De empresario y abogado en Venezuela a repartidor en Zaragoza: «El comunismo te roba todo»
Alejandro Landaeta nació en Caracas
Fundó cinco empresas de éxito en Venezuela y a los 48 años se licenció en Derecho
Alejandro Landaeta nació en Caracas hace 52 años. En este medio siglo, no conoce la pereza ni el pesimismo y hace suyo el sentido de la dignidad, el tesón y la humildad. La vida de este hombre que creció en una Venezuela próspera se encontró con las garras del comunismo, que todo lo bello lo abrasa hasta hacerlo cenizas. Primero ataca el patrimonio, después la patria, luego la familia para penetrar por fin hasta la dignidad humana. Sin embargo, ahí el chavismo pinchó en hueso con el pueblo venezolano.
Desde el restaurante Moralepa, considerado la pequeña Venezuela del exilio en Zaragoza, conversamos con el abogado Alejandro Landaeta, con los ojos puestos en el muro de Caracas, que lleva meses crujiendo por las grietas que la estratega Maria Corina Machado ha logrado abrirle para hacerlo caer, como cayó el muro de Berlín.
Alejandro Landaeta: «El comunismo persigue al empresario»
Landaeta llegó en otoño a Zaragoza después de vender todo su patrimonio: «El comunismo te roba todo. Te roba tus bienes y hasta te roba la familia». «En Venezuela fundé cinco empresas a base de sacrificio, mucho trabajo y más ilusión, pero el gobierno comunista siempre se entromete, y sus políticas hacen imposible la vida al empresario», explica.
«El comunista nunca respeta la creación de riqueza, de empleo. No lo valora. La única empresa que no cerré fue la primera, antes de la era de Chávez. Esta empresa de forja me permitió adentrarme con éxito en el mundo empresarial. Después, sin darnos cuenta, los venezolanos acabamos corriendo detrás de un camión de comida. Yo siempre me resistí a salir de mi país, me dije ‘que se vayan ellos’, pero un día la vida se hace imposible», recuerda.
«Sólo por pensar diferente ya te señalan. En un régimen comunista como el de Chávez, como el de Maduro, es imposible crecer como empresario si no comulgas con las políticas, que implican así mismo participar en la corrupción. Yo me negué», señala.
Desde 2002 Alejandro Landaeta fundó cuatro empresas más. Se introdujo en la industria del petróleo, en la de la carrocería, fundó una cooperativa familiar de transportes de mercancía: «Al principio, el sistema bancario funcionaba en Venezuela. Luego con el comunismo la moneda se rompe, todo se desestabiliza. Sólo por medio de la venta de nuestros bienes, entre todos los familiares, lográbamos salir adelante».
La pérdida del patrimonio
«Así empieza la historia común de todos los venezolanos: la pérdida sistémica de nuestro patrimonio. Esto no va de clases sociales. Para seguir sobreviviendo, para reinventarse en la sociedad, has de despojarte de algo, perder un bien», detalla. «Después de tantos emprendimientos, con el apoyo de mi ex pareja, a los 44 años, me decidí a estudiar derecho mientras fundé una nueva empresa distribuidora de confitería».
«Al poco tiempo, empezamos a crecer. Logré en sólo dos años exclusividad en productos, pero el régimen decidió dar privilegios a sus afines, liberarlos de impuestos, mientras que los demás empresarios éramos perseguidos», recuerda.
Abogado en Venezuela
Sin embargo, Alejandro siguió. Terminó por curso la diplomatura de Derecho, gracias a una disciplina monacal: «Me levantaba a las cinco de la mañana para trabajar, y a las seis de la tarde entraba en la universidad. Llegaba a la una de la madrugada a casa, después de conducir todos los días 50 km». «No repetí ninguna de las materias», recuerda con una sonrisa.
«En la época de abogado, fui considerado opositor al régimen por mi forma de pensar. En uno de los casos que llevé, a mí y a varios compañeros nos amenazaron por teléfono. A uno de ellos, lo asesinaron. Yo estuve mes y medio sin salir de casa, hasta que en febrero de 2023, marché con uno de mis hijos a Islandia para tratar de encontrar una nueva vida. Vendí lo que me quedaba, el carro para pagarnos el pasaje. En la Venezuela no se puede ejercer la abogacía».
Su estancia en Islandia
Tras casi dos años viviendo en Islandia, Alejandro Landaeta tuvo que regresar a Venezuela. La situación para los venezolanos se volvió complicada. Aquella isla nórdica de menos de medio millón de habitantes, se empezó a saturar de refugiados políticos del chavismo, y el gobierno islandés determinó cambiar la ley de refugio.
Alejandro fue un personaje clave en aquellas negociaciones, dado que trató de canalizar los tumultos que se desataron entre la población venezolana: «Yo no era partidario de estas protestas, es comprensible la posición de Islandia. Nos ayudaron mucho y estoy agradecido». Él fue el redactor de una carta al parlamento islandés en la que solicitó una mesa de trabajo. Pero tras la llegada del embajador de Venezuela a Islandia «no se consiguió nada», dice
En esta tesitura, Alejandro retornó voluntariamente a su país, pero ya no reconocía aquel lugar. «Yo en Islandia tenía trabajo, volví a prosperar, me compré un vehículo. Y nada más que llegué a Venezuela, el régimen comenzó a señalarme. Tuve que quedarme otros tres meses sin salir de casa. Así que cogí un pasaje y con mi hijo volvimos a emigrar».
De Zaragoza a Caracas
Este viaje de Ulises por los recónditos lugares de la condición humana que habita en nosotros mismos, condujo a Alejandro a recalar en Zaragoza, donde lleva varios meses trabajando como repartidor. «El tiempo en nuestra vida es muy relativo. Observo las manecillas del reloj y me digo, este tránsito es un microsegundo. Mi dignidad está intacta, fortalecida».
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No son impostura las palabras de Alejandro, guerrero fraguado en la lucha tenaz que forja la fortaleza y el pundonor del honor. Un aliento le anima. Sus ojos tienen luz. Brillan. El comunismo no ha corrompido su alma, ni tan siquiera la ha rasguñado.
La caída del muro de Caracas se siente, en estas horas cruciales, en todo el mundo. Millones de venezolanos desde la bella tierra natal, nueve millones en el exterior, aguardan, empujan con fiereza el muro del chavismo para pulverizarlo. Este bravo pueblo hispano está a punto de convertirse en faro del mundo. En espejo para España. Desde este jueves su bandera se hondeará en casi todas las plazas del mundo, como en Zaragoza, al grito de libertad.