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‘Anatomía de un dandy’: “España se ha olvidado demasiado pronto de Umbral”

Francisco Umbral
Francisco Umbral y Pincho en 'Anatomía de un dandy'. @Cortesía
María Villardón

Directores  de la película documental ‘Anatomía de un Dandy’ (2020). Hay que reconocer que Charlie Arnaiz y Alberto Ortega han tenido arrojo. Acercarse a Francisco Umbral (Madrid, 1932 ​-Boadilla del Monte, 2007) y no salir con el corazón herido es muy complicado. Sumergirte en la figura, a veces ficticia, a veces real, del escritor y pretender salir indemne de su laberinto literario y humano es una osadía.

Ellos, que han dirigido también ‘Aunque tú no lo sepas. Luis García Montero’, la han tenido y, me atrevería a decir –sin caer en el equívoco–, que han sentido cerca a ese Umbral que negaba su propia sensibilidad y que, a la vez, pretendía protegerse de las inclemencias de la sociedad. Una combinación que, a menudo, suele provocar una soledad inesquivable.

Umbral era –es– fascinante. Poseía la capacidad de provocar desprecio y pasión, encerraba a un villano y a un héroe. Tenía la inteligencia suficiente para levantar la ira de las élites y el arte de remover las entrañas mientras escribía mortalmente vivo. ¿Ya no queda gente así? ¿Afortunadamente? Qué va, para nada, sí que queda, sólo hay que intentar no cruzarse con ella porque, es cierto, te hará gozar, pero también sufrir.

Salgo de la película diciéndome a mí misma: “Venga, ¡a ver si eres más cabrona!”.

(Reímos)

Alberto (A): Para que te vaya mejor, ¿no? Ya lo dice él, ya sabes que si eres bueno… ¡No llegas a nada!

Hablando del término dandy, que lo habéis puesto en el título, creo que era Beau Brummell quien decía: “Lo importante para un dandy no es que te inviten a la fiesta, sino conseguir que te echen”. Esto es algo muy umbraliano.

Charlie (C): ¡Totalmente! Umbral tenía la capacidad de dejar frases y palabras que se han quedado para siempre. Por ejemplo, Ángel Antonio Herrera habla de que el término de ‘La Movida’ lo inventa Umbral. Toda su vida estuvo obsesionado por el lenguaje de la tribu, era una persona autodidacta que hizo diccionarios dedicados al léxico. De hecho, Rosa Montero subrayaba la importancia de Umbral por ser un autodidacta en la época de los señoritos de la cultura. Era todo un personaje, eso no lo podemos negar.

Sin duda y, además, por momentos un personaje que deja todo perdido de surrealismo. Provocaba fascinación, pero nadie sabía en realidad quién era.

A: Sí, pero esa jugada puede salirte también muy mal. Al final, el regusto que se te queda es que le salió mal porque se quedó completamente solo. Tuvo su auge porque, además, ¡cuánto más se metía con la gente de la alta sociedad más le invitaban! y eso al final le pasó factura.

La escena que describe David Gistau de esa fiesta, cuando ya estaba muy mayor, en la que todo el mundo está de pie en el cóctel y él está sentado solo en una mesa mientras desmenuza migas de pan, y unas se las come y otras se las mete en los bolsillos… Es sobrecogedora.

(Resoplan)

C: Es una consecuencia de esa hoja de ruta que se había puesto desde pequeño. Es la historia de un personaje que nace en Valladolid en una familia muy humilde, desestructurada, hijo de madre soltera en una época donde esto era lo peor. Y, su padre, en cierto modo, lo atiende, pero es lo que él dice en la película, ¿no? Umbral se siente como el que ve la fiesta desde fuera y, al final, el homenajeado eres tú. Imagina lo que tenía que ser para él ir a una casa donde, aunque era tan hijo como los demás, el resto de los niños eran los señoritos y él, sin embargo, era el invitado que se iba. Te tenía que dejar hecho polvo. Pero, poco a poco, se convierte en un tipo que tiene verdadero poder. Poder en los medios, poder en los periódicos que ponen un dineral para ficharlo y termina formando parte de las élites, aunque él siempre decía que era un quinqui vestido de Pierre Cardin. Es decir, sin perder esa capa de persona que no pertenece a las clases nobles.

No era lo suficientemente popular para ser aceptado por el estrato llano de la pirámide social, ni tampoco lo suficientemente burgués para ser aceptado por las clases altas.

C: Claro. En la película, por ejemplo, Raúl del Pozo dice que al final, a pesar de sus vaivenes e ideas políticas o sus críticas en las columnas, Umbral fue una persona muy mimada por el sistema y eso se ve, es el cronista de la transición española y está ahí en las fotografías con los Reyes, con Aznar, con las primeras figuras de actualidad. Si quieres conocer la historia de este país tienes que leer a Umbral. En él está todo.

¿Hay algo que hayáis omitido porque os ha parecido injusto retratar?

A: Sí, claro. Al final, cuando haces un documental tienes el poder de hacer héroe a un villano y viceversa. Y aquí se trata de un personaje que podríamos haber convertido en un villano, no haber empatizado con él. Sólo hay que ver un poco en YouTube cómo era y ver que decía cosas que con el paso de los años no quedan tan bien. Es lo que tiene ser tan transgresor, sobre todo con esta sociedad actual tan feminista, tan correcta, etc. Cualquier comentario de Umbral hoy en día habría sido un escándalo.

