Eslava Galán: «Para ser barrendero te piden el graduado, para sentarte en el Congreso sólo obediencia al partido»

El escritor y divulgador histórico Juan Eslava Galán acaba de publicar: 'Revolución francesa contada para escépticos', un libro donde relata de forma sencilla e irónica aquella lucha que hizo caer al Antiguo Régimen.

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Juan Eslava Galán
Juan Eslava Galán, escritor. @Javier Ocaña
María Villardón

Escritor español. Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) ha escrito La Revolución francesa contada para escépticos (Planeta). A unos este divulgador de historia gusta mucho, a otros nada; pero preocupado no le veo. «Esta Revolución en Francia y caída del Antiguo Régimen trajo el mundo casi tal como lo conocemos hoy en día. La Corte francesa, esa donde cayeron los Reyes –Luis XVI y María Antonieta–, es casi como nuestro Congreso, nadie quiere salir de la bicoca, sólo hay un montón de ceporros incultos que han llegado ahí porque lo ha designado el partido», comienza.

Comenta sin titubeos que «España es prisionera de la partitocracia, no hay libertad de voto en los partidos y eso hace que nuestra democracia esté en decadencia. En esto, Inglaterra está mucho más avanzada. Pedro Sánchez es como un príncipe del Renacimiento: guapo, alto, por supuesto, pero también maquiavélico y amoral porque sólo trabaja para sí mismo».

«Prefiero hablar con Quevedo, leer la Historia de la vida del Buscón, que es muy divertida», detalla. ¿Sabe que hay un cantante de reguetón que también se llama Quevedo? «Ah, no, no lo sabía. Pero si con esa confusión una persona de 20 años, de repente, conoce también a nuestro escritor, me será un triunfo», dice entre risas.

Para usted, ¿qué es la libertad?

La libertad es un concepto muy manido, pero para mí es que el individuo pueda hacer lo que quiera, siempre que no perjudique a su vecino y a su prójimo. Digamos que ahí la libertad tiene un grado de límites que son los que nos marca la propia sociedad, el problema viene cuando el régimen es abusivo y se recorta la libertad del individuo. Afortunadamente, en democracia se tiene mayor libertad que en el resto de los regímenes.

Ha vivido ambas cosas, más prohibición y más democracia, aquella que resultó de la transición que, se supone, llega hasta hoy. ¿Cómo ve nuestra democracia actual? Habiendo vivido los tres periodos.

Francamente soy muy muy pesimista. Me parece que nuestra democracia está degenerando y, sencillamente, nos estamos apartando mucho del ideal democrático y hemos caído en una partitocracia. Los partidos políticos tienen listas cerradas, de modo que tú le das tu voto al partido, pero no sabes que van a hacer con él. Quizá lo usen para hacer lo contrario que tu querías que hiciera.

Además, existe la disciplina de voto. Los políticos, aunque piensen diferente a la dirección de su partido, votan que sí ciegamente. Nadie se sale de la línea.

Claro, claro. Otro problema. Es que nadie se atreve porque es el partido el que le pone o no en las listas que van a las elecciones, así que no tienen libertad de conciencia como sí pasa en Inglaterra, que tienen una democracia mucho más evolucionada que la nuestra. Allí a veces se pone una cosa a votación y hay individuos dentro del partido que votan en contra y no pasa nada. A nadie se le caen los anillos. Pero aquí nadie se atrevería a votar en contra porque te ponen en la calle.

Te quedas sin el puesto.

Sí, te quedas sin la bicoca. Estamos en una época en España que para ser barrendero de un pueblo hace falta el graduado escolar; pero para sentarte en el Congreso de los Diputados no hace falta nada, sólo que te pongan y listo, eso es lo único necesario.

Eso me lleva a pensar un poco en todo el germen que provocó esta Revolución francesa: el despilfarro de la Corte frente a personas hambrientas.

Había una minoría privilegiada que era la Corte, o sea la aristocracia. Ésta era la única que tenía acceso a los puestos oficiales, al Ejército, a los altos puestos de la Iglesia y a las grandes propiedades. Y luego, abajo, estaba el pueblo que era el que sostenía a esta gente con sus impuestos, porque la aristocracia no pagaba impuestos. Es decir, había nobles y había vasallos.

La Revolución francesa construye una tabla rasa con todo eso y a partir de entonces impone que todos somos iguales. No hay nobles ni hay vasallos, hay ciudadanos iguales ante la ley. Se inaugura, de este modo, lo que llamamos el ascensor social. Si tú procedes de una capa baja del pueblo y eres una persona con méritos, puedes llegar a escalar lo más alto de si tú quieres.

Sí, la meritocracia de la que hablamos hoy en día, que no sé si actualmente es tan cierta como en el S XVIII o si entonces era tan poco cierta como ahora.

