Desmontando la Agenda 2030 en el Círculo Mallorquín
En una tarde noche plena de resonancia intelectual, el Círculo Mallorquín abrió sus salones para acoger la presentación del nuevo libro conjunto de Felipe González Abad y José Ramón Ferrandis. Bajo la presidencia del Parlament balear, representada por Gabriel Le Senne, se dibujó un espacio de alta conversación, reflexión y compromiso literario, algo consustancial con la institución mallorquina que aglutina a algunas, bastantes diría yo, personalidades de la mejor vida cultural y social de alto contenido intelectual. En esta ocasión se superó la convocatoria, lo que augura una gran temporada.
Felipe González Abad y José Ramón Ferrandis, figuras que conjugan el rigor analítico con la pasión por la palabra, presentaron Desmontando la Agenda 2030, obra publicada por la editorial Luz de Trento, en la que ambos autores proponen un cuestionamiento profundo sobre los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Ferrandis es economista del Estado y licenciado en Ciencias Políticas, ha sido destinado diplomáticamente a lugares como Moscú, Washington o Riad, y es autor de obras como Globalización y Generación de Riqueza, África es así y Crimen de Estado. Por su parte, González Abad aporta el pulso contemporáneo a esa reflexión crítica, abundando en el análisis político, social y económico que subyace en los grandes pactos internacionales.
En su ensayo, los autores examinan con hondura cómo los ODS pueden devenir en dispositivos normativos y centralizadores, erosionando libertades y promoviendo una uniformidad que entra en tensión con la diversidad institucional y cultural. Sus argumentos apelan tanto a la coherencia lógica como a la sensibilidad ética: un proyecto global no puede pretender regir ámbitos locales sin respetar los cauces de autonomía y responsabilidad. Tu responsabilidad, querido lector, es también mi responsabilidad y también la de los que no saben lo que nos estamos jugando.

El Círculo Mallorquín sigue siendo un epicentro cultural y cívico que desde su fundación en 1851, ha sido centro de la vida social, intelectual y cultural de Palma. Concebido para aglutinar tertulias, música, lectura y conversación, ha servido como refugio seguro para las inquietudes de la burguesía ilustrada y la aristocracia local, pero también como crisol de intercambios de ideas. De alguna manera me atrevo a decir que ha ido por delante de los tiempos en alguna ocasión que otra y por eso sigue ahí, presente, respetado y querido.
El edificio que hoy alberga la institución fue originalmente concebido como espacio de encuentro, biblioteca, salones de tertulia y escenarios de baile. Entre sus recuerdos históricos más señeros figura el gran baile ofrecido a SS.MM. la Reina Isabel II y Don Francisco de Asís en 1860. Me habría encantado estar. Con el tiempo, el Círculo Mallorquín dejó de ser un mero reducto social: se consolidó como plataforma para actos literarios, musicales y debates de altura.

En su página institucional se define como «un club privado, selecto y cosmopolita donde el ocio, las artes y el ejercicio se combinan en armonía». Esta conjunción de propósito y estilo convierte al Círculo en un nodo vital del tejido cultural mallorquín que da la bienvenida a todo tipo de sensibilidades, abriendo sus puertas a todo tipo de personas cuya identidad merezca ser reconocida.
La presidencia de mi querido Ignacio Deyá y el pulso institucional siguieron a la gran presidencia de Guillermo Dezcallar, uno de los grandes señores de Mallorca y de España. Y con un sentido del humor contagioso.
Actualmente, como acabo de contarles, la presidencia corresponde a su respetado sucesor, Ignacio Deyá Frutos, quien lidera la junta directiva junto con Guillermo Carré Buades como vicepresidente responsable de eventos. Su reelección reciente ratifica la confianza de los socios en su gestión, que combina la tradición con la necesaria apertura hacia nuevos formatos culturales.

Durante el evento se sintió su impronta de anfitrión culto y cuidadoso: organizar por una noche en esos salones, donde pesa la herencia histórica y el eco de tertulias centenarias, exige delicadeza y sentido del decoro. En esa labor, Deyá Frutos ha sabido conjugar el deber de custodiar el legado con la voluntad de proyectarlo hacia el porvenir.
La intervención de Gabriel Le Senne aportó un marco institucional riguroso: subrayó la valentía de los autores y su vocación de contribuir a un debate esencial en estos tiempos. Se reconoció que un libro como Desmontando la Agenda 2030 no es un mero ejercicio académico, sino un llamado de vigilancia ciudadana.
Ante una audiencia exigente, formada por intelectuales, profesionales y amantes de la palabra, González Abad y Ferrandis desplegaron su erudición con elegancia, conciencia del riesgo y profundidad analítica. Fueron más allá de la crítica, plantearon principios de libertad, subsidiariedad y responsabilidad civil como balizas del futuro. O sea aportaron ideas, algo tan necesario como el agua en los tiempos de sequía intelectual que vive nuestro mundo, banal en lo que no hay que serlo.

Esa noche, el Círculo Mallorquín volvió a cumplir su papel esencial no solo como escenario, sino como mediador simbólico entre la historia mallorquina y los desafíos globales que enfrentamos. Fue una velada de vínculos auténticos, de ideas que despiertan y de cultura, de la de verdad, la que no insulta, al contrario, la que opina de manera consciente y constructiva.
Así es el Gran Círculo Mallorquín, integrador y pegado a la realidad, y por eso seguramente ha sobrevivido a los tiempos cambiantes. Y a sus enemigos, que los hay, solo por desconocimiento. El no saber, no conocer, crea falsas impresiones y estas son peligrosas para el que opina sin tener los conocimientos suficientes. Y aquí todo el mundo opina, sabe y grita para ser escuchado. En el Círculo no se grita, se susurra muy elegantemente.