El griego revalida su título en el Masters 1000 de Montecarlo

Tsitsipas despierta a Davidovich y le deja sin título en Montecarlo

Stefanos Tsitsipas se proclamó campeón del Masters 1000 de Montecarlo, después de derrotar al español Alejandro Davidovich en la final

Davidovich
Davidovich se lamenta tras un punto. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El sueño de Alejandro Davidovich en Montecarlo duró hasta el último día, pero acabó sin final feliz en una final en la que se despidió de forma amarga del Masters 1000 que ha supuesto su explosión en el circuito. El tenista malagueño cayó en dos sets (6-3, 7-6(3)) ante Stefanos Tsitsipas, el mejor jugador sobre tierra batida con Nadal y Djokovic ausentes, como demuestra su segunda corona consecutiva en el Principado, con un auténtico partidazo en el que sólo dio opciones a un meritorio Foki en un segundo set de gran nivel.

El resultado final muestra lo que sucedió sobre la pista central del MonteCarlo Country Club, establecimiento elitista en el que Davidovich ha cuajado un papel de matrícula que no se ve empañado por lo sucedido en la final. Al malagueño, de origen ruso, le comenzó pasando por encima un tenista en trance desde que remontara un 4-0 contrario en el tercer set de cuartos de final y que desde entonces no encontró rival en el torneo. Tsitsipas lo bordó desde que Davidovich le rompiera en el tercer juego de servicio y, a partir de ahí, no dio ni una sola opción a la sorpresa en el primer parcial.

En el segundo, la historia fue contraria, y Alex sacó fuerzas de flaqueza para animarse y por fin disfrutar de un papel protagonista en la final. Llevó el set al tie-break y ahí, con honores de campeón, cedió el cetro, que va a parar por segundo año consecutivo a Stefanos.

Tsitsipas era favorito, claro, después de haber barrido a Zverev en una semifinal con juego de ensueño, mientras Davidovich, más desgastado, llegaba con la paliza a las espaldas tras su partido ante Dimitrov. Lo que sí traía bajo el brazo el andaluz era la ilusión de su primera final ATP, así como el desparpajo que le caracteriza y que no se corresponde con sus escasos 22 años. Con este cóctel en funcionamiento llegaría el primer break a su favor, pero dos del lado de Tsitsipas, el primero justo tras perder el saque y el segundo, en el momento clave, le daban el primer set.

El honor de Davidovich

Foki acusaría el golpe, cediendo por tercera vez su saque, esta vez de entrada en el segundo, ante un Tsitsipas en trance, sin importar a qué distancia de la línea de fondo estuviera. Encontrando de forma constante su revés, termómetro de juego del heleno, continuó construyendo ya con viento a favor en la segunda manga, donde el público se volcó buscando la reacción de Davidovich.

El grito del público, unido al de Alex en el momento en que sumó su primer juego, devolvió al encuentro a un tenista de categoría, al que no le importa el ranking o el nivel del adversario. Mínima relajación de Tsitsipas y el terremoto de la Costa del Sol regresaba con un break que le metía de lleno en el encuentro.

Davidovich se resiste y cae

Así circuló la contienda, con un toma y daca constante que significó, con diferencia, los mejores momentos del partido. Davidovich pegaba con estrategia firme e inspiración constante, mientras Tsitsipas tiraba de experiencia para resistir y desequilibrar a un jugador aún inexperto en estas lides. En el 4-4 podía estar el punto de inflexión y ahí el griego, con un juego claramente de contraataque, consiguió el break que parecía definitivo para levantar su segundo título en el Principado.

Sin embargo, Davidovich había llegado al partido y quería quedarse, por lo que no sólo peleó para no caer, sino que devolvió el break y de continuo, se aseguró un tie break en el que se decidiría la manga. De nuevo momento apretado y de nuevo los puntos de experiencia en los que Tsitsipas aventaja a Alex marcaron la diferencia, esta vez ya sí, para coronarse como campeón en Montecarlo.

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