Champions League: Real Madrid – Viktoria Plzen

Y Mourinho, ¿pa’ cuándo?

Y Mourinho, ¿pa’ cuándo?
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Colorín, colorado, Lopetegui está acabado. Sólo falta certificar la hora de su salida, después de que el Real Madrid volviera a mostrar una desesperante depresión en el partido ante el modesto Viktoria Plzen. Ganó 2-1, pero enseñó todas sus costuras y enfadó al Bernabéu. Su ciclo está acabado, el equipo necesita un revulsivo y lo necesita ya. Así que, como canta Jennifer López, «y Mourinho, ¿pa’ cuándo?».

El aire del Bernabéu antes del partido olía a desilusión. A hombros caídos. A despido. Lopetegui afrontaba de cuerpo presente un partido que, igual que Hacienda, estaba ahí sólo para quitar. Pobre Julen. Su destitución se fue cociendo a fuego lento desde agosto –perdió la Supercopa contra el Atleti– y el último clavo de su ataúd lo clavó Vinicius con su gol el domingo con el Castilla. Ahí ya estaba sentenciado.

Divagado lo anterior, me centro. Volvemos al hombre de la noche: Lopetegui. El técnico elegía para el partido ante el Viktoria una alineación con galones y sin inventos, salvo la presencia de Lucas Vázquez en el lateral derecho. Claro, una cosa es que te despidan y otra es que no ganes ni a uno de los equipos más débiles de la Champions. Jugaban Keylor (portero del inicio de la Champions; Lucas, Nacho, Ramos, Marcelo; Casemiro, Kroos, Modric, Isco; Bale y Benzema. Cambio de sistema y medicina de banquillo para Asensio.

Arreó el Real Madrid desde el inicio, consciente de que no era necesario enfadar al personal más de lo que ya venía de casa. Sergio Ramos la tuvo en un cabezazo violento que repelió el larguero. Seguía de nalgas la suerte para el equipo (todavía) de Lopetegui.

Por fin Karim

Al perro flaco, y el Real Madrid ahora es un maratoniano keniata, todo son pulgas, que estuvieron a punto de picar a los blancos en el diez si no llega a ser porque Keylor Navas evitó el tanto en una mano salvadora de esas que mete muy de vez en cuando. Era el 10 y se encogía el corazón del Bernabéu, que se agrandó en la siguiente transición cuando Lucas Vázquez centró en una acción de vértigo y cabeceó perfectamente Benzema en el segundo palo. Por fin se adelantaba el Madrid.

El tanto tranquilizó a los jugadores, a Lopetegui y al Bernabéu. No a quien esto escribe, que se había echado al coleto un lexatin antes de empezar. También la debilidad del Viktoria, un equipo voluntarioso pero sin el nivel suficiente para complicarle la vida a un equipo que, aunque en crisis, viene de ganar cuatro de las últimas cinco Champions.

Mientras en Manchester la Juve se empeñaba en acercar a Mourinho al Real Madrid, los de (todavía) Lopetegui levantaron un poco el pie, ya menos exigidos después del 1-0. Otro susto de los checos a la media hora y seguido de otro aviso del Madrid en el que Benzema fue demasiado chupón y eso, como conducir despacio, no le pega.

El Madrid sigue peleado con el gol

Pasaba el tiempo y el Real Madrid se adornaba quizá demasiado. Isco se llevó algún pitidito al desperdiciar una asistencia involuntaria del portero del Viktoria. Otro arreón blanco condujo a un par de ocasiones (como casi siempre) malogradas. Y el susto, la madre de todos los sustos, llegó en el 43 cuando Petrzela falló a puerta vacía un tanto que habría sido el 1-1. El Bernabéu estalló en una pitada liberadora en esa jugada con la que se abrochaba el primer tiempo.

Conclusión parcial: ganaba el Real Madrid, pero no salía de la depresión. Lopetegui, lejos de consolidar su endeble situación, seguía arrullándose en el ataúd.

Arrancaba la segunda con un Lopetegui que daba instrucciones hasta en el túnel, como si fuera la Guardia Civil, o quizá para salir en la tele. Pero el Real Madrid seguía haciendo el faquir: ahora se comía un sable, ahora caminaba sobre cristales de Mahou, ahora se rociaba el cuerpo con brasas ardientes… Nada. El Bernabéu se desesperaba con cada ocasión de los checos.

En el 53 Lopetegui se liaba la manta a la cabeza: Isco, despedido con indiferencia, y entraba Fede Valverde, un muchacho que debutaba en la Champions. El mensaje –al menos para mí que son muy malpensado– iba directo al palco: como no me comprásteis un centrocampista para suplir a Kovacic, pues meto al del Castilla.

El 9 es Marcelo

La suerte para Lopetegui, y para el Real Madrid, es que tiene a Marcelo. El brasileño es su mejor delantero después de Sergio Ramos y apareció de la nada para abrochar una gran pared entre Valverde y Bale. Respiro general. Y 2-0 para el Madrid, que al menos reducía el suspense en el marcador.

El segundo hizo cundir el relajo entre las filas del Real Madrid, que volvió a aflojar con el partido, ahora sí, aparentemente resuelto. No movía el banquillo Lopetegui ni hacía calentar a Vinicius, siquiera sea por postureo. Sí que quitó a Bale en el 74 –misma indiferencia que con Isco– y entró en su lugar el señalado Marco Asensio.

Pero el Real Madrid de Lopetegui siempre se complica la vida y concedió un gol al Viktoria Plzen en el 78. Lo hizo Hrosovsky después de un error en cadena de la zaga madridista y con un tiro escorado y no demasiado fuerte. Keylor se tiró pero no pudo evitarlo. Los blancos se complicaban innecesariamente el final del partido. Afortunadamente para el Madrid, quizá también para Julen, no pasó nada más allá de una victoria sufrida en plena depresión.

Lejos de salir reforzado con el triunfo, Lopetegui queda aún más señalado. Por eso, versionando a Jennifer López, podríamos cantar: «Y Mourinho, ¿pa’ cuando?». 

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