(Ríe) A pesar de todo, de la Revolución y de ese ascensor social o la posibilidad de progresar, se siguen produciendo muchos abusos. Hoy diría que hemos mejorado mucho porque hemos bebido en la fuente clara de la Ilustración, esa Ilustración que se produce a lo largo del S. XVIII y que, en última instancia, provocó la Revolución francesa. Y, sin duda, de eso nos hemos beneficiado todos los países occidentales, todas las democracias occidentales. No hablo nada del resto del mundo, que eso ya es otro debate.

En alguna ocasión yo he creído escucharle hablar sobre algunos paralelismos entre la Revolución francesa y la Revolución rusa de 1917.

Hay un paralelismo obvio y es que en ambos casos hay un sistema absolutamente injusto. La nobleza existe y es la nobleza del Zar. Y es que, incluso, la aristocracia rusa era mucho más derrochadora que la aristocracia francesa anterior a la Revolución. También el pueblo está ahí y, además, si me apuras, el pueblo ruso estaba en peores condiciones que el francés.

El triunfo de la Revolución francesa es claro, sienta unas bases, pero no podemos decir que cierra un ciclo porque vendrán al menos tres revueltas más en el futuro. Lamentablemente, en el caso de la Revolución rusa no triunfó nada en absoluto porque lo que se hizo fue sustituir a la nobleza abusona por un Partido Comunista que sólo fue una nomenclatura, ya que fueron una nueva nobleza, igualmente abusona, y el pueblo se quedó igual.

Aquella nobleza abusona en forma de partido político tiene aún partidarios en este país y, además, forman parte del Gobierno y tienen cargo en el mismo.

Bueno, ya se sabe que tiene que haber gente para todo. Está bien que haya muchas opiniones, siempre que respetemos lo básico que es, nada más y nada menos, que respetar la Constitución. Los países más avanzados del mundo tenemos una Constitución, mejor o peor, pero debemos respetarla y después, si hay opiniones, pues Bendito sea Dios.

Arturo Pérez-Reverte, que hasta donde sé, son ustedes amigos, dice que Pedro Sánchez tiene todos los aliños para ser un personaje literario un poco villano, imagino, que no mata al Rey porque aún le sirve.

Sí, y yo estoy muy de acuerdo con Pérez-Reverte. A mí como personaje me parece fascinante porque es como un Príncipe del Renacimiento italiano, un ser perfectamente amoral y maquiavélico que sólo trabaja para sí mismo, y que manipula a todo el que tiene alrededor y también la democracia. Todo lo que haga falta para mantenerse en el poder.

Esta Revolución francesa pone el poder en manos de la burguesía, que también rema en su propio favor. Una vez más la furia del pueblo se instrumentaliza.

Efectivamente. Yo subrayaría varias cosas de la Revolución francesa. La primera es que la iniciaron las mujeres, algo que nunca se tiene en cuenta. Ellas fueron la que encendieron la chispa porque sus hijos se estaban muriendo de hambre e hicieron una marcha de protesta hasta Versalles, donde vivía el Rey. Ahí surge la Revolución que hizo el pueblo, pero de la que se benefició la burguesía, que era la que en realidad había inspirado la  Ilustración a lo largo de todo el siglo.

Pero, ¿el pueblo? Se quedó más o menos como estaba, aunque es cierto que se conformaron las bases de la Declaración de los Derechos Humanos, herramienta para ascender socialmente, como decía.

Con respecto a Versalles, allí vivía la Corte y no en París, usted comenta que en la ciudad francesa sólo se malvivía entre mala higiene y malos olores. Ni rastro del urbanismo de hoy.

La idea de París de hoy, con la planificación urbanística del S. XIX con grandes avenidas, es irreal. El París de la Revolución era todavía una ciudad medieval con callejuelas malolientes, mal alcantarillado y falta de agua.

Como curiosidad, decir que tras la Revolución y la huída de muchos aristócratas y la guillotina de los Reyes, muchos chefs de la Corte en Versalles se fueron a París a poner restaurantes, todos se habían quedado sin trabajo. Y es ahí donde nace la gastronomía gala hoy tan celebrada, ya que hasta entonces en París sólo había comederos.

¿Es consciente de que si salimos a la calle, probablemente, pocos chicos de 20 años sepan poner la Revolución francesa en la línea cronológica?

Totalmente consciente. Ni eso, ni saber qué significó y eso es algo muy penoso. Si le preguntamos a esta misma gente quién era Franco, tampoco lo sabrá ni el 50%. Hemos abandonado el estudio de la Historia, me temo, y eso me duele.

Antes citaba a un Príncipe del Renacimiento, tampoco conocerán a ninguno. 

Para entender la cita deben saber cómo era el Renacimiento y cómo eran sus príncipes, claro. Por ejemplo, conocer cómo era César Borgia, hijo de un Papa español, por cierto. Estas personas eran muy ambiciosas y perfectamente amorales. Es decir, que no se detenían ni tenían escrúpulo ninguno. Entonces, claro, si decimos que Pedro Sánchez, aparte de buena presencia, guapo y alto, es un príncipe renacentista, debemos conocer también su moral.

¿Cómo ve la claridad moral actual de nuestro Congreso de los Diputados?

