Crisis industrial

Siro se vende a los fondos Davidson Kempner y Afendi, que imponen una quita de hasta el 80% a los bancos

Siro se vende a los fondos Davidson Kempner y Afendi, que imponen una quita de hasta el 80% a los bancos
Juan Manuel González Serna, presidente de Ceralto SIro Foods
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

El grupo Cerealto Siro, fabricante de las galletas de Mercadona, se salvará de la quiebra gracias a su venta a dos fondos de capital riesgo: el estadounidense Davidson Kempner y el turco Afendi. Esto se quedarán con el 85% de la compañía palentina mediante la asunción de su deuda, en la que los bancos acreedores tendrán que asumir una quita de hasta el 80%. El propietario actual, José Manuel González Seara, mantendrá el 15% restante del capital.

Así lo aseguran fuentes cercanas a la operación, que añaden que la oferta de estos dos fondos (donde la parte principal corresponde al norteamericano) se ha impuesto finalmente a la de International Biscuits, que partía como favorita. Esta propuesta no contempla solicitar ayudas públicas a la SEPI, que ya había manifestado que sólo estaba dispuesta a inyectar la mitad de los 90 millones que había solicitado Siro.

Esta oferta ha sido aceptada por los principales acreedores de la compañía, CaixaBank, SantanderSabadell, que este viernes deben elegir entre dos opciones para su deuda. La primera es cobrar 60 millones (entre todos) en efectivo y mantener una deuda de otros 50 millones, lo que supondría una quita del 72% respecto a los 395 millones de deuda total de la empresa. La segunda es recuperar de golpe 80 millones en cash, lo que implica asumir una pérdida del 80%.

Cada entidad puede optar por la opción que desee en la parte proporcional que le corresponda. Santander y CaixaBank tienen créditos con Siro por 80 millones cada uno, y Sabadell tiene una exposición de 45 millones. Además, Rabobank vendió su deuda de 75 millones a Morgan Stanley con un descuento del 83%, algo superior a la citada quita que tendrá que asumir finalmente (es decir, el banco norteamericano logrará un pequeño beneficio).

Las entidades han aceptado esta fuerte pérdida porque era la única manera de evitar el cierre de Siro, según las fuentes, y apuntan que es una de las pocas industrias que quedan vivas en la España vaciada, por lo que su desaparición sería dramática para Castilla y León.

En cuanto a la propiedad, las fuentes explican que González Seara ha conseguido mantener una participación minoritaria en torno al 15%, aunque lógicamente perderá el control de la gestión. Como es normal en esta situación, no percibirá nada por el 85% que pasa a manos de los fondos.

Visto bueno de Mercadona

Las fuentes consultadas confirman también que Mercadona, el principal cliente de Siro (supone el 65% de su negocio), ha dado su visto bueno a la operación y se ha comprometido a mantener el nivel de pedidos actual para asegurar la viabilidad de la compañía en esta nueva etapa. Anteriormente, había aceptado asumir el incremento de los costes de las materias primas para que Siro pudiera mantener sus márgenes sin subir los precios, según informó Vozpópuli.

La venta también frena un conato de huelga que habían planteado los trabajadores de Siro. La empresa firmó ayer un acuerdo con sus representantes por el que se garantiza la paz social hasta 2025 a cambio de prometer indemnizaciones para los probables despidos que acometerán los nuevos dueños de 33 días por año trabajado, con un máximo de 20 mensualidades.

Cerealto y Siro se fusionaron en 2018 y crearon un gigante con una facturación en ese momento de 600 millones, una plantilla de 5.000 personas y 17 plantas en cinco países. Pero el proyecto no ha dado los resultados esperados y ha tenido que cerrar fábricas y renegociar con los bancos para alargar los vencimientos de deuda en 2020 y, de nuevo, en 2021, ya que no generaba suficiente caja para hacer frente a los mismos.

Finalmente, había entrado en una espiral que conducía al concurso de acreedores: se había quedado sin caja, los bancos se habían negado a concederle más crédito y los proveedores le exigían el pago al contado, cuando Mercadona y el resto de sus clientes (como Mondélez) le pagaban a 90 días.

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