Arte

Exposición de finalistas al Premio Antoni Gelabert de artes visuales 2021 en el Casal Solleric de Palma

Una de las obras expuestas en el Casal Solleric.
Una de las obras expuestas en el Casal Solleric.

Como viene siendo habitual cada año, el día de San Sebastián se inaugura la muestra con las obras seleccionadas de los finalistas del Premio Ciudad de Palma Antoni Gelabert de artes plásticas, y ese mismo día se da a conocer el nombre del premiado, entregándose el galardón y el cheque en la gala que suele celebrarse en el Teatro Principal. La exposición se abre normalmente en el Casal Solleric, y en la edición de este año han sido seleccionadas diez obras de otros tantos artistas, que pueden verse en la planta baja y la planta entresuelo del citado espacio expositivo del paseo del Borne.

Tanto el premio como la práctica totalidad de la obra seleccionada en la presente edición apuntan hacia un tipo de trabajo que aman los comisarios y los artistas más conceptuales, aquel tipo de trabajo que no es posible comprender, ni siquiera, en general, degustar, sin que se te proporcione una muletilla intelectiva, un libro de instrucciones por parte del entendido.

Buena parte del arte que se ha producido en el último tercio del siglo pasado, y en lo que llevamos de éste, tiene esta característica críptica. En muchas ocasiones la clave de interpretación requiere de un conocimiento particular de la vida personal del autor, que utiliza alguna de sus vivencias de manera más que simbólica (eso ya lo hizo, por cierto, James Joyce hace cien años con su célebre Ulises).

En otras, el artista ha fijado su atención en una anécdota muy concreta de la Historia, o en un asunto sociológico o cultural muy local, de manera que sin información adicional, proporcionada por él mismo o por un comisario de intérprete, por mucho que uno lo intente resultará infructuoso desgranar el jeroglífico en que se ha materializado la obra.

En muchas ocasiones se trata de estudios o investigaciones en torno a
cuestiones extraídas de la realidad o de la Historia, como decía. Recojamos
un par de ejemplos. En la obra seleccionada de Ro Caminal, Promesas, la
misma artista reflexiona así: “centrado en el estudio del conjunto arquitectónico proyectado por Ricardo Bofill (…) el proyecto establece
analogías entre estas y otras tantas viviendas construidas a partir de los
años 40 con la doble finalidad de alojar a la clase obrera y legitimar a nivel
popular la dictadura franquista”.

Otra de las obras de la exposición.
Otra de las obras de la exposición.

Como se aprecia, tampoco falta aquí la consabida coletilla políticamente correcta, pues no hay que perder la ocasión de aleccionar al público, por si acaso…

Otro ejemplo, el de la obra Cartografías distópicas, de Marla Jacarilla: “a partir de la selección de varias novelas representativas de la llamada ciencia ficción distópica del s. XIX intento averiguar cuál es el papel de la literatura en dichas historias para realizar una cartografía aproximativa”.

Y en el caso de la obra ganadora, Imitación a la vida, de Juan Carlos Bracho, donde se reflexiona sobre lo que es un espejo a partir de la historia de la Alicia de Lewis Carrol, en formato de un lentísimo vídeoperformance que visiona el borrado del alumbre del espejo: “esta suspensión de la historia permite al espectador recrearse en el proceso creativo de consolidación y recepción de unas imágenes que, lentamente, se transforman ante sus ojos”.

Una última nota curiosa que avala la estricta contemporaneidad de esta selección es la circunstancia de que los diez finalistas, cómo no, son cinco mujeres y cinco hombres. Aplicación del modelo actual de lo políticamente correcto, al margen de todo lo demás.

Desconozco el resto de las obras presentadas, por lo que no es posible discutir si el empate entre géneros se debe a una afortunada casualidad o bien a una imposición de tipo ideológico. Pero eso, como tantas otras cosas en nuestro complicado tiempo, nos lo tendrá que explicar quien de verdad lo sabe porque cuenta con la información real, puesto que con los medios con los que el resto de los pobres mortales contamos no es posible más que admirar el brillo de la suerte que representa este empate técnico tan acorde con la ética ciudadana de hoy en día.

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