Crimen de Castro Urdiales

La sevillana que decapitó a su pareja estaba «tranquila y medicada» cuando se descubrió el cráneo

Carmen Merino
Carmen Merino

Carmen Merino, la mujer acusada de decapitar a su pareja en Castro Urdiales (Cantabria), estaba «tranquila y medicada» cuando en septiembre de 2019 se descubrió el cráneo de la víctima dentro de un paquete que meses antes había entregado a una amiga para que lo guardara en su casa, alegando que contenía juguetes sexuales.

La acusada, natural de Sevilla y de 64 años, se enfrenta a 25 de cárcel por asesinar Jesús Mari, un banquero vasco jubilado que tenía 67 años cuando despareció. En el momento de los hechos llevaban cerca de ocho años conviviendo en el piso de la víctima. La mujer confesó a los agentes en el momento de su detención que su pareja la «quería dejar».

Los detalles del hallazgo del cráneo apuntan a que la acusada actuó «con una sangre fría impropia de una persona normal». La mujer coció la cabeza de su pareja para retirar la piel y dejarla en forma de calavera.

Juicio

Del estado en que se encontraba la procesada ha dado cuenta este miércoles, en la tercera sesión del juicio contra ella, uno de los sanitarios que acudió al domicilio donde se produjo el macabro hallazgo, y que fueron requeridos para asistir por un ataque de ansiedad a la hermana de la amiga a la que dejó el cráneo.

Además, este profesional ha relatado ante el tribunal del jurado en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Cantabria que dentro de la ambulancia se produjo una situación «un poco violenta» entre ambas, cuando la mujer que precisó la atención recriminó a la enjuiciada: «¿Cómo has podido hacerme esto?», conversación ante la que él se mantuvo «al margen» y «callado».

De la primera, este testigo ha precisado que estaba «agitada», y de la encausada ha señalado que presentaba un «perfil tranquilo» y que «era evidente que estaba medicada» con ansiolíticos u otros fármacos derivados, de ahí que decidieran llevársela también al centro de salud del barrio castreño de Cotolino.

Concretamente, la decisión la tomó su compañero, que también ha declarado en la vista oral, detallando que la acusada tenía las pupilas «dilatadas», extremo compatible con los medicamentos que les indicó que estaba tomando -tranquilizantes y para dormir-.

Este testigo también presenció la conversación entre las entonces amigas en la ambulancia: «Valiente amiga, en menuda situación me has metido», son las palabras que él ha rememorado, sin recordar que la acusada contestara. «No dijo nada», ha expuesto, pues iba «con la cabeza gacha» y «mirando al suelo».

Su compañero, en cambio, declaró en instrucción que creyó oír un «lo siento» como respuesta, aunque ahora ha dicho no estar seguro de ello pues tiene un «vago» recuerdo por el paso del tiempo. Lo que sí pensaron los dos en ese momento es que quizá tenían que haber pedido una segunda ambulancia para evitar que fueran juntas.

Pero como no lo hicieron, iban sentadas una frente a la otra, según ha ilustrado uno de estos testigos, que no vio el paquete en cuestión ni la cabeza hallada en la vivienda, en la calle Santa Anta de la localidad, y en la que ya se encontraba una pareja de la Guardia Civil cuando ellos llegaron.

Así, fueron los agentes quienes les pusieron «al corriente» de la paciente a la que tenían que atender, que estaba «sentada» en la cocina y «asustada» por lo que se había encontrado, ha indicado el sanitario. Ha agregado que aunque ella les decía que ya estaba «mejor» y que no precisaba asistencia, la convencieron para que fuera a urgencias, puesto que había sufrido una «crisis muy fuerte».

Por su parte, Carmen Merino estaba igualmente «sentada», pero en el salón y «con la mirada perdida en el suelo». Al preguntarle uno de ellos si estaba bien, le dijo su nombre y que estaba «cansada». «Contestaba brevemente y muy bajito», y además la vio «perdida, distante, abstraída». Ante esto, indicó a los guardias civiles que se la llevaba también, a lo que accedieron todos.

Situación «surrealista»

El sanitario que atendió a la mujer con el cuadro de ansiedad ha dicho que supo por uno de los agentes del hallazgo del cráneo en la vivienda, pero se centró en su trabajo, al igual que su compañero: «Nosotros, a lo nuestro», ha zanjado.

Pero este segundo profesional, que se enteró del descubrimiento de la cabeza ya en urgencias y que por tanto tampoco vio el cráneo ni el paquete, manifestó que eso no podía «ser verdad». «Yo miraba a una, miraba a otra, miraba a mi compañero y digo: ‘esto es surrealista’», ha rememorado.

«Llevo ya más de 35 años en esta profesión, he visto situaciones muy dantescas, pero esta es surrealista por el concepto de lo que me estaban explicando. Esto lo vemos en la tele», ha explicado. «También fue un poquitín fuera de lo que yo estaba habituado a ver en vivo», ha abundado.

Para terminar, ha relatado que una media hora después de llegar al centro médico Carmen Merino les dijo: «Yo me encuentro bien, dadme el alta que me voy».

«Como un cerdo en un charco»

En esta jornada del plenario, que apenas ha durado una hora -frente a las sesiones de lunes y martes, que se prolongaron desde primera hora hasta las 14:00 horas-, también ha comparecido un amigo de la pareja, que conocía a Jesús Mari desde hacía más de 20 años y a su novia desde que empezaron a salir juntos.

Según ha indicado, vio a la víctima por última vez aproximadamente una semana antes de empezar a llamarle sin que le contestara. Después de estos intentos infructuosos, contactó con la sospechosa, que le explicó que a su novio se le había «caído el teléfono al váter» y no «funcionaba», por lo que le facilitó un nuevo número, a través del que no pudo hablar con él, aunque tras realizar alguna llamada recibió mensajes de WhatsApp.

Por ejemplo, el 12 de marzo, un mes después de la fecha en la que investigadores y acusaciones sitúan la muerte de Jesús Mari, que despareció en febrero, aunque no se denunció hasta abril. En esa conversación, posterior a hablar con la acusada para ver qué sabía de él, el desaparecido transmitió a su amigo: «Estoy muy a gusto. Estoy como un cerdo en un charco. No tengo cobertura. Ya te llamaré».

Por lo demás, este testigo ha manifestado, como hicieron otros amigos en la segunda sesión del juicio, que se veía con frecuencia con el finado -en este caso, un día a la semana- y que «habitualmente» le comunicaba también si se iba de viaje con la cuadrilla del banco, algo que sucedía «de vez en cuando». Pero «en esta ocasión no dijo nada», ha relatado.

Respecto a la relación de la pareja, ha opinado que él «siempre» les vio «normal», extremo en el que coincidieron con otros allegados, aunque algunos familiares de la víctima apuntaron sin embargo que estaban «mal» y que creían que iban a durar «poco» tiempo juntos.

Desaparición y denuncia

Finalmente, han testificado dos agentes de la Guardia Civil que intervinieron en la denuncia por la desaparición de Jesús Mari, interpuesta por un primo suyo en el cuartel de Castro Urdiales. Hasta entonces, ha indicado uno de ellos, no tenían «ninguna noticia» sobre este asunto ni constancia tampoco de que Carmen Merino hubiera ido a las dependencias a comunicar la marcha de su pareja.

Asimismo, no recuerdan que les refiera en esas fechas temores acerca de que estuvieran entrando en la vivienda y sobre el cambio de cerradura, que realizó dos veces debido a ese miedo. Y cuando se entrevistaron con ella, «se limitó» a manifestarles que había dado de baja el teléfono de su pareja y que tenía otro número. Por lo demás, la vieron «normal».

El juicio continuará el jueves con las testificales que quedan por practicar: una del fiscal y cuatro de la defensa, que ha renunciado a varios testigos, como los hijos de la acusada y la hija del fallecido, además de una amiga de ambos y una mujer que tenía previsto declarar este miércoles.

Por su parte, un guardia civil, propuesto como testigo por la defensa y como perito por la acusación, comparecerá la semana que viene, cuando se practicarán ambas pruebas de forma conjunta.

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