¡La burbuja de la disrupción!

Tecnología.
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“Cuando estaba en la universidad quería involucrarme en cosas que cambiaran al mundo”. Elon Musk

Es bien sabido que las políticas monetarias expansivas de los Bancos centrales han provocado diferentes burbujas desde que entrara el nuevo milenio. Sin embargo, hay un nombre que cada vez se escucha más en las mesas de negociación del capital riesgo, esa palabra es “disrupción”. Nosotros en Blackbird Bank le llamamos la burbuja de la disrupción.

Las compañías tradicionales, así como nuestra economía, están inmersas en un proceso de auténtica revolución digital que se asemeja a la revolución industrial. Eso provoca que las empresas que están en el epicentro de la obsolescencia tecnológica sigan viéndose negativamente afectadas; empresas del sector medios, publicidad, comercio minorista, bancos o autos. La siguiente etapa de esta revolución digital no se limita a sectores específicos, sino que para mí sin duda está transformando estructuralmente todos y cada uno de los modelos de negocio de la totalidad de la economía mundial.

La siguiente etapa de esta revolución digital está transformando estructuralmente todos y cada uno de los modelos de negocio de la totalidad de la economía mundial.

Como en toda revolución, la bendita disrupción ha creado un fuerte entorno fundamental para los beneficiarios, al tiempo que ha frenado el crecimiento de los beneficios de muchos grupos tradicionales que actualmente cotizan a múltiplos más bajos. Si bien es cierto que muchas empresas están siendo desafiadas por la disrupción, éstas están intentando plantar cara a los nuevos rivales, eso sí, por ahora con resultados mediocres. Probablemente haber llegado tarde al proceso de digitalización es una desventaja, pero la concienciación es más que evidente hoy en día.

Lo estamos viendo con una solución simple; las adquisiciones. El mercado no cotizado de emprendedores está sometido a una auténtica lujuria, una burbuja de dimensiones solo comparables a la ‘burbuja.com’. Así lo hemos vivido en rondas de financiación tan absurdas como una de las últimas que valora la compañía Glovo en 1.000 millones de euros.

Como ya vivimos en el año 2000, la mayor parte de estas operaciones corporativas están zombificando la economía, es decir, que ¡cualquier burrada es admisible para comprar un posible “disruptor”!

Como ya vivimos en el año 2000, la mayor parte de estas operaciones corporativas están zombificando la economía, es decir, que ¡cualquier burrada es admisible para comprar un posible “disruptor”! Lo más curioso de todo, es que esta burbuja  afecta principalmente fuera del mercado cotizado.

Y lo más llamativo, es que está liderada por los inversores institucionales, cuanto menos curioso… Estas malas decisiones por parte de algunos inversores que están pagando las ganas, tendrán sus consecuencias, créanme. Por ejemplo, en España tenemos un claro caso con Cellnex y su símil con Telefónica. La burbuja en el mercado de sites está inflando la deuda de la compañía y su capitalización. Cellnex cotiza la valoración de los sites, pero menosprecia el excesivo precio pagado y los riesgos de las compras apalancadas. Cuando se modere el mercado de sites, ésta podría sufrir un proceso parecido al vivido por Telefónica con las licencias de 3G, ¿recuerdan?

En mi opinión, actualmente el número de sectores en los que es atractivo invertir está disminuyendo, por lo que saber sortear el riesgo secular es crucial para el éxito de cualquier inversión. Nuestra discriminación entre aquellas compañías que sabrán adaptarse a la disrupción o no, ¡es clave! puesto que el mercado nos propone una ambiciosa complejidad entre riesgo secular estructural, y oportunidad de mercado histórica.

Es más atractivo comprar barato apostando por las compañías tradicionales que no están inmersas en un problema secular, que pagar precios absurdos por compañías que se pretenden presentar como “el gran disruptor medioambiental de nuestra era”.

Incluso una empresa de éxito no expuesta a ningún riesgo o disrupción secular puede sufrir un fuerte castigo bursátil si el mercado percibe sus problemas como un riesgo secular, como hemos visto por ejemplo en H&M o en Telefónica. Un claro ejemplo de lo que les explico es Tesla y el sector auto. El mercado valora a Tesla como un gran disruptor, entendiéndose como una compañía que cambiará y arrasará el sector auto, y valorándola más como una tecnológica que una industrial.

Sin embargo, la adaptación de la industria del automóvil me parece correcta, prueba de ello es que Tesla no presenta una ventaja competitiva más que la de abanderar el cambio decisivo y definitivo hacia el coche eléctrico, lo cual aplaudo pero ¿acaso no consideran que la evolución hacia el coche eléctrico, queda muy lejos de lo que supuso la absoluta disrupción sobre la movilidad de las personas inventada por Henry Ford?

Esto genera enormes anomalías entre valoraciones y hace más atractivo comprar barato apostando por las compañías tradicionales que no están inmersas en un problema secular, que pagar precios absurdos por compañías que se pretenden presentar como “el gran disruptor medioambiental de nuestra era”.

Y es que el ser humano siempre se ha caracterizado por su necesidad incesante de liderazgo y claro, un disruptor en la Era de la disrupción, es un auténtico líder. Abanderar las ganas de Elon Musk de cambiar el mundo, le ha garantizado liderar la burbuja más absurda que actualmente cotiza el NYSE, que no es otra que la de Tesla. Para cambiar el mundo hace falta mucho más que evolucionarlo.

Gisela Turazzini,

Founder CEO, Blackbird Bank

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