El impuesto de una noche de verano… anunciado el jueves para fastidiar a Botín
Tras la estrepitosa derrota en las elecciones andaluzas, Pedro Sánchez tenía que dar un golpe de efecto (aparte de cargarse a Adriana Lastra, claro) en el Debate del estado de la Nación. Y como Franco ya está demasiado manido y la gente se lo toma a chufla, buscó otro chivo expiatorio -que ya se sabe que es el mejor amigo del hombre y no el perro-. ¿Cuál? Ya está, los malvados bancos y las malvadas energéticas, que ganan miles de millones, crujen a los ciudadanos y pagan salarios estratosféricos a sus ejecutivos.
Nada mejor para sacudir las tripas de su parroquia y tratar de sacarla de su desmovilización. Y, ya de paso, para quitarle votos a Podemos, la única vía que ve para ganar los votos que pierde por el centro. Pues ya está, les ponemos otro impuesto y, como protestarán, les llamamos insolidarios y lanzamos a las ‘hordas rojas’ contra ellos. Después de lo bien que ha funcionado los de «los señores del puro», esto va a ser la leche. Así que llamada a María Jesús Montero la noche antes del debate, una noche muy calurosa de verano (como buen español, a Sánchez se le ocurren las cosas en el último momento):
– Chiqui, sabes que le vamos a poner un impuesto a las energéticas, ¿verdad?
– Sí, pero no tenemos claro todavía qué vamos a gravar.
– Bueno, pues se lo vamos a poner también a la banca. Hale, pon a tu gente a calcularme cuánto podemos sacar con cada uno, que lo quiero soltar mañana.
– Pero presidente, ¿a estas horas? ¿Cómo voy a poner a la gente ahora con eso? Y además, ¿sobre qué va a ser el impuesto? Porque depende de lo que se grave, sale más o menos dinero.
– Eso me da igual, gravamos lo que tú digas. Pero dame una cifra.
Así que Montero tocó a zafarrancho de combate en Hacienda y tuvo a los pobres que no pudieron escaquearse a hacer números hasta altas horas de la madrugada. Protestaron, claro, porque no podían dar una cifra sin saber sobre qué se iba a imponer el impuesto. Pero, considerando diferentes posibilidades, obtuvieron las cifras mágicas de 1.500 millones a los bancos y 2.000 a eléctricas, gasistas y petroleras. «Es poco», se quejó Pedro. «Pues se lo cobramos dos años», respondió Montero. Tachán, ya tenemos 7.000 millones, que sí suena a mucho.
Al día siguiente, Pedro soltó la bomba en el Congreso ante la cara de estupefacción y fastidio de Yolanda Díaz, que veía como la adelantaban por la izquierda sin comerlo ni beberlo, con unas medidas que, por supuesto, Sánchez no le había consultado. El presidente consiguió lo que quería, levantar en armas a los sectores afectados y que su electorado aplaudiera con las orejas.
Esperar a que los bancos y empresas cayeran en la trampa
Y entonces decidió esperar. Dejar pasar las semanas sin anunciar el impuesto. Puede pensarse que lo hizo para dar tiempo al atribulado personal de Hacienda a diseñar un impuesto que consiguiera los objetivos de recaudación fijados y que, a poder ser, fuera legal. Pero no era para eso -aunque en el Ministerio lo agradecieron, sin duda-. Lo hizo para esperar a que los grandes bancos, eléctricas y petroleras dieran sus resultados semestrales esta semana.
Y así, por fin lo presentó el jueves. Bueno, no lo presentó él, sino que lo hicieron conjuntamente PSOE y Podemos, después de haberles ninguneado; otra vez se los ha llevado al huerto, estos muchachos no aprenden. Pero decíamos que fue el jueves. ¿Qué pasó el jueves? Pues que presentó sus cuentas el Santander, el mayor banco de España con diferencia, junto al Sabadell y Repsol, la mayor petrolera. Y el día anterior lo habían hecho los dos gigantes eléctricos, Iberdrola y Endesa.
Por supuesto, les faltó tiempo a los representantes gubernamentales, en público y en privado, para destacar la morterada que ganan estas compañías insolidarias (acaban de descubrir que la banca está exenta de IVA, qué escándalo, aquí se juega) y que, por eso, tienen la obligación de contribuir al famoso «pacto de rentas», whatever that may mean. Así que les está bien empleado meterles otro impuesto. Ah, y prohibidísimo trasladarlo al cliente: sanciones del 150% para el que ose.
El impuesto tendrá consecuencias negativas, pero da igual
Ni una mención a que los impuestos nunca impulsan la actividad económica, sino que la contraen, como han dicho los representantes de las empresas afectadas, con especial énfasis Josu Jon Imaz (Repsol). Y en vísperas de una desaceleración que todo apunta a que acabará en recesión. Es más, en el caso de la banca contraerán el crédito, la sangre de la economía: en 50.000 millones lo cifra el Santander.
Tampoco nada que decir sobre que un impuesto no reduce la inflación, el gran problema de nuestra economía con un IPC al 10,8%, máximo de 38 años, sino que en todo caso la agrava. Porque ese dinero no se va a destinar a reducir deuda, que es lo que haría cualquier Gobierno o empresa sensato, sino a financiar el gasto desmadrado de Sánchez. Y no es suficiente: hablan de 15.000 millones más «por la guerra» y con esto sólo sacarán 7.000, si es que los sacan.
Pero todo esto son minucias que no preocupan (o no entienden, en la mayoría de los casos) los destinatarios de su demagogia. Demagogia que remató el viernes diciendo que si Ana Botín o Ignacio Sánchez Galán (el presidente de Iberdrola) protestan, «vamos en la buena dirección». Y luego soltó lo de la corbata para que todo el mundo hablara de eso y no de los precios.
Lo peor es que este populismo, por más rechazo que provoque en el ciudadano medianamente informado, igual hasta le da resultado al prestidigitador que nos preside. Y mientras tanto, el PP callado (¡y se abstuvo en lo del impuesto!), esperando a que Sánchez se cueza en su propio caldo. Que tengan cuidado, que éste es capaz de salir de la cazuela y comérselos a ellos.