ECONOMÍA

¡Libertad vs. corrupción sistémica!

Sánchez elecciones
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y del PSOE, partido involucrado en el caso Koldo.

“El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado” Jean-Jacques Rousseau.

La incertidumbre es mi hábitat natural, con el caos crecí, me entiendo con él y de vez en cuando intentamos mediar para con ese sueño que mi corazón lidera: El triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas, de la verdad por sobre la mentira. Porque ustedes saben, los que me conocen saben… Que prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable. Porque ustedes saben que cuando me encuentro con un obstáculo no doy marcha atrás, mis ángeles y yo vamos a seguir acelerando sobre todo ahora que nos encontramos frente a un punto de inflexión en la que parece ser una crisis que hemos caracterizado mucho más profunda que simplemente material. Señoras y señores, ¡bienvenidos a mi libertaria tribuna de opinión!

¿Qué es la guerra? La guerra es un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de su voluntad, para conseguir tal fin debemos dejar indefenso al enemigo. Papá Estado practica la guerra con nosotros. Los usurpadores del uso de la fuerza, de la coerción y de los privilegios estatales son aquellos mismos que se aprovecharon de la declaración del estado de alarma para hacer su agosto especulando en el mercado de mascarillas durante la pandemia, mientras todo un país permanecía asustado, encerrado e indefenso. Y es que el delito de cohecho o malversación de los fondos públicos no es patente de corso ni del Partido Popular, ni del PSOE. Más bien del poder y de quien lo ostenta, es decir del Estado. Y después los malvados especuladores somos los traders… Ay, ay ay.

Pero más allá de ese morbo social indignado tras conocer cada día más detalles del caso Koldo, la pregunta que me hago es; ¿a qué se debe la corrupción? No es casual por lo tanto, que en la democracia moderna hayamos visto tramas de corrupción que nos llevan del Palau de la Música, a la Moncloa, pasando por la Zarzuela. Y es que la tentación de hacerse con fondos públicos no es consecuencia tanto de la codicia sino de la corruptibilidad innata del ser humano y la erótica del poder en su concepción de Estado.

Y es que como libertaria, pretendo desmarcarme siempre del estatismo, alejada de derechas, centros e izquierdas, trato de defenderme al amparo de la meritocracia, dentro del marco de la Ley. Y es que la existencia de la Ley precede a la propia existencia del Estado señores, eso que quede transparente, tanto como que dentro de la Ley TODO, y fuera de la Ley ¡NADA! Pero he de confesarles que aún creo en la luz, en la bondad del ser humano y en su ingenio cuando sus incentivos se alinean en libertad con los procesos de la función empresarial. El Estado, concebido por el derecho tradicional como un conjunto de normas aplicables a todos por igual, suele degenerar hacia un confuso entramado de contradictorios reglamentos que nos encorsetan dirigiendo nuestras vidas y restando libertades a nuestro propio proceso de toma de decisiones.

Este hecho, va cambiando el hábito social de adaptación en libertad a la Ley general del derecho hacia un modelo social de borreguismo en el que todo se nos tiene que venir dado resuelto y especificado por papá Estado, que aparece como el órgano patriarcal que debe tener todo bajo su control y regularlo en consecuencia. Este es el primer hecho causante de corruptibilidad, la corruptibilidad de la Ley. Y es que eludir el mandato coactivo del Estado es, en muchas ocasiones, una exigencia impuesta como un instinto de supervivencia. Y claro, tal hecho especialmente en España, provoca la falta de respeto social al principio del cumplimiento de la Ley, dando pie incluso en muchas ocasiones a verlo como una loable manifestación de ingenio humano en vez de un violación del sistema de normas que deberían regiar el comportamiento social de los ciudadanos.

De esta manera, los graves efectos que tienen los mandatos administrativos sobre el respeto a la sagrada Ley tienden a romper el estado de derecho y a corromper su cumplimiento por una mera cuestión de supervivencia. Y como comprenderán, la corrupción sobre la percepción del concepto de la Ley lleva consigo de manera inherente una deshonestidad hacia el principio de su propia aplicación. Esto per se nos lleva al abandono de los principios de la moral y la ética individual, eliminando las pautas de conducta que hicieron posible el desarrollo de la civilización, desincentivando al ser humano que, agotado y ahogado por las trabas burocráticas, se queda absorto y falto de tan vitales guías y referencias de actuación para con sus más ancestrales y primitivas pasiones.