En este sentido, María España –su viuda– no os niega las infidelidades de Umbral, es más, las acepta y comenta: “Tendría sus idilios con señoritas, pero nunca se fue de mi lado”. Una aceptación del adulterio que, desde la lucha de las mujeres del presente, es complicado no criticar, ¿no?

A: Sí, pero creo que al final era un pacto en el que los dos estaban de acuerdo. Hoy se llevan mucho las parejas abiertas o el poliamor y esto no dejaba de ser algo así, algo adelantado para la época.

C: Tenemos que ver la película sin ánimo revanchista. Estamos hablando de alguien que se movió en los años 70 y 80 y, por suerte, nuestro país en este sentido ha cambiado mucho. Es decir, en la época hay afirmaciones que se hacían que hoy en día serían un escándalo. Lo más inteligente es verlo con ánimo de entender la sociedad de ese momento y con el alivio de que esos patrones no se van a repetir.

¡A Umbral se le quiere y se le desprecia todo el tiempo! Es agotador.

A: Es un sube y baja de emociones. Empatizas con él en algunas partes donde vives su drama, como la parte de ‘Mortal y rosa’, la muerte de su hijo Pincho. Imagina cómo fue para nosotros coger todos esos documentos y plasmar ese episodio de la vida de una persona. Era algo muy delicado. Hemos tratado de estar a la altura del libro, es increíble, es una elegía a la muerte de un hijo. Creo que ese capítulo ha quedado muy redondo.

Creo que es el mejor.

C: Ahí es donde entiendes al personaje, sufre el hachazo definitivo que debe darte la vida para que todo te dé igual, para que ya nada te importe. Soy hijo de madre soltera, mi padre pasa de mí, mi madre muere cuando soy un adolescente y, encima, tengo un hijo y se muere de leucemia.

El momento en el que relata cuando va en el ascensor del Hospital Niño Jesús y una señora le dice que se lleva a su hijo porque así lo quiere Dios y le contesta: “¿A Dios le gusta ver que un niño sufre? ¡Me puso de muy mala hostia la vieja!”. Es el arranque de un hombre desesperado y eso, de alguna manera, le humaniza.

 C: Una de las cosas más bonitas que encontramos en su casa, en Majadahonda, es una grabación sonora con Pincho que, al digitalizarla, nos llamó poderosamente la atención porque no parecía la voz de Umbral. Se había desnudado completamente, se había despojado del personaje y estaba contándole cuentos a su hijo.

O sea, ¿la voz que cuenta el cuento de “te voy a llevar a una nube de tomate” es real? ¿Es suya?

A: Sí, sí, suya absolutamente. No hemos tocado nada. Estuvimos días escuchando las grabaciones hasta convencernos y asimilar que era la voz de Umbral.

C: El niño le llama Francisco Umbral, como su seudónimo, y los dibujos que hemos puesto son dibujos de Pincho que también encontramos por la casa. Dibujaban en los papeles del hospital y en las cajas de medicinas con el fin de transportar al niño a otra parte.

¿Ha habido gente que no ha querido participar?

A: Sí, claro, ha habido, pero no te vamos a decir quiénes.

(Reímos)

No pasa nada, lo tenía que intentar. Pero, ¿gente enfadada con él por sus artículos?

A: Sí, algo así. Piensa que Umbral habló toda su vida de la gente en sus negritas. Así que cuando llamábamos decían: “Para hablar mal de Umbral no colaboro”.

¿Mercedes Milá es una de ellas?

(Reímos)

A: No, no, la verdad que no.

Hay una parte en la que Ángel Antonio Herrera incluso se molesta porque sólo se recuerda a Umbral por el “¡vengo aquí a hablar de mi libro!” y dice: “¡Hombre, sólo la gente que ve la televisión y no ha leído su obra!”.

C: Sí, sí. Ángel Antonio Herrera también dice que no reconoce a Umbral al final de su vida porque cuando lo lee, no escucha el tecleo de la máquina de escribir. En el momento en el que está ya en la cama y dictaba a España, pierde esa pulsión de las teclas.

Cuando entras en la casa, ¿aún se percibe a Umbral?

A: Durante el primer visionado con María España, pensamos que lo que más le iba a impresionar era la parte de Pincho, pero no. Al terminar nos dijo: “Ver a Paco tan mayor, me ha impresionado”. Y esto, cuando llegas a la casa lo entiendes, todo está lleno de Umbral, es que como si el tiempo se hubiera paralizado, como si la tarde anterior hubiera tenido que irse corriendo y dejar todo como estaba. Está llena del Umbral vigoroso, brillante, no hay ni una sola imagen de ese Umbral decadente.

Habéis sido unos fisgones de su casa.

C: No te quepa duda. Impresionaba muchísimo ver las fotografías de su madre, su colección de Olivettis y ¡tocar su ropa! Al ver todo eso, te das cuenta de que España se ha olvidado demasiado pronto de Umbral. Era un tío que estaba todos los días en la contra de ‘El Mundo’, pero, de pronto, se muere y los años se llenan de silencio, en mi opinión injustos.

@MaríaVillardón

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