Mira, en el caso de Francia, en su Asamblea había de todo. Había idealistas que querían rescatar al pueblo del estado en el que estaba y había otros, los que más, que eran sencillamente unos aprovechados, igual que muchos de los que tenemos sentados en el Congreso. Aquí hay mucho aprovechado que que lo único que quiere es mantener un puesto que es un chollo y no tienen otro objetivo en la vida.

En el caso de Francia, antes de la Revolución, hay una cierta disculpa del Rey y es que a éste le habían educado en la creencia de que él era rey por derecho divino, por designación divina. Después de la Revolución francesa, sabemos que en Europa existen unas cuantas monarquías constitucionales que funcionan muy bien y son países democráticos de los que nadie tiene nada que objetar porque son reyes sometidos a una Constitución que ha votado el pueblo.

Esa es la diferencia entre aquella monarquía y la que tenemos ahora, y eso lo impone la Revolución francesa. Ya el rey no lo es por derecho divino, ahora la soberanía radica en el pueblo y no en el rey como sucedía en el Antiguo Régimen. Así es como funcionan las monarquías europeas, felizmente.

Hay parte de la izquierda, la más escorada, que demanda una república como sistema y acabar con la monarquía parlamentaria. La pregunta es: ¿queremos una república como la de Venezuela o una monarquía como las europeas?

Efectivamente. Es que la república no tiene que ser necesariamente mejor que la monarquía, ni la monarquía tiene que ser necesariamente mejor que la república. Todo depende de en qué manos está el pandero, obviamente. Creer que la república va a ser un resultado estupendo para todos… es un error. La cosa no va por ahí, siempre que haya un Rey que está cumpliendo con sus deberes y no se salta la Constitución, y la defiende, es una monarquía positiva y así lo muestran las monarquías europeas, que son los países más democráticos del mundo y funcionan muy bien.

En este momento, ¿hay ese mismo pesimismo de pérdida que había en la generación del 98 entre los intelectuales?

Cada cual tiene su alma en su armario. Yo no puedo hablar por el colectivo de los intelectuales, únicamente puedo decir que soy pesimista porque creo que en Europa no estamos educando debidamente a las generaciones jóvenes en el esfuerzo y en el trabajo, sino que parece que todo te lo tiene que dar el papá Estado sin exigir nada de nada. Esa es la educación que estamos dando a nuestros jóvenes, algo que es pernicioso, al menos así lo veo yo.

El problema es que los políticos, volvemos a los políticos de nuevo, sólo piensan en ganar las elecciones. Teóricamente su trabajo tendría que ser un beneficio para España; pero en realidad ellos no están al servicio de España, lo único que quieren es laborar para que su partido gane las elecciones dentro de cuatro años porque así mantienen su puesto, de eso depende su cuenta corriente.

Hay que formar a la juventud para recoger frutos dentro de 20 años, momento en el que se habrán formado como ciudadanos y se incorporarán al trabajo. Pero, a ellos esto no les importa eso en absoluto y por eso tenemos ese desastre de educación.

La mayoría de ellos apenas sabe hacer otra cosa.

Claro, eso es lo que pasa. Ahí hay un montón de ceporros incultos que han llegado ahí porque lo ha designado el partido, porque son obedientes y porque votan lo que vota la dirección del partido. Reitero: no estamos en una democracia, estamos en una partitocracia llena de defectos y que va a peor.

¿Confundimos la censura con la política de la cancelación?

Obviamente sí. Una de las cosas que hacen los políticos es manipular las palabras. Por ejemplo, a la mentira la llaman cambiar de opinión. Están manipulando el diccionario.

Buscan sinónimos. 

Sí. Y no tienen miedo a la hemeroteca, sólo se conducen por medio del cinismo y les da todo igual. Hoy hacen unas declaración y mañana dicen lo contrario, y les da igual porque no tienen miedo. Son una nueva generación que ha generado anticuerpos contra la hemeroteca. Si tuvieron vergüenza y dignidad. Obrarían de otra manera.

Tenemos un viejo continente que se ha convertido en un parvulario.

Sí, realmente nos nos tratan como si fuésemos retrasados mentales. No hay más que ver ciertos programas populares de la televisión, que nos tratan como si fuéramos tontos.

Entiendo que por ello, entre otras cosas, usted sigue en conversación con los difuntos. 

Pues sí, cada vez me recluyo en eso. Prefiero leer a Quevedo.

¿Usted sabe que Quevedo ahora es un cantante de reguetón?

Ah, no lo sabía.

Bueno, pues ahora si usted pregunta a los veinteañeros por Quevedo, le van a decir que es un cantante de reguetón.

No sabía, pero se trata de un apellido muy español. Si esa confusión lleva a algún veinteañero a buscar información sobre el escritor en internet y leer la obra Historia de la vida del Buscón, que es divertidísima, ya sería un triunfo.

Algo bueno ha hecho el reguetón por Quevedo. Mire usted.

Evidente, lo admito. (Ríe)

@MaríaVillardón

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