Queridos políticos corruptos, el problema no está en su percepción, sino en su confianza en la percepción. Y como les decía, los seres humanos somos creativos por naturaleza y nuestro instinto de superación, al corromperse el principio de la Ley y la moral a través de minar nuestras libertades e incentivos, termina por descubrir que se tienen más posibilidades de lograr fines personales influyendo sobre los mecanismos políticos de toma de decisión, que haciéndolo aprovechando las oportunidades que ofrece el libre mercado para satisfacer a sus conciudadanos a través de productos y servicios empleando las oportunidades de ganancia que estos generan. De esta manera, el volumen en la acción humana será directamente proporcional al tamaño del Estado, pero no olviden que el nivel de intervencionismo en lo que degenerará nuevamente es en un proceso corruptivo del ingenio humano, buscando el incentivo hacia nuevas formas de influir sobre los órganos políticos, con la esperanza de conseguir privilegios particulares en forma de subvenciones, comisiones, y tantos etcéteras que no quiero ni nombrar por el bien de mi paz energética de hoy.

Dicho todo lo cual, creo férreamente que el Estado tiende a impedir que cada miembro de nuestra sociedad aprenda a disciplinar su comportamiento en función del de los demás y crea un gran incentivo para que los diferentes individuos traten de hacerse con el control del poder político con la finalidad de utilizar sus mandatos coactivos para imponer por la fuerza a la sociedad sus ventajas y privilegios de tipo particular. De esta manera, los procesos sociales espontáneos de coordinación se corrompen y degeneran hacia sucesiones de lucha por el poder político que se convierten en la nota más característica y predominante de la vida en sociedad. Vicios a los que nos tienen acostumbrados muchos políticos desde hace décadas, y de cualquier color. Hay demasiados actores del estatus político y económico de este país que no quieren dejar atrás la España del fracaso, algunos por miedo al cambio y otros porque son los beneficiarios de este antiguo régimen. Porque como decimos en mi país, se chorrean hasta la coima.

Y de esta manera queridos míos, el poder corrompe al ser humano, pues los gobernantes corrompidos tienden a convertir el objetivo de perpetuarse en el poder en su totem, dedicando la mayor parte de su tiempo a crear situaciones que permiten aumentar y extender dicho poder mediante el uso de la comunicación propagandística y expandiendo los procesos burocráticos para crear artificialmente la necesidad de su existencia, exagerando los supuestos beneficios de su intervencionismo y creando súbditos de un Estado, más preocupado en expandir sus tentáculos a pesar de la sociedad, que en solucionar los verdaderos problemas de la misma. Nos desarman, ¿no lo veis? El agresor estatal vive al día durante el ataque, mientras los individuos, los defensores, ¡nosotros! hemos de estar preparados mucho tiempo antes para lo que vendrá, es imperativo en nuestros días estar preparados. La única alternativa posible es hacer algo diametralmente distinto de lo que se ha hecho en el pasado.

Todos nacemos con luz y en libertad, pero es la vida en sociedad lo que nos encadena, al amparo del poder, de su corruptibilidad y del mayor fraude conocido en todas las civilizaciones; el fraude de la necesidad imperiosa de papá Estado, incluso por encima del precepto de la Ley. Entiendo que algunos le llaman utopía al precepto de una anarquía al amparo del capital privado y del precepto de la Ley y la justicia, pero yo entiendo el Estado como un adoctrinamiento impuesto de manera coercitiva que únicamente podremos combatir con una auténtica revolución de las ideas y la comprensión de que ningún ser humano es ajeno al principio de corruptibilidad del maldito poder; pues el fin primario del verdadero progreso es la libertad, su función empresarial y encontrar la felicidad en encontrarnos a nosotros mismos sin un Estado redentor, autoritario y corrupto que trate de imponernos coercitivamente sus normas de manera autocrática e hipócrita.

Les admito que para mí, no hay nada más sagrado que la lucha por la libertad. Este país es millonario en capital humano y está hambriento de prosperidad, pero eso sí, encerrado, encadenado y reprimido por un modelo que sólo puede conducir al fracaso. Solamente una sociedad libre puede progresar con aquello que Dios nos ha concedido. Y a mi me concedió las ganas de seguir creyendo que por más oscura que sea la noche siempre sale el sol por la mañana. El rey Salomón le pidió a Dios sabiduría para distinguir el bien del mal, coraje para elegirlo y templanza para mantenerse en ese camino. Yo hoy, le pido lo mismo para mí y para todos ustedes.

Gisela TurazziniBlackbird Bank Founder CEO.

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