Atlético - Celta: Jornada 28

El Atlético no se rinde (3-0)

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Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el gol de Griezmann. (AFP)

El Atlético de Madrid se impuso al Celta por 3-0 en un partido en el que los del Cholo Simeone fueron superiores, pese a que los gallegos dieron algún que otro susto. Antoine Griezmann adelantó a los rojiblancos, Vitolo amplió diferencias y Correa sentenció el choque. Los colchoneros, al igual que Luis Fonsi, no se dan por vencidos y continúan haciendo los deberes a expensas de algún pinchazo del Barcelona.

Con la corta plantilla que se le ha quedado al Atlético de Madrid no se esperaban muchos cambios respecto a los últimos partidos. Con la novedad de que Oblak regresaba al once, Simeone confeccionó una defensa habitual con Vrsaljko en banda derecha, Lucas en el otro costado y Godín y Giménez como centrales. Saúl y Gabi partían como mediocentros, dejando un carril para Koke y el otro para Vitolo, que gozaba de una nueva y buena oportunidad de convencer al Cholo. Diego Costa y Griezmann, en punta de ataque.

Los rojiblancos saltaron más convencidos que el Celta desde el inicio, y eso que los vigueses están de lleno en la apasionante lucha por la Europa League en la que está media Liga. Diego Costa entró como una moto a la presión. Vrsajlko se convirtió en un puñal por el flanco derecho, generando gran parte del peligro colchonero mientras aprovechaba la empanada de Jonny y Emre Mor, que parecía echar de menos la típica siesta de estas horas.

Mucho dominio para los del Cholo Simeone, pero pocas ocasiones para que Rubén Blanco se embarrar deteniendo disparos colchoneros. La mejor de la primera mitad llegó a balón parado, eso a lo que el Atlético le ha perdido la práctica. El testarazo de Godín se perdió por línea de fondo por el canto de un duro. Hubo respuesta del Celta, mejorando aún más la oportunidad de los locales: Sergi Gómez erró a bocajarro gracias a un Godín que si no le teme perder los dientes, menos aún llevarse un pelotazo.

Imparable Griezmann

El Celta trataba de dar un golpe sobre la mesa las pocas veces que llegaba. Un fallo de Godín pudo traducirse en un gol de Iago Aspas, pero el de Moaña marró una ocasión de las que nunca se le ha visto fallar. Por lo demás, el Atlético tenía el control, pero con menos ocasiones que Puigdemont de lograr la independencia de Cataluña. Los vigueses eran como el día en Madrid: atacaban como la lluvia y daban un respiro con el sol.

Y en una de esas en las que el sol reinaba por encima del Metropolitano apareció un Griezmann que resplandece desde las últimas semanas. El francés recogió un balón solo en el segundo palo tras un córner, recorto a un Jonny que había perdido su marca, y batió por la escuadra a Rubén Blanco. Felicidad en el feudo colchonero, y como en el cuento de El Principito, colorín colorado, la primera parte se ha acabado.

Hacía frío y los jugadores decidieron calentar un poco el partido. Primero reclamó un inexistente penalti el Tucu, haciendo que Iago Aspas perdiese los papeles y diese una patada innecesaria a Lucas en la jugada posterior. Amarilla para el delantero e instantes después para Sergi Gómez por un pisotón por detrás a Diego Costa. Todo esto en menos de cinco minutos. Como decía, ánimos caldeados al salir de vestuarios. 

Vitolo remata la faena

Muy cerquita estuvo el Celta de igualar la contienda, pero si no es Oblak, es su ángel de la guardia. El palo repelió un disparo mordido de Radoja, metiendo el miedo al Atlético, que inmediatamente dejó claro que quería los tres puntos. Un pase de genio de Griezmann, a un hueco que el solo vio, acompañado de un genial desmarque de Vitolo permitió al de San Cristóbal superar a Rubén Blanco con una picadita más elegante que cualquier joya de Swarovski.

El canario parece recuperar sensaciones con su juego y su gol, pero si algo le revitalizaría sería la la impresionante ovación que se llevó al ser sustituido por Correa mientras el Metropolitano, al unísono, coreaba su nombre. Gol por gol, debía haberse cantado por megafonía, porque Angelito aprovechó la primera que tuvo. Insistió para llevarse un rebote y, solo ante el portero, perforó la portería con la misma facilidad con la que Santana clava un solo de guitarra.

Por delante, veinte minutos que sobraban. Los aficionados hubieran agradecido un cafecito caliente, pero se montó la fiesta en el Metropolitano, que volvió a recordar al Vicente Calderón. Diferencia de tres goles en el marcador y tres puntos en el bolsillo. Los deberes hechos. Victoria para seguir la estela del Barça y esperar varios pinchazos de los de Valverde para sorprender y tratar de llegar con vida a las últimas jornadas de la Liga.

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