Cristiano, dios vikingo

Cristiano-Ronaldo-Madrid-Champions
El Real Madrid salió triunfador de Suecia con un Cristiano en plan leyenda (Foto: EFE)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Llegaba Cristiano a tierras nórdicas a la cabeza de las huestes vikingas. Llegaba picado, mohíno, con esa mueca que se le dibuja en el rostro cuando no marca y ya iban tres partidos sin meterla. Pero Ronaldo nunca se arruga, ni baja los brazos, ni se cansa de batir récords. En el campo del Malmö hizo un doblete (ya lleva cinco tantos en dos partidos de Champions y 82 en esta competición desde que debutó) para sacudirse ansiedades ficticias e igualar por fin los 323 goles de Raúl González con la camiseta del Real Madrid.

Rotaba Benítez a Modric y Marcelo, dos de esos intocables silenciosos que han coleccionado minutos como los Puyol coleccionaban millones del 3 por ciento. El croata es la piedra angular, la piedra filosofal y la piedra Rosetta de un Madrid que se constipa a poco que Luka estornuda. Además, como tampoco es un juvenil, su técnico le recetó jarabe de banquillo aunque no le doliera la garganta. Con Marcelo, tres cuartos de lo mismo: cualquier parecido entre el brasileño y sus sustitutos -el cumplidor Nacho o el hipster Arbeloa- es pura coincidencia.

El Malmö demostró tener orgullo vikingo y salió empujando como si fueran los remeros de un drakkar. Aguantaba las embestidas Casemiro, el pegamento del centro del campo, que permitía a los Special K (Kroos y Kovacic) jugar libremente y asomarse al área local.

Al Madrid le costó un cuarto de hora hacerse con los mandos del partido, porque los de Benítez atacaban con la táctica del embudo, lastrados por la escasa presencia ofensiva de Arbeloa y Carvajal en el arranque del partido.

A los 15 tuvo la primera el 7, que acumularía cuatro ocasiones consecutivas: una con la derecha, otra con la izquierda, otra de cabeza y otra de volea. Pero Cristiano estaba más gafado que José Vélez. Y eso que fue una pillería suya en un saque de banda la que habilitó a Benzema para que bailara claqué en la línea de fondo. El francés se la puso a Ronaldo que, más que un disparo, hizo una cesión al meta Wilam. Picado por fallar la primera, CR7 buscó salirse a zonas más escoradas. Regateo en el pico del área, pero su disparo lo atrapó el portero sueco. La tercer, un centro de Kroos que parecía una media verónica que no llegó a cabecear Cristiano en boca de gol. Y dos minutos después, la volea, de nuevo a pase de un Kroos disfrazado de Modric y cómodo como si estuviera con la selección alemana.

Y a la quinta, Cristiano marcó. Fue un gol de los tiempos de Mourinho, con el Madrid corriendo al toque de corneta después de recuperar la pelota. Tres pases, cuatro toques y a la jaula. Kovacic puso a la carrera una diagonal milimetrada pasa Isco, que la pinchó, miró a Ronaldo, arqueó el tronco a 45 grados, sacó la lengua, giró el tobillo como si fuera de chicle y se la puso a Cristiano, que venía desatado a su derecha. El luso rompió el balón y con él todos sus fantasmas invisibles por haber estado tres partidos sin marcar.

El Real Madrid se volvía a replegar, quizá porque el frío nórdico se combate mejor cuanto más juntitos o quizá porque a Benítez le mola más guardar la ropa que nadar. Casemiro se ganó a pulso una amarilla, porque en el partido empezaban a pintar bastos. Ya se sabe que los vikingos no son gente que se rinda sin pelear.

Antes del descanso, Carvajal pudo lograr el 0-2 con el césped del estadio Malmö plagado de heridos, doloridos y contusionados de distinto grado. El pequeño lateral empaló con el exterior un balón suelto en el área. La pelota se estrelló contra el larguero. Habría sido un golazo. O un churro. Cristiano también tuvo la sexta, pero su falta directa acabó en su destino habitual: contra la barrera.

La primera embestida vikinga en la reanudación la resolvía Keylor Navas anticipándose al peligro en el área pequeña. El Madrid se puso serio y empezó a estirarse. Un pase de pecho, repito, un pase de pecho de Arbeloa en la frontal del área del Malmö lo empalmaba fuera Kovacic en el minuto 50.

Dominaba el Madrid (oh, la posesión), rascaba el Malmö. Sólo Casemiro parecía cómodo en el cuerpo a cuerpo. Hasta a Arbeloa le daban patadas estos suecos. Una jugada surgida de la conexión Isco-Benzema la finalizó el malagueño con un estropicio que no era ni un tiro, ni un centro.

Benítez se veía con los pies al aire, así que apostó por arroparse y destaparse la cabeza. Modric por Benzema. Cambio defensivo, cambio inteligente. El Madrid se echó atrás y concedió un córner. Arbolea hizo un clamoroso penalti en el 69 por un empujón de esos con los que ha aliñado su carrera y que rara vez le han pitado.

Salía Lucas Vázquez por un fundido Kovacic a falta de 20 minutos para terminar el partido. Otro pasito hacia atrás y otra ocasión para el Malmö. El veterano Rosenberg (ex del Racing) la tuvo en su cabeza, pero su remate picado se perdió a la derecha de Keylor.

En el 77 los suecos perdieron un vikingo por hacerle una llave de lucha libre a Lucas Vázquez. Dos minutos después, Ronaldo tenía la séptima ocasión, pero esta vez su disparo de vaselina lo sacó Wilam con una apreciable estirada.

Arbeloa rozó el segundo penalti, pero Cakir se hizo el orejas, que no el sueco. Aún le daría tiempo a Cristiano para tener la octava, tras un genial pase de Modric en una contra de manual. Su disparo lo rechazó Willam con una extraordinaria mano. Cristiano volvía a acumular estadísticas de Higuaín por segundo partido consecutivo.

Antes de acabar el partido, Cheryshev tuvo un mano a mano para cerrar el partido, pero ni pasó a Cristiano, ni tiró bien. Un minuto después, Ronaldo tenía la novena con una media volea dentro del área. El partido moría en el área del Malmö con Arbeloa y Carvajal jugando de extremos.

Pero Cristiano no había dicho la última palabra. Si a la quinta llegó el primero, a la décima llegó el segundo. Dos contra uno de Carvajal y Lucas Vázquez por la derecha y el luso que se adelantaba al defensa sueco con la puntera, un gol de pivote de fútbol sala. Su gol 323 con la camiseta blanca. El gol que le permite mirar a los ojos a Raúl y decirle que el 7 que dejó está en buenas manos.

Lo último en Deportes

Últimas noticias