La desidia del socialista Espadas empuja a los sevillanos a incinerar a sus familiares en pueblos vecinos

El cementerio de Sevilla sólo dispone de dos hornos crematorios en funcionamiento

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David García de Lomana

El coronavirus ha dejado ya más de 700 muertes en Sevilla y su cementerio está afrontando la pandemia con tan sólo dos hornos crematorios y ninguna cámara frigorífica. Las listas de espera para la incineración de cuerpos obliga a los sevillanos a acudir a empresas privadas de pueblos vecinos.

Los trabajadores municipales denuncian a OKDIARIO Andalucía la necesidad de más medios y más plantilla: «Estamos ofreciendo un servicio pésimo, nos han abandonado». Por población, al camposanto de la ciudad le corresponden diez hornos crematorios. Tiene tres: dos de ellos están obsoletos y uno lleva meses estropeado. Camas, localidad vecina, tiene uno para 27.000 habitantes; Sevilla tiene dos para casi 700.000 personas.

Además, la ley de Policía Mortuoria estipula que a Sevilla le corresponden, dada su población, alrededor de 50 cámaras frigoríficas. Pero «no tiene ninguna» y acaba dependiendo «de otros centros», tal y como denuncia a este periódico el representante de la sección sindical de CSIF en el Ayuntamiento de Sevilla, Rafael Román.

El alcalde de la capital hispalense, el socialista Espadas, ha ignorado hasta ahora las «decenas de reclamaciones» que durante los tres últimos años han exigido más y mejores maquinarias. La plantilla del cementerio se ha visto obligado a recurrir al Sistema Extrajudicial de Resolución de Conflictos Laborales en Andalucía (SERCLA) para formalizar sus demandas. Pero la situación sigue igual que años atrás, con la singularidad de que atravesamos una pandemia y Andalucía roza las 10.000 muertes por Covid-19.

«La cifra real de muertos es el doble»

«Los hornos son muy antiguos, están fuera de catálogo. La maquinaria ha quedado obsoleta y carece de mantenimiento preventivo», señala Román. Dos de los hornos fueron instalados a mitad de los años 80; el último, en 2003. Requieren de dos horas y media para completar la oxigenación pirolítica controlada de un cadáver y completan diez incineraciones al día. Pero no es suficiente.

Román recalca que «No hay filtro en la salida de humos y se produce una emisión de residuos que la norma no permite». Pero el Ayuntamiento hace la vista gorda y «no hace las inspecciones que corresponden».

«Sevilla es la capital de Andalucía y está dando peor servicio que cualquier pueblo», reconoce un trabajador de la unidad de horno crematorio. En los meses más duros de la pandemia, la lista de espera para incineraciones alcanzaba los tres y cuatro días. Para prevenir enfermedades, un cadáver ha de ser enterrado o incinerado antes de 72 horas. El empleado entrevistado reproduce las conversaciones de algunos familiares de fallecidos: «Pues nos vamos a Camas. No voy a estar tres días en un tanatorio».

El hombre incide en que «se están derivando ciudadanos de Sevilla a otros pueblos: empresas privadas en Camas, La Rinconada o Alcalá están haciendo negocio con los hornos crematorios. Y un ciudadano de Sevilla debería de ser incinerado aquí».

La fórmula es simple: el Ayuntamiento está perdiendo dinero por no invertir dinero: «Cobran por incinerar y deberían de revertir aquí esos euros. Sin maquinaria no hay servicio», subraya. Y también pierden dinero los sevillanos: las empresas privadas dedicadas a esta labor cobran más por el mismo servicio.

El trabajador relata que alrededor del 50% de cadáveres que recibió el cementerio de Sevilla el año pasado eran fallecidos por Covid-19. Pero intuye que el porcentaje es mayor: «A finales de enero (de 2020) ya vimos que estaba pasando algo. En los informes de defunción había muchas neumonías bilaterales, insuficiencias respiratorias, trombos pulmonares… No era normal. Pero no se hacían PCR, Sanidad no se iba a gastar 100 euros en alguien que ya está muerto. La cifra de muertes es el doble de lo que nos dicen».

«Usamos pinzas de barbacoa»

Por si fuera poco, la unidad de horno crematorio de Sevilla, acostumbrada a trabajar con cadáveres fallecidos por VIH, hepatitis o tuberculosis, no ha contado con el equipamiento necesario para protegerse contra el virus. «Hemos estado quemando cadáveres Covid con muy pocos medios de protección. En lugar de ofrecernos más EPIs, nos las han restringido. Nos dan una mascarilla para todo el día. ¿Y si se me rompe? Hemos visto a familiares acompañando a sus seres queridos temblando de fiebre. Obviamente, eran contactos estrechos», