Garci y Arias con la Sinfónica: un monumento a la integridad, libre de imposiciones
La noche cinematográfica de la OSIB en el Teatro Principal tuvo al cineasta y al embajador comentando las piezas
Disculpas por el retraso de este Cuaderno que ya debería haber entregado el pasado día 7, pero aprovechando el puente de la Constitución, fui a pasarlo al norte de la isla, y mientras seguía saboreando con sumo gusto la noche cinematográfica de la Sinfónica de Baleares, el jueves 5 en el Principal, de paso me llevé dos agradables sorpresas. La primera, visitando casualmente a una anciana de 102 años en Ariany (¡qué pueblo tan precioso!) y la segunda, asistiendo en el Teatro Municipal de Llubí a la representación de Aquell carrer, obra original de Toni Gomila (¡qué gran representación!), estrenada en el año 2020, por tanto, un texto pandémico, con la emotividad que conlleva.
Pero vayamos con lo sucedido la noche del 5 de diciembre, en el Principal de Palma, bajo el título genérico de Música de cinema, según consta en el programa de mano, si bien en la web de la OSIB, hay una mayor precisión al verla significada como Memorias sonoras de dos cowboys, sin duda lo más ajustado a la realidad, porque los invitados a comentar las piezas eran, ni más ni menos, que el cineasta José Luis Garci y el embajador Inocencio Arias, contertulios habituales en el programa Cowboys de Medianoche, que emite los viernes por la noche esRadio y moderado por Luis Herrero.
Dos breves anotaciones. La primera, que la anciana de 102 años gozaba de una memoria prodigiosa para su edad, siendo por tanto testimonio vivo del último siglo de la vida corriente en Mallorca y sin embargo nadie ha tenido curiosidad alguna por registrar su multitud de recuerdos y vivencias, y digo nadie, referido a profesionales tanto de la sociología como de la filología. Y la segunda, que digo bien al referirme al embajador Arias, en lugar de acudir al consabido diplomático jubilado, puesto que un diplomático que ha alcanzado la categoría de embajador, al jubilarse recibe por cortesía, el pasaporte de Embajador. Dicho lo cual, volvamos a la música de cinema.
Cuando meses atrás se presentaron las actividades de la Sinfónica para el ejercicio 2024-2025, tuve claro que su temporada de abono había vuelto a ser troceada, puesto que habitualmente eran 16 conciertos, sólo que esta vez la temporada, propiamente de abono, se quedaba en once citas y las cinco restantes entraban a formar parte del Ciclo del Teatre Principal. Aparentaba una excusa alegar que el ciclo del Principal se destinaba a los casos excepcionales reclamando desarrollos escénicos. Tengo muy claro que el Auditórium de Palma, por fin convertido de nuevo en sede única de la temporada de abono, como primer teatro de Mallorca goza, igualmente, de todos los necesarios recursos escénicos, habidos y por haber. Lo que sí me convenció fue la explicación del gerente, Miquel Martorell, al señalar que se trataba en realidad de un gesto de agradecimiento hacia la OSIB al llevar, desde su refundación en 1989, más de tres décadas en el foso para las representaciones de la Temporada de Ópera del Principal.
No sé a ciencia cierta de quién fue la idea del singular programa, aunque no hay duda de que Pablo Mielgo se marcó un puntazo a teatro lleno, que además contaba entre el público con significados miembros de la crème.
No solamente se trataba de escuchar una selección de fragmentos de bandas sonoras, sino por encima de todo de unas reflexiones que acompañaban a la manera de introducción. Allí teníamos a dos octogenarios, Garci, 80 años y Arias 84, reivindicando un cine que ya no está con nosotros, desaparecida la edad de oro, y no solamente de Hollywood sino del mundo entero. Desfilando se visualizaba a un sexteto de compositores, algunos de ellos haciendo grande, muy grande, la música para películas: Ennio Morricone, Max Steiner, Nino Rota, Harold Arlen y los nuestros Antón García Abril y Pablo Cervantes.
Desfilaron momentos inolvidables de bandas sonoras creadas entre 1939 y 1988 e incluso anotaciones chaplinianas de 1921 y 1923, cuando el cine era mudo con acompañamiento en directo durante la proyección, hasta llegar al Oscar por Candilejas (1952), aunque lo recibió como desagravio en 1972. Numerosos fueron los Oscar que desfilaron, además de Globos de Oro y los Bafta. Todos ellos grandes reconocimientos. Lo importante en todo caso, el reconocer una era, ya desaparecida, y que se mantiene viva en la memoria.
La Orquesta Sinfónica de Baleares, que disfruta –si me lo permiten- con el desahogo en esta suerte de boutades, siempre estuvo sublime y a la altura de las circunstancias. Noche mágica en la que contertulios de medianoche nos invitaban serenamente a disfrutar de un legado perdido. Incluyéndose la dicha de sentirnos libres de la corrección política, con sutiles referencias a las subvenciones solo aptas para los afines a la ideología woke y el gozo cómplice recordado el final de Casablanca, con el señalamiento de Pichón y Pichona, retratados en la caricatura de su escena final, celebrada en redes sociales: Sólo nos quedará Moncloa y un rumor interminable en la sala.
Dicen que era la primera vez en España que sucedía algo por el estilo. Será o no cierto, pero de lo que no cabe duda es de haber vivido una experiencia que bien merecía la pena, acompañándonos, entre otras películas, Lo que el viento se llevó (1939), Casablanca (1942) –tócala otra vez, Sam- o El mago de Oz (1939). Monumento a la integridad, libres de imposición.
Para acabar, parece digno de subrayarse las citas a nuestros compositores a través de Antón García Abril, y siendo Garci un contertulio allí presente, ir a reivindicar a un joven compositor andaluz, Pedro Cervantes, que entendió a la primera el mensaje del cineasta que, pese a la progresía, fue el primer español en ganar un Oscar de Hollywood y, además, cuatro nominaciones.