La Champions reanima el Atlético
Los rojiblancos, de menos a más, remontan un partido inflamable en casa del líder neerlandés
Logran la primera victoria continental del curso a domicilio y aspiran al top-8 de la Fase Liga de la Champions
En ocasiones el fútbol no va de goles, sino de golpes. A ver qué equipo pega más fuerte y es capaz de aguantar en pie. El Philips Stadion se convirtió en un ring durante una hora y media con dos equipos azotándose para noquear al rival. Lo consiguió (2-3) el Atlético, que tuvo que resistir el bofetón inicial y el vendaval final para validar los tantos de Julián Álvarez, Hancko y Sorloth. Los rojiblancos pudieron golear y acabaron arropando a Oblak y pidiendo la hora. No hubo golpe que les derribase. Qué manera de sufrir.
Encuentra el Atlético su oasis de tranquilidad en la Champions, quién lo diría. La competición de los sabores más amargos de la su historia es ahora un ecosistema balsámico donde encuentran el oxígeno que les falta en Liga. Pintaban bastos en el Philips Stadion, fortaleza donde las haya en la actualidad. El PSV llevaba sin perder desde mediados de septiembre y por el camino había dejado un set endosado al Nápoles y un póker al Liverpool para asaltar Anfield.
Intensa cita con el dentista la que tenía el Atlético, equipo que se resfría lejos del Metropolitano. Y a ella acudió con enjuague bucal desde el inicio. Con una presión asfixiante a la salida de balón del PSV liderada por Sorloth, trabajador incansable en todo el partido. Lo hizo todo y todo bien hasta que llegaba a la portería de Kovar. Ahí, fundido a negro. Incomprensible cabezazo fallado en el ecuador del primer tiempo. Para entonces, Til ya asestado el primer puñetazo en el rostro a los rojiblancos.
Con la estrecha colaboración de Nahuel Molina, sospecho habitual. El argentino estuvo en todas las fotos. Cuando no se entretuvo pidiendo fuera de juego perdió de vista su marca y acababa con la casa sin barrer. Se le vio falto de confianza y ello desembocaba en fallos defensivos. El tiempo que tardó en reaccionar y dejar de pedir fuera de juego lo aprovechó Driouech para sacarle metros y servir en bandeja el gol a Til. Nahuel persiguió sombras durante gran parte del partido, como el coyote persiguiendo al correcaminos. Su actuación pareció un episodio piloto de la serie.
Tardó Nahuel en volver a estar sordo de un pie, fue ese periodo entre guerras en el que reaccionó el Atlético. Dio fruto la presión asfixiante. Giuliano encontró el fallo de Yarek, y Sorloth sirvió el gol a Julián. Mantiene el argentino su idilio con esta competición. Ya son cuatro goles en cinco partidos este curso y 11 en 18 desde que viste la rojiblanca. Dio el paso el Atlético, que se estiró arriba, pero se descuidó abajo. La manta era corta y no daba para tapar ambas zonas.
Se desquitó -algo- Nahuel antes del descanso. Un disparo suyo lo despejó Kovac lo paró, pero Hancko aprovechó el rechace y puso al Atlético en ventaja. Las cosas del fútbol, el jugador que se mete en un lío es el germen de la alegría posterior. Se dejó llevar el Atlético que dio otro golpe al mentón con Sorloth, que a la segunda si supo dirigir su cabezazo. Entró el partido en una espiral de transiciones rápidas, de idas y vueltas en las que los rojiblancos pudieron golear. No lo hicieron y acabaron agobiados mirando al reloj. ‘¿Cuánto queda?’, parecían pensar.
Porque Perisic y Pepi habían entrado al terreno de juego y entre los dos castigaron la fragilidad defensiva rojiblanca. El primero botó un córner que remató el segundo y el Philips Stadion erupcionó como una botella de champán. Fueron cinco minutos, pero qué cinco minutos de sufrimiento para los de Simeone. Obispo falló lo infallable y exoneró al Atlético que reanima en Champions. Golpearon más y se mantuvieron en pie mejor. El abecé del boxeador.