Economía

Supresión de Patrimonio: una derrota para el socialismo empobrecedor

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Siguiendo el ejemplo de Madrid, que a su vez siguió los de Suecia, Finlandia, Dinamarca, Alemania, Francia, Austria y otros países europeos, el presidente andaluz, Moreno Bonilla, decidió suprimir el Impuesto sobre el Patrimonio en Andalucía (estrictamente, una bonificación del 100%).

Los socialistas rechazan esta decisión con argumentos tan demagógicos como falaces: que se trata de una rebaja fiscal “que solo favorece a los ricos” y que eso quitará recursos para financiar los “servicios sociales”. De paso, dieron otra muestra de su incoherencia ideológica: mientras por un lado dicen defender un “modelo federal” para España, por otro critican a una comunidad por ejercer su autonomía y quieren “armonizar” este impuesto.

El Impuesto al Patrimonio es doble o triple imposición, e incluso más: grava ahorros que ya pagaron, como mínimo, IRPF, pero que también pueden haber pagado, por caso, Sucesiones e IBI. Por lo tanto, suprimir este impuesto es una cuestión de justicia elemental.

La única diferencia entre las sociedades ricas y las pobres es la cantidad de capital por persona que han acumulado. El capital (que es la suma de maquinarias, infraestructuras, herramientas y todo aquello que potencie el trabajo humano), a su vez, surge del ahorro. Al castigar el ahorro, el Impuesto al Patrimonio desalienta la acumulación de capital. Por lo tanto, es un impuesto claramente empobrecedor.

Pero a quien empobrece el socialismo cuando defiende este impuesto no es a “los ricos”, sino a los currantes. El “rico” puede marcharse al lugar del mundo que prefiera. El currante, en cambio, es rehén del socialismo empobrecedor. Y si le toca vivir en una región con altos impuestos, vivirá en un lugar con menos capital del que podría haber acumulado. ¿Cuál es el problema? El problema es que, entonces, los salarios serán menores de los que podrían ser.

Porque el nivel de los salarios no depende de las “luchas” sindicales, ni de la mayor o menor bondad de los empresarios, ni de la demagogia de fijar el salario mínimo sin atender la realidad económica. El nivel de los salarios depende de la productividad, y la productividad es mayor ahí donde el capital invertido es mayor.

Suprimir el Impuesto al Patrimonio, además de favorecer la subida de los salarios, es una vía para estimular la inversión productiva y, por ende, la creación de empleo. Al promover una mayor actividad económica, la supresión de ese impuesto alienta la recaudación de muchos otros, principalmente, IVA, IRPF y cotizaciones sociales. De ahí que decir que “faltarán recursos para servicios sociales” es simplemente falso.

Comparar la rebaja temporal del IVA al gas y a la electricidad con la supresión del Impuesto al Patrimonio es tomarnos por tontos. La primera es una dádiva (temporal, insisto) con la que el gobierno apenas devuelve una fracción de la mayor recaudación tributaria que surge de la alta inflación. Suprimir el Impuesto al Patrimonio, en cambio, es un avance conceptual en el camino hacia una mayor libertad.

El socialismo es una enfermedad del alma que aparece allí donde hay envidia y resentimiento. De ahí que el socialismo promueva el odio a los empresarios y a todo el que prospere. El resentimiento les impide ver las consecuencias empobrecedoras de los altos impuestos en general y del Impuesto al Patrimonio en particular, que no por casualidad ha sido abolido en tantos países. La supresión de este impuesto en Andalucía implica un retroceso para el socialismo que todos los que defendemos la libertad debemos celebrar.

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