Relaciones entre la genética y la obesidad: ¿es la naturaleza más fuerte que la crianza?
Si bien la genética puede predisponer a una persona a la obesidad, el entorno y la crianza son factores igualmente importantes que pueden mitigar o exacerbar esa predisposición.
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La obesidad es una de las preocupaciones más apremiantes en todo el mundo. El tema se ha investigado durante décadas, en especial en los últimos tiempos, debido al aumento paulatino de personas con sobrepeso. Muchos expertos han planteado la idea de que el factor genético es decisivo en este terreno.
A pesar de que existe abundante evidencia sobre la influencia de los genes en la obesidad, el tema sigue siendo objeto de debate. Está claro que los hijos de padres obesos tienen probabilidades más altas de presentar obesidad, pero el estilo de vida también puede convertirse en un factor determinante.
Un estudio interesante
En el pasado Congreso Europeo sobre Obesidad (ECO 2024) se presentó una investigación de la Universidad Ártica UiT de Noruega que resultó ser muy reveladora. El estudio, dirigido por la doctora Mari Mikkelsen, hizo un seguimiento a la relación entre el índice de masa corporal (IMC) de los padres y el de sus hijos adultos.
El objetivo era evaluar si la obesidad es hereditaria o el resultado de patrones de conducta aprendidos en el hogar. El equipo de científicos se basó en los datos del Estudio Tromso, una investigación de largo plazo sobre la salud poblacional en Noruega. En este participaron personas de entre 40 y 59 años junto con sus padres.
Los investigadores pretendían establecer si la obesidad, que en muchos casos comienza en la infancia o en la adolescencia, se mantenía hasta la mediana edad en el caso de hijos de padres obesos. Todos los participantes estaban lejos de sus hogares paternos desde hacía varios años. En últimas, se buscaba la relación entre el estilo de vida y la obesidad.
Importantes revelaciones
El Estudio Tromso arrojó datos contundentes. Determinó que existía una fuerte correlación entre el Índice de Masa Corporal de los padres y el de sus hijos en la mediana edad. Los hijos de los padres con obesidad tenían hasta seis veces más probabilidades de ser obesos, que aquellos cuyos padres no presentaban esta condición.
Si solo uno de los padres era obeso, la probabilidad era de 3 a 1, ligeramente inferior si la madre era obesa. Los resultados fueron ajustados tomando en cuenta variables como edad, sexo, nivel educativo y nivel de actividad física, tanto de los padres como de los hijos.
Los resultados de este estudio llevaron a la conclusión de que la genética sí ejerce un papel preponderante en la obesidad. Sin embargo, los investigadores señalaron que los ambientes que promueven la obesidad también ejercen una influencia notable.
El entorno y la crianza
Es claro que la genética puede predisponer a las personas a almacenar más grasa o tener un metabolismo menos eficiente. Sin embargo, según la doctora Mari Mikkelsen, los hijos de los padres obesos no solo heredan esa predisposición genética, sino que es muy probable que también adopten hábitos similares a los de sus padres, como dietas ricas en calorías y falta de actividad física.
También hay que tomar en cuenta que existen estudios en los que, si un niño o un adolescente presenta obesidad, es más probable que durante su edad adulta tenga la misma condición. En otras palabras, la obesidad infantil y juvenil es un factor predictor de la obesidad en la adultez. Esto quiere decir que la predisposición genética y los hábitos adquiridos tempranamente, son persistentes.
Es muy probable que los genes sean más difíciles de contrarrestar que otros factores ambientales. Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿es más poderosa la naturaleza (genética) que la crianza (ambiente) en el desarrollo de la obesidad? La respuesta no es sencilla porque lo más habitual es que ambos factores estén presentes en las personas obesas.
Sin embargo, como ocurre con otras predisposiciones genéticas, un estilo de vida saludable contribuye de manera notable a mitigar el efecto de los genes. La alimentación saludable y la actividad física también pueden contrarrestar las influencias de la genética.
Interacciones entre Genética y Ambiente
En la actualidad, los investigadores están explorando cómo la genética y el ambiente interactúan entre sí. Por ejemplo, algunas personas pueden ser más susceptibles a los efectos negativos de un ambiente poco saludable debido a su genética. Esto se conoce como «interacción gene-ambiente». De esta manera, una persona con una predisposición genética a la obesidad puede ver amplificados los efectos de un entorno que promueve el sedentarismo y una mala alimentación.
Además, se ha identificado que el «fenotipo de obesidad» puede variar según el entorno. En algunas culturas, la obesidad puede ser vista como un signo de éxito y abundancia, lo que puede influir en la percepción individual y social de la misma. Es decir, las normas culturales también pueden influir en cómo las personas perciben sus propios cuerpos y salud.
Conclusión
En última instancia, la lucha contra la obesidad requiere un enfoque holístico que considere tanto los factores biológicos como los ambientales. La educación, la promoción de hábitos saludables y el acceso a recursos adecuados son fundamentales para ayudar a las personas a alcanzar y mantener un peso saludable, independientemente de su carga genética.
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Temas:
- Genética