Descubre qué podría pasar si la Tierra deja de girar
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La Tierra realiza dos movimientos principales en el espacio: la rotación alrededor de un eje imaginario y la traslación alrededor del Sol. Durante la rotación, que dura aproximadamente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos, la Tierra gira sobre sí misma en dirección Oeste-Este.
Este movimiento genera fuerzas como la fuerza centrífuga, contrarrestada por la fuerza de gravedad, lo que produce una variación en el peso que es más reducido en el Ecuador. Además, el efecto Coriolis provoca una desviación hacia la derecha en el Hemisferio Norte y hacia la izquierda en el Hemisferio Sur, influenciando los vientos y las corrientes marinas.
Por otro lado, durante la traslación, la Tierra gira alrededor del Sol en aproximadamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Este movimiento causa cambios en la posición de la salida y el ocaso del Sol a lo largo del año debido a la inclinación de la Tierra, que es de aproximadamente 23 grados y 27 minutos.
Esto es lo que ocurriría si la Tierra dejara de girar
La Tierra, el tercer planeta del Sistema Solar, gira constantemente sobre su propio eje y alrededor del Sol, ejecutando así dos movimientos periódicos: la rotación y la traslación. Recientemente, los científicos han observado un fenómeno desconcertante: la velocidad de rotación de la Tierra está aumentando gradualmente, aunque las razones detrás de este incremento aún no están claras. Por ejemplo, el 29 de junio de 2022, completó una rotación en 1,59 milisegundos menos de 24 horas.
Si nos detenemos a considerar las posibles consecuencias de un escenario hipotético en el que la Tierra dejara de girar de repente, nos enfrentaríamos a una catástrofe de proporciones enormes para la mayoría de la superficie del planeta.
Actualmente, la Tierra mantiene una velocidad de rotación de aproximadamente 1.770 kilómetros por hora en el ecuador, disminuyendo a cero en los polos. Si este movimiento se detuviera bruscamente, todos los seres vivos y objetos sobre la Tierra serían lanzados violentamente hacia el aire, sin alcanzar el espacio. Árboles, edificios, rocas y cualquier otro elemento que no estuviera firmemente integrado al suelo sería expulsado con gran fuerza.
Además, la súbita frenada de la Tierra desencadenaría terremotos y tsunamis. Los océanos se desplazarían hacia los polos, dividiéndose en dos cuerpos enormes de agua y formando un megacontinente en el ecuador como resultado de este movimiento.
Habría regiones en las que sería perpetuamente de día y otras perpetuamente de noche, ya que la Tierra seguiría orbitando alrededor del Sol pero sin rotar sobre su eje. Solo en una estrecha franja crepuscular entre estas dos mitades del planeta sería posible la habitabilidad teórica.
Las estaciones tal como las conocemos desaparecerían, y la meteorología experimentaría cambios significativos. Aunque los huracanes serían cosa del pasado, surgirían más desiertos y se perderían fenómenos naturales como las auroras boreales. Además, la Tierra perdería su protección natural contra los rayos cósmicos y las tormentas electromagnéticas del Sol al desaparecer su campo magnético.
Aunque las probabilidades de que ocurra una detención repentina de la rotación terrestre en el futuro próximo son extremadamente bajas, según la NASA, la mera contemplación de este escenario nos hace apreciar la importancia de la constante danza orbital que permite la vida en nuestro planeta.
¿Cuándo sucederá el fin del mundo?
Una investigación publicada en la revista ‘Nature Geoscience’, revela proyecciones virtuales realizadas por supercomputadoras. Según el estudio, el aumento del calor extremo en la Tierra podría conducir a la fusión de los continentes en un único supercontinente, caracterizado por altas temperaturas y condiciones inhabitables.
El autor principal, Alexander Farnsworth, advierte que la formación de este nuevo supercontinente traería consigo una «triple amenaza»: el efecto de la continentalidad, el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera y el incremento de la temperatura global. Farnsworth señala que las temperaturas extremas, que podrían alcanzar entre los 40 y 50 grados Celsius, junto con niveles de humedad elevados, representarían un entorno hostil desprovisto de alimentos y agua para los mamíferos.
El estudio proyecta que en 250 millones de años, debido al aumento de la radiación solar y los movimientos tectónicos, se formaría un supercontinente predominantemente en los trópicos cálidos y húmedos, con temperaturas que oscilarían entre los 40 y 70 grados Celsius en gran parte del planeta.
Para llevar a cabo el análisis, se realizó una simulación de las tendencias de temperatura, vientos, humedad y precipitaciones del supercontinente, denominado Pangea Última. Además, se estimó que los niveles de dióxido de carbono podrían aumentar significativamente, alcanzando más de 600 partes por millón en muchos millones de años.
Los investigadores hacen hincapié en la importancia de abordar la crisis climática actual, ya que el calentamiento global causado por las emisiones humanas de gases de efecto invernadero está exacerbando el calor extremo perjudicial para la salud humana.
Aunque el estudio plantea un escenario distante en el tiempo, destaca la importancia de tomar medidas inmediatas para abordar el cambio climático y proteger la habitabilidad de la Tierra en el futuro.
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