REAL MADRID 3-0 LAS PALMAS: JORNADA 11 DE LIGA

Ganar en tiempos revueltos

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Casemiro celebra el 1-0 ante Las Palmas. (EFE)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

A la tercera fue la victoria. Puede que hasta balsámica si me apuran porque en tiempos revueltos lo primero es ganar. Y el Real Madrid, que llegaba al Bernabéu tras dos derrotas consecutivas, ganó a Las Palmas en un partido que fue casi siempre un monólogo de los blancos, pero que no tuvo mucha gracia. Abrió el marcador Casemiro en un córner al filo del descanso y lo sellaron en la segunda Asensio con un misilazo e Isco con una contra.

Retoques pero no rotaciones. Con la Liga a once puntos virtuales, Zidane no se fiaba un pelo, quizá con más dudas en su equipo que en las dificultades que podría oponer el rival. Entraba Nacho al lateral derecho, Vallejo al centro de la zaga y Asensio por el fundido Modric. Era un equipo con menos centrocampistas que otras veces pero –a priori– con más pegada.

Les cuento: Kiko Casilla de portero, una zaga de cuatro por delante con Nacho y Marcelo en los laterales y la pareja Vallejo-Ramos como centrales. Por delante Casemiro, Kroos, Asensio e Isco –luego veremos de qué forma se colocarían– y con Cristiano Ronaldo y Karim Benzema en punta. Un equipo con más urgencias que La Paz, pero también con talento y pólvora para destruir a Las Palmas, que se plantaba al Bernabéu bien envuelto en piel de cordero.

Apretó el Real Madrid de salida, exigido por un Bernabéu dispuesto a examinar con lupa y sin piedad al equipo. Alta la presión, adelantada la defensa y con Asensio como interior izquierdo e Isco más centrado en la mediapunta. Resueltas las dudas tácticas, Las Palmas quería construir castillos con el balón pero eran castillos en el aire.

Dominio sin pegada

Tres minutos tardó el Real Madrid en cocinar su primera ocasión. Un taconazo de Cristiano habilitó a Benzema en el mano a mano. El francés, oxidado como una bicicleta que llevara dos años en el trastero, estuvo lento y torpe. El control le quedó hacia dentro y disparó al muñeco de Lizoain, que desvió con los pies. Vamos, lo de (casi) siempre.

Dominaba el Real Madrid con paciencia y un punto exasperante de lentitud. Asensio tiraba desmarques entre camisetas amarillas. La defensa de cinco y los cuatro centrocampistas dispuestos por Ayestarán se movían de forma acordeónica y reducían los espacios al equipo de Zidane.

En el once tuvo Las Palmas su primer acercamiento al área de Casilla, que resolvió con el trasero el mano a mano ante un Vitolo que le había robado la cartera a Sergio Ramos. El Real Madrid, lejos de manejar el partido, trataba de resolverlo con prisas, malas consejeras también en el fútbol. De las prisas pasaba a la precipitación y de ahí a las pérdidas. Y sumidos en tal círculo vicioso superamos el primer cuarto de hora de partido.

En el 16 tuvo Cristiano su primera opción de acercarse al gol después de un buen pase filtrado por Kroos. El luso recibió de espaldas, se giró y disparó al lateral de la red de Lizoain. Con más interés que acierto el Real Madrid iba inclinando el partido hacia el área de Las Palmas. Pero el duelo tenía un efecto somnífero como esos documentales de La 2 a la hora de la sobremesa.

El clásico atasco

Al filo del 23 reclamó un penalti Isco por mano de Castellanos. No lo cobró Sánchez Martínez, faltaría más. Era un acción de las que a veces se pitan y a veces no. Y en el 27 el gol volvió a hacer la cobra a Cristiano Ronaldo. El luso maniobró en el pico del área y se sacó un zurdazo raso que botó delante de Lizoain y se topó contra el poste. El luso empezaba a cantar aquella canción de Camilo Sesto: «Siempre se repite la misma historia».

Nacho también se asomó al área con la misma falta de tino que sus compañeros. Luego Cristiano de cabeza tampoco. El luso era más insistente que un comercial de Movistar, pero el gol no dejaba de colgarle el teléfono. El partido se jugaba descaradamente en mediocampo, donde madridistas y piopíos se arremolinaban en torno al área de Lizoain.

Por lo visto, Casemiro

En el 39 Benzema volvió a demostrar que ha perdido la cabeza. El centro de Asensio era medido, pero su cabezazo fue tosco y burdo, como una camiseta del chino. Y por fin, en el 40, el Real Madrid encontró el gol. Fue, ¡aleluya!, de córner. Lo botó Kroos, lo peinó un defensa de Las Palmas y la pelota encontró la testa de Casemiro en el segundo palo. Respiraba el Bernabéu, donde el runrún había empezado a asomar, y respiraba Zidane.

Y con el tanto del brasileño nos fuimos al descanso. No parecía peligrar el marcador para el Real Madrid, pero el río del madridismo seguía bajando revuelto por el Bernabéu. De salida en la reanudación volvió a apretar el campeón y rondó el 2-0 en un acrobático remate de Sergio Ramos.

Sánchez Martínez echó un cable al Real Madrid al dejar sin sanción un penalti de Casemiro a Violo. El brasileño le sujetó de la camiseta pero ni el colegiado ni su asistente se dieron cuenta del agarrón. Y dos minutos después Asensio marcó un golazo que amortiza la entrada del partido al cascarse una volea tremenda que se coló por la escuadra en un balón perdido en tierra de nadie.

Misil del Pichichi Asensio

El golazo de Marco Asensio fue un caldito que calentó el ánimo de un alicaído Bernabéu. Con el partido cerrado, el Real Madrid se echó al monte a cazar canarios. Zidane, precavido, decidió sacar del campo a Casemiro, que empezaba a tener más boletos para la amarilla que Carlos Fabra en la lotería de Navidad. Entró en su sitio Marcos Llorente.

Cristiano Ronaldo tampoco mojó en el 69. De nuevo una buena maniobra y de nuevo el disparo arriba. El luso se desesperaba ante su propia falta de puntería. Su cara era El Grito de Munch en movimiento. Y entonces cayó el tercero. Era el 74 y fue a la contra, como tanto le gusta al Real Madrid. Se lo guisaron entre Asensio y Cristiano y se lo comió Isco, que apareció como un velocista en el segundo palo.

Con el partido resuelto, Cristiano siguió acumulando uys para su propia desesperación. Zidane metió a Lucas Vázquez por Benzema y a Ceballos por Kroos. Se gustaba ya el Real Madrid, satisfecho el Bernabéu de vivir un partido sin tener que abusar del lexatin. Sólo CR7 parecía mosqueado por su falta de gol.

Y así se nos fue consumiendo el partido hasta su final. El Real Madrid ganó, hizo tres goles, no encajó ninguno y sigue aferrado a una remontada en la Liga que, a día de hoy, es más un acto de fe que de fútbol.

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