La batuta de los bancos centrales
Señalaba, en una ocasión, el gran director de orquesta austríaco Herbert von Karajan “ El arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta”. Obviamente Karajan decía esto cuando la obra, que interpretaba la orquesta sinfónica que él dirigía, pasaba de ser una partitura en sí a convertirse en una hermosa música. Es decir, pasaba a transformarme en “el arte que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos” como comentaba en una ocasión Oscar Wilde al referirse que era para él la música.
En una buena orquesta sinfónica o de cámara, banda de música o cualquier otro tipo de conjunto musical todos los instrumentos son muy importantes. Asimismo, por muy virtuoso que sea el músico que toque un instrumento de viento (de madera o metal), de cuerda, o percusión, sino se da un buen acoplamiento del conjunto, la música ya no será tan agradable y perfecta e, incluso, puede hasta sonar estridente, sin armonía, desafinada,….. En una orquesta o una banda de música pasamos de músicos e instrumentos aislados a ser todos UNO. Se pasa, de esta forma, a tocar todos con la misma intensidad y velocidad y, muy importante, escuchándose uno a otros como siempre pedía el mismo director Von Karajan.
Lo anterior no trata de ser una clase de introducción a la música sino más bien trata de hacer una similitud con lo que pasa, en estos momentos, dentro de la política monetaria en nuestra vieja Europa o, incluso, en Estados Unidos.
A Jerome Powell, desde ciertos sectores económicos y políticos de todo el mundo, se le pide que la Reserva Federal (la FED) levante el pié de las subidas programadas de los tipos de interés de referencia en Estados Unidos para este 2019 y, de esta forma, ayudar a la economía mundial y a los distintos mercados de capitales.
Por otro lado, al Sr. Draghi- y desde ciertos sectores de la pseudoeconomía y desde la política europea- se le solicita que sea mucho más sensible con la situación que vive la economía de la zona Euro y los riesgos geopolíticos procedentes de un posible ‘Brexit’ desordenado. Y, en consecuencia, que continúe con su batuta aplicando “armonías imaginativas” que permitan continuar con las barras de liquidez que paguen rondas gratis, a través de bajos tipos de interés, y todo para que muchos gobiernos no cejen de querer seguir gastando nuestro dinero.
Un dinero, que en muchos casos, no se destina a gastos sociales necesarios ni a mejorar la productividad de la economía de un país, sino que se utilizan para mantener determinadas estructuras sociales al servicio de intereses políticos y unos gastos que, en la mayoría de los casos, son absolutamente improductivos que incrementan la burocracia y que restan potencial de riqueza equilibrada al conjunto de la sociedad mundial.
En definitiva, se pide que los bancos centrales continúen sin soltar la batuta de las políticas monetarias acomodaticias, mientras observamos cómo hay Estados (como sucede en nuestra Europa) en los que, cada uno de ellos, interpretan su particular partitura a diferente volumen, velocidad o tempo, haciendo que la deuda pública siga aumentando. Y esto, créanme, ni se soluciona con unos tipos de interés bajos o negativos por parte de la acción de los principales bancos centrales del mundo (que en muchos casos también hace que se incremente el volumen de la deuda corporativa), ni obligando a pagar más impuestos a los ciudadanos.
Y miren, créanme que me preocupa el volumen actual de la deuda mundial. Pero mucho más importante es su tendencia creciente.
Y voy a tratar de explicarlo con este ejemplo:
Una persona puede pesar 99 Kg y medir 1,80 metros. Alguien, como señalaban las abuelas en mi pueblo, diría: “estás algo hermoso…o lustroso”. Ahora bien, si hace un mes esa misma persona pesaba 105 Kg y hace 3 meses 115 Kg… los 995 Kg, aun teniendo uno la sensación que seguir estando “hermosote”, también será de satisfacción, porque está bajando de peso.
En cambio, si nuestro peso actual es de 99 Kg y hace un mes pesábamos 90 Kg y hace seis 85 Kg… esa sensación de “hermosura” ya no es la misma. Más bien, es una sensación de preocupación, ya que hemos ido engordando.
Como ven, el peso de la persona es para tomárselo en serio pero la tendencia mucho más. Y esto no se resuelve ofreciéndole más dulces o anabolizantes a la persona con sobrepeso, sino haciendo una dieta sana y deporte. En definitiva, y a nivel económico, no se resuelve con más política monetaria superacomodaticia.
Pero tampoco se resuelve con más gasto público y más impuestos sobre los ciudadanos que, a la larga, recaen principalmente sobre la llamada “clase media”. Y es que señalaba un famoso ex presidente estadounidense que la prosperidad de su país descansaba sobre los hombros de la clase media.
Tanto los países desarrollados, como aquellos en vías de desarrollo, pretenden contar con una importante clase media. Pero, ¿saben cuál es realmente el interés de muchos políticos de que existe cada vez más clase media? Pues, y si me permiten echar mano de una parte de un poema argentino, para “…..de ser el medio del que comen otros…”.
La desaceleración económica mundial, en nivel de endeudamiento global, las tensiones geopolíticas o las decisiones en materia de política monetaria seguirán siendo variables muy influyentes en el devenir de los distintos mercados de capitales en este ejercicio y, en consecuencia, a tenerlas muy presentes cuando tengamos que estructurar nuestra propia cartera de inversión.
Sin embargo, mientras las economías mundiales siguen enchufadas a las políticas monetarias acomodaticias y a los crecientes gastos públicos superfluos populistas para mantener el sillón del poder, más lejos estaremos de poder tomar decisiones de inversión desde la lógica de los fundamentales económicos y mucho más cerca de sufrir nuevas tensiones financieras y, con ellas, momentos irracionales de pánico.
En definitiva, sería bueno caminar hacia un mundo financiero más normalizado, con menos influencia de las medidas de política monetaria y fiscal, y mucho más por temas económicos que nos permitan distinguir los activos más “sanos” y a precios razonables de aquellos otros que, a la larga, podrían dar problemas.