministro socialista y escritor César Antonio de Molina. También figuran como firmantes Arcadi Espada o Jose María Múgica, hijo de Fernando Múgica, asesinado por ETA.
El manifiesto advierte que España «no había tenido nunca hasta ahora un gobernante que no creyera en la dignidad democrática de su país y así lo aventara al mundo para afrenta de la ciudadanía». Y califica a Iglesias como un gobernante que se pone «del lado del crimen».
El texto ‘Cesar en la infamia: Pablo Iglesias debe ser destituido’ ha sido lanzado por la plataforma ‘La España que Reúne’, entre cuyos impulsores se encuentran los ex dirigentes socialistas Nicolás Redondo y Joaquín Leguina. El escrito difundido se fundamenta en las recientes declaraciones del vicepresidente y líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el contexto de la campaña electoral catalana, que aseguro que en España «no hay una situación de normalidad democrática plena». Estas declaraciones, según explica el manifiesto, «socavan la imagen de nuestro país en un momento en que sus credenciales democráticas se ven de forma oportunista puestas en duda por un ministro extranjero».
Iglesias es descrito en el manifiesto como «una persona socializada en el rencor e incapaz de comprender la importancia histórica y la altura moral del gesto de reconciliación entre españoles que, en una Transición que desprecia, fundó nuestro régimen de convivencia democrático». Una descripción que se adapta a la continúa obsesión de Iglesias por reabrir heridas del pasado.
Para los firmantes del manifiesto, las palabras de Iglesias suponen también una «deslealtad, con sus propios compañeros de gobierno, con todas las instituciones del Estado y con una inmensa mayoría de españoles, que seguimos apostando por la democracia nacida en 1978, dispuestos siempre a cambios y reformas que la mejoren, haciéndola más integradora y participativa».
Pero el manifiesto no carga solamente contra el líder de Podemos y los suyos, también contra el PSOE por haber «invitado» a Iglesias a entrar en el Ejecutivo de coalición «después de que durante la campaña electoral el entonces candidato Pedro Sánchez negara su intención de formar gobierno con Unidas Podemos, haciendo precisamente de la presencia de Iglesias en el gabinete el principal escollo». Es por esto que los firmantes del manifiesto critican al sector socialista del Gobierno porque sus «patéticos intentos de disculpar su conducta comprometen a todo el gobierno -un órgano, recordemos, colegiado-«.
De no producirse la destitución de Iglesias como vicepresidente, el manifiesto advierte de que «el coste electoral que pueda sufrir el Partido Socialista será lo de menos». Los firmantes avisan de que «debería preocuparnos el precedente de haber llevado al gobierno a una persona cuya única virtud conocida es la demagogia y cuya única vocación es el frentismo». Y continúa: «Las palabras tienen consecuencias. La democracia española no se puede permitir la presencia de un pirómano en el Consejo de Ministros. Ante la historia quedará la responsabilidad de quien lo nombró».
Entre algunas de las afrentas de Iglesias a la normalidad democrática en España, el manifiesto arranca con el «doloroso ultraje de comparar la situación de Carles Puigdemont y su holgada estancia balnearia en Bruselas, fugado de la justicia española tras su fallida agresión al orden constitucional, con la de miles de compatriotas que dieron en el exilio, casi siempre miserable, a menudo atroz, tras la victoria franquista».
También se le reprocha a Iglesias sus continuas «bofetadas» a las víctimas del terrorismo y critica ferozmente sus «halagos a los criminales que forman parte sin sombras y ocultaciones de su escaso bagaje». El manifiesto concluye que «si realmente cree que España no es una democracia su deber es combatir a su gobierno gallardamente desde la oposición, sacrificando su generosa nómina de vicepresidente en el altar de sus ideales».