Cristiano y los gilipollas


Sostiene Carlos Herrera que en España hay más tontos que botellines. No es que estén censados oficialmente, ni registrados en la ANT (Asociación Nacional de Tontos), pero la teoría es fruto de un estudio sociológico a pie de calle. Y tiene razón. Pero si damos por cierto que hay tontos hasta debajo de las piedras, por cada tonto en este país hay al menos un par de gilipollas, que viene a ser que uno ha nacido tonto y luego ha sufrido un par de recaídas.
Y como las setas en otoño, los gilipollas brotan siempre al filo de la noticia. La noticia de este domingo fue la lesión de Cristiano Ronaldo y allá que fueron los gilipollas en procesión para alegrarse del mal ajeno. Aparecieron gilipollas como por ensalmo, igual que si los hubiera traído la marea cual plaga de medusas.
Hay gilipollas en bañador y gilipollas en traje. Gilipollas con corbata y gilipollas que van a comprar el pan en chándal al estilo Belén Esteban, que no afirmo aquí que sea gilipollas, sino que va a comprar el pan en chándal. Hay gilipollas fontaneros y gilipollas taxistas. Hay gilipollas que trabajan en multinacionales y gilipollas en las PYMES. Hay gilipollas hipsters y gilipollas que visten de Cortefiel. Incluso hay gilipollas que tienen el título de community mánager, suponiendo que se escriba así. Hay una infinita gama de gilipollas, porque la gilipollez humana no distingue ni sexo, ni raza, ni religión, ni siquiera equipo de fútbol.
Alegrarse de la lesión de un futbolista como Cristiano Ronaldo, por mal que te caiga, por muchas veces que haya ganado a tu equipo, por mucho que juegue en el rival al que odias y envidias a partes iguales, es de gilipollas. La grandeza del rival engrandece también los triunfos de tu equipo, aunque suponga que ganes menos veces. Por eso cuando alguien se alegra del mal ajeno, demuestra una estupidez de proporciones bíblicas. Y eso es ser un gilipollas. Y quien dice un gilipollas, dice un malnacido.