Los investigadores claman a voz en grito: las tierras raras están devastando los ríos más importantes de Asia
La expansión del mercado de tierras raras se consolidó como uno de los elementos centrales de las cadenas de suministro globales, especialmente en sectores como la electrónica, la energía renovable y la automoción. Sin embargo, esta presión extractiva está generando impactos ambientales que comienzan a ser objeto de una preocupación creciente para científicos.
Diversos estudios han puesto el foco en los ríos del Sudeste Asiático, cuyas aguas abastecen a decenas de millones de personas y forman parte de la producción alimentaria que abastece mercados de todo el mundo. Investigadores alertan de que la contaminación vinculada a métodos de extracción sin controles podría alterar la salud de estos ecosistemas.
¿Por qué las tierras raras están siendo una amenaza para los ríos más importantes de Asia?
Una investigación reciente elaborada por el Stimson Center mapea más de 2.400 puntos de actividad minera repartidos por Myanmar, Laos y Camboya, muchos de ellos asociados a procesos vinculados a las tierras raras.
Los análisis satelitales muestran operaciones instaladas directamente en cauces y riberas, desde explotaciones aluviales hasta técnicas de lixiviación in situ que utilizan sustancias como cianuro, mercurio o compuestos de arsénico.
El impacto es visible en el río Mekong, eje central de la vida económica y agrícola del Sudeste Asiático. Aproximadamente 70 millones de personas dependen de este sistema fluvial para el cultivo de arroz, la pesca de agua dulce y el transporte.
Expertos como Brian Eyler, coautor del estudio recién mencionado, subrayan que «no hay ningún supermercado importante en Estados Unidos que no tenga un producto del Delta del Mekong», una afirmación que ilustra la conexión entre la contaminación local y los mercados internacionales.
La presencia de metales pesados, residuos químicos y sedimentos procedentes de minas no reguladas se está detectando también en afluentes clave, como el río Kok, en el norte de Tailandia.
Pruebas recientes han revelado niveles preocupantes de arsénico, lo que ha llevado a comunidades enteras a abandonar la pesca y replantear su actividad agrícola. Según el investigador Regan Kwan, la acumulación de sustancias podría desencadenar un resultado «potencialmente desastroso» en uno de los sistemas fluviales más extensos de Asia.
La expansión irregular de la minería y el auge global de las tierras raras
El avance acelerado de la minería sin controles estrictos refleja la creciente demanda de tierras raras en mercados que dependen de estos elementos para fabricar vehículos eléctricos, turbinas eólicas, dispositivos electrónicos y equipos médicos.
Recordemos que estos minerales están presentes en motores, generadores, baterías, pantallas y sistemas de resonancia magnética. Aunque no son escasos en la corteza terrestre, su extracción es compleja, costosa y altamente contaminante.
Por ejemplo, Myanmar concentra cerca del 80% de la actividad minera no regulada identificada en el informe del Stimson Center. La inestabilidad política tras el golpe militar de 2021 impulsó el crecimiento de explotaciones vinculadas tanto a oro como a tierras raras, muchas ubicadas en regiones controladas por grupos armados étnicos.
La ausencia de normativas y la presencia de redes de corrupción permiten que nuevas minas se abran cada mes.
China, principal productor mundial de tierras raras refinadas, continúa siendo el destino final de gran parte de los materiales extraídos en Myanmar. Los investigadores señalan que operarios y técnicos chinos gestionan numerosos yacimientos fuera de las fronteras del país, fortaleciendo una cadena de suministro en la que el procesamiento se concentra en instalaciones chinas.
¿Cuáles son los riesgos para los ecosistemas y la seguridad alimentaria en el Sudeste Asiático?
El uso de sustancias químicas para separar los minerales provoca filtraciones que se desplazan a través del suelo y de los cauces fluviales. La exposición continuada al mercurio puede acumularse en la cadena alimentaria, afectando a peces, crustáceos y cultivos como el arroz.
El cianuro, por su parte, es capaz de causar intoxicaciones graves en humanos y animales. La mezcla de compuestos químicos, polvo y residuos radiactivos convierte estas áreas en focos de riesgo ambiental.
Investigadores advierten de que un deterioro prolongado podría causar un colapso del ecosistema del Mekong. Además de la biodiversidad, la seguridad alimentaria de la región y las exportaciones globales podrían verse afectadas.
Pescadores y agricultores relatan que ya no confían en el agua de los ríos cercanos, lo que afecta a su capacidad para mantener sus medios de vida.
La presión social aumenta en comunidades que dependen de estos ríos para la agricultura de subsistencia. La fundación Ríos y Derechos, con sede en Tailandia, sostiene que el Sudeste Asiático se ha convertido en zona de sacrificio dentro de la cadena de suministro internacional de tierras raras.
Las declaraciones de Pai Deetes, director ejecutivo de la fundación recién mencionada, alertan de un escenario en el que los estándares ambientales continúan deteriorándose sin una respuesta regulatoria sólida.
Así, el dominio chino sobre el refinado de tierras raras y la necesidad estratégica de Estados Unidos y otros países de diversificar sus fuentes de suministro han convertido este sector en un punto clave de competencia internacional. Washington ha firmado memorandos con diversas naciones asiáticas para establecer nuevas rutas de abastecimiento.
Mientras tanto, algunas voces temen que el incremento del consumo mundial acelere la expansión de minas no reguladas. Los expertos insisten en la necesidad de realizar pruebas sistemáticas en ríos y llanuras aluviales para conocer el alcance real de la contaminación en el agua.