La gran empresa calla pese a convertirse en el pim, pam, pum de Sánchez
Pedro Sánchez, al verse perdido en las encuestas, ha decidido girar a la izquierda y lanzarse a dar caña a las empresas en la creencia de que eso le dará votos. Ya se sabe, el eterno discurso maniqueo socialista de que los empresarios y «los ricos» son los malos y los culpables de todos los males, así que hay que crujirles. A impuestos, y lo que no son impuestos. Y, sorprendentemente (en realidad no), los líderes empresariales españoles callan y aguantan el chaparrón sin alertar de las terribles consecuencias que estas medidas pueden tener para la economía y el empleo.
Los ejemplos son múltiples. El impuestazo a las energéticas (que va a tener que cambiar por imposición de Bruselas) y a los bancos, y esta semana el nuevo impuesto a las grandes fortunas con el que pretende anular las bonificaciones del Impuesto sobre el Patrimonio que están adoptando cada vez más comunidades del PP siguiendo el ejemplo de Madrid. Algo que amenaza muy seriamente a la empresa familiar, el motor de la economía española, cuya asociación no ha dicho ni pío al respecto.
Pero quizá el caso más llamativo ha sido el de su intervención en un foro organizado por el BBVA, donde, ni corto ni perezoso, el indocumentado que nos gobierna lanzó una diatriba contra las grandes empresas por no hacer suficiente para luchar contra el cambio climático. Con Carlos Torres en primera fila sonriendo. Y lo peor es que es mentira, porque si hay algo a lo que se ha apuntado el Ibex con entusiasmo es a la sostenibilidad y la transición ecológica, aunque en realidad no sea más que greenwashing o ‘ecopostureo’.
Nadie protesta
¿Han oído ustedes a algún presidente o consejero delegado de las grandes empresas españolas protestar o desmentir a Sánchez? Ni uno. ¿Y qué decir del famoso tope a la cesta de la compra? En este caso no ha sido Sánchez, sino su vicepresidenta Yolanda Díaz (de Podemos pero poco), pero la reacción de las grandes compañías de distribución ha sido la misma: callar. Han delegado en las patronales del sector, que se han opuesto a la medida, obviamente, pero ninguno de los presidentes que conoce el público ha dicho ni media palabra. Ni siquiera off the record.
Bueno, salvo el de Carrefour, que ha hecho todo lo contrario: una vergonzante genuflexión ante el Gobierno apoyando una medida que va contra el sector, los ganaderos y agricultores y, al final, contra el consumidor. Hay una evidencia empírica abrumadora de que los controles de precios conducen a la escasez.
Hablando de patronales, esta misma semana en la junta directiva de la CEOE los empresarios han mostrado su convencimiento de que el Gobierno va a seguir yendo a por ellos. Por eso, han pedido más contundencia a Garamendi. Es verdad que ha protestado por el nuevo impuesto a «los ricos», pero tampoco ha ido más allá.
El color del dinero
Mientras, sigue pactando las propuestas que le pone encima de la mesa el Gobierno, como las cuotas de autónomos, siempre con el argumento del mal menor: «Si no pactamos, nos pondrían una norma peor». Veremos qué hace con la reforma de las pensiones que nos exige la UE y cuyo coste Escrivá quiere que asuman… lo han adivinado, las empresas.
La falta de valor de los empresarios españoles es algo histórico: siempre ha sido así. Los grandes bancos y compañías siempre han querido llevarse bien con el poder de turno, del color que sea. Ya se sabe que el dinero no tiene color. Y es que, en muchos, casos su negocio depende el BOE; y si no, temen subidas de impuestos, exigencias burocráticas o -su pesadilla aterradora- nacionalizaciones.
Pero ahora ya están en el peor de los mundos posibles. Salvo lo de nacionalizar los medios de producción e instaurar la dictadura del proletariado en el camino del paraíso comunista que disfrutan en Corea del Norte, Cuba o Venezuela, el Gobierno de PSOE y Podemos les ha hecho todas las perrerías posibles. ¿No sería hora ya de abrir la boca? ¿Qué más pueden perder? Máxime después de hacerle el caldo gordo asistiendo a todos sus shows para presentar una y otra vez su plan de recuperación (ese que sigue sin poner en marcha porque los fondos europeos no llegan a la economía). Pues ni por esas. Las únicas excepciones son Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola) y Dolores Dancausa (Bankinter).
La incultura se perpetúa
Y sería muy positivo que hablaran, porque en España hay una falta de cultura económica y financiera brutal, que ellos y ellas deberían tratar de combatir explicando que las empresas son las que hacen funcionar la economía y las que crean empleo. Contando a la gente qué hacen para ganar dinero, cuánto ganan en realidad, los costes que tienen que asumir o lo que se gastan en salarios. O cómo subir los impuestos perjudican al empleo y a la inflación. Como no lo hacen, sigue calando el discurso de que son el Tío Gilito o el muñeco del Monopoly: ricachones sin escrúpulos que se lo «llevan crudo» a costa de explotar y pagar salarios de miseria a los pobres trabajadores.
Y esto se perpetuará; por eso, Podemos veta que se imparta educación financiera en los colegios e institutos. Porque quiere analfabetos económicos a los que seguir manipulando con estos argumentos de caca, culo, pedo, pis.
Distintas fuentes explican que los líderes empresariales están aguantando el chaparrón como pueden porque, total, dentro de un año como máximo se irá este botarate, llegará Feijóo y las cosas volverán a la normalidad. Una normalidad que no implicará dar marcha atrás en la transición ecológica ni en otras políticas sociales porque nos las impone Europa. Consistirá básicamente en bajar impuestos y reducir el desmadrado gasto público.
«El mensaje de Feijóo para las elecciones va a ser os voy a quitar lo menos posible de vuestro dinero y a cambio no voy a gastármelo en chorradas como Sánchez. Voy a limpiar y ordenar la casa», explica una fuente cercana al PP. Y, sin duda, es lo que hace falta. Pero, hasta entonces, nuestros empresarios seguirán calladitos.