Djokovic acaba con un heroico Nadal y se mete en la final de Wimbledon
Rafael Nadal merecía añadir un encuentro del calibre de las semifinales de Wimbledon 2018 a su interminable catálogo de victorias, pero tras remontar y convertir, una vez más, en posible lo imposible, el manacorense sucumbió ante Novak Djokovic y tuvo que despedirse del Grand Slam londinense. Nadal cayó en el quinto set (6-4, 3-6, 7-6(9), 3-6, 10-8) de un partido apoteósico, con casi total seguridad el duelo del año, y en el que lo tuvo todo en contra, condiciones de la pista, horario interrumpido y por supuesto rival, un Djokovic que demostró que a pesar de su posición en el ranking, sigue siendo uno de los más grandes.
Tras lo sucedido en la sesión nocturna improvisada del viernes, el juego inicial de la reanudación emergió como una nota de agradecimiento a los espectadores que, por segundo día consecutivo, se sentaban en la central del All England Club para disfrutar del mejor partido del torneo. Más de diez minutos de ritmo frenético y golpes inverosímiles que Nadal, el sacador, se llevaba para levantar el puño y con él las esperanzas de los que clamaban por un quinto set.
Mucho más corto fue el segundo, con Nadal agresivo como casi nunca y triunfando como casi siempre. Deseoso de hacerse con el entorchado en Wimbledon y sabedor de poseer una de las mejores versiones en su historia en el torneo, Rafa quebraba el saque de Djokovic y acto seguido confirmaba la ruptura para colocar el 3-0 en el luminoso. A Nole con el notable no le alcanzaba, el huracán que tenía enfrente pasaba por encima de su tenis arrasando todo.
Tras vivir el estreno de Djokovic en el cuarto set, merced a un juego impecable y en el que Nadal se dejó llevar, el manacorense sufrió un apagón que hizo trizas toda la brillantez mostrada minutos antes. Unido a una nueva subida de nivel de un jugador histórico como el serbio, el encuentro volvía a firmar tablas con Rafa de nuevo contra las cuerdas y con la necesidad de sumar un set al que sólo le quedaba la mitad de los juegos por disputarse.
Desposeído de la inspiración absoluta que le había permitido dominar, Rafa tiró de galones e inteligencia para continuar dominando un encuentro que le había dado un nuevo revés. Construir sobre una superficie inestable es prácticamente imposible para la mayoría de los deportistas de élite, pero para Nadal, que volvió a romper el servicio de Djokovic para acto seguido levantar un 0-40 y apuntarse el cuarto set, no es más que una nueva oportunidad de remangarse para seguir escribiendo páginas de gloria.
Quinto bueno, quinto malo
La victoria estaba más cerca y a la vez más lejos. Djokovic abrió el parcial definitivo sumando su juego al saque y presionando en el de Nadal, que lograba la igualada tapando las ligeras sensaciones superiores de su rival en este tramo de partido. Lo mismo fue sucediendo en los juegos venideros. Ambos mantenían su saque con cierta facilidad y sin dejar resquicio a una pelota de break, mientras que el recuerdo del Isner-Anderson comenzaba a sobrevolar el All England Club.
El 4-4 llegó al luminoso después de que Nadal tuviera que tirar de todo su repertorio para salir airoso del jaque propuesto por Djokovic. Las derechas surrealistas ejercían de preludio a una celebración marca de la casa que allá donde va consigue conectar al público. Rafa estaba vivo y dispuesto a hacer un favor a la organización con un break que acortara el desenlace. Dos pelotas de break fueron el resultado de las dudas de Nole, que tras más de cuatro horas interrumpidas seguía conectando servicios directos para sobrevivir. Pudo levantar la primera con un ace y la segunda con otro servicio magnífico que Nadal devolvió a la red. El 5-4 volvía a marcar el límite de un encuentro en el que el número uno no paró de vivir al límite.
El abismo se presentó en el partido en forma de un 0-30 que dejaba a Djokovic a dos puntos del triunfo y la final, pero el partido no estaba preparado para un final en el que Nadal cayera derrotado, no al menos en ese momento, y el destino le prestó al español el servicio de McEnroe para que con cuatro puntos consecutivos pusiera de nuevo las tablas, alargando la emoción del partido de nunca acabar.
Desenlace indeseado
La misma receta fue introducida en el siguiente par de juegos, con Djokovic sin sufrir al servicio y Nadal tirando del suyo para volver a levantar una situación cercana al límite. Rafa no iba a ser el único en sufrir lo indecible para mantener el saque, y en un órdago a la grande del balear, Djokovic respondió con el martillo que tiene en el revés, uno de los mejores de la historia del tenis, para colocarse de nuevo a un juego del triunfo, cuando la ausencia de muerte súbita había provocado la inmersión en el desenlace por ventaja de dos.
El oxígeno cada vez era más escaso en la central del All England y los golpes eran reemplazados por gritos. Rafa seguía gastando vidas, pero aún le quedaba su as guardado en la manga, el as de oro, que le sirvió para levantar la primera pelota de partido de Djokovic con su gran descubrimiento del torneo, la dejada, esa que falló en su primera derrota en Roland Garros frente a Soderling pero que iba a rozar el blanco de la línea como elemento salvador de todo un país al que se le había olvidado comer por animar a su héroe.
Djokovic estaba en trance con su juego de fondo, por lo que la disputa se iba a volver a reducir al servicio de Nadal, quien después de cientos de momentos de salvación milagrosa, iba a sucumbir y decir adiós a Wimbledon con la cabeza bien alta y la rendición por parte del mundo del tenis ante su figura y la del genio que le batió en una nueva batalla de dioses.
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