Proveedores de restaurantes catalanes comienzan a sufrir impagos por la caída de la demanda

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Carles Puigdemont y Ada Colau. (Foto: EFE)

Turismofobia, independentismo y temor a nuevos ataques terroristas. Estos son los tres elementos que conforman el cóctel letal que está haciendo enfermar al sector turístico catalán en los últimos meses y que ya está afectando tanto a los ingresos de las cadenas hoteleras como al sector de la restauración, cuyos proveedores comienzan a sufrir impagos por la caída de la demanda.

«Es la primera vez que me dejan de pagar las entregas de vino», señala un proveedor que surte a varios restaurantes en Barcelona y que ya sufre en primera persona los efectos de los tres citados elementos. El miedo al terrorismo es difícil de evitar, pero la deriva independentista y la ofensiva  contra el turismo son responsabilidad directa de los poderes públicos catalanes.

«Aunque tenemos buenas sensaciones de cómo está evolucionando el conflicto independentista con menos radicalismo que hace unos meses gracias al 155, lo cierto es que el sector turístico no levanta cabeza. Aunque el Mobile World Congress va a supone un importante balón de oxígeno tememos que sea una recuperación esporádica», indican desde una consultora que asesora a empresarios catalanes.

De hecho, algunas cadenas hoteleras se están viendo obligadas a realizar ajustes de empleo ante el desplome de la demanda, que ha sufrido el golpe definitivo con el golpe de Estado del 1–0. «Veníamos ya de una situación complicada con el efecto disuasorio que generaron en los potenciales turistas los atentados de Barcelona y Cambrills. Y el desafío de Puigdemont y sus socios le ha dado la puntilla», señala un restaurador barcelonés.

Aunque lo que más está afectando a la evolución del sector en la Ciudad Condal es la turismofobia impulsada por la alcaldesa Ada Colau, al menos según indica un asesor comercial: «esperamos tranquilidad y que nos dejen construir para volver a situar las cosas en sus sitio, pero el gobierno local no ayuda. Barcelona es un avión que apagó sus motores hace dos años y que se mantiene gracias a la inercia del vuelo y si no remonta se estrellará».

Los partidos políticos catalanes que siguen teniendo altos cargos en los órganos de gestión de la Generalitat (a pesar de la intervención estatal) admiten el problema, aunque difieren en su diagnóstico.

Según el informe anual de la economía catalana recientemente publicado, la bajada del 6,5% contabilizada en el turismo en 2017 se atribuye a los atentados terroristas y al ficticio «episodio de violencia policial» del referéndum ilegal del 1 de octubre, sin ninguna referencia más al procés.

Las cifras del Instituto Nacional Estadística no dejan lugar a la duda: tan sólo en diciembre (último mes para el que hay datos disponibles), en Cataluña el volumen de llegadas de visitantes extranjeros se hundió casi un 14% respecto a diciembre de 2016 con 133.041 turistas menos.

Se trata del tercer mes consecutivo en que esta rúbrica registra descensos. Entre octubre y diciembre, la reducción del volumen de turistas en Cataluña es de casi 230.000 personas.

El turismo de negocios es uno de los más afectados, tal como señaló en Fitur el consejero delegado de Meliá, Gabriel Escarrer, una de las empresas que ha sufrido en carne propia el devastador efecto de la ofensiva secesionista en el sector hotelero. Las cuentas de Meliá registran un impacto negativo de tres millones de euros en su beneficio bruto de explotación (Ebitda) por la caída de la demanda en Cataluña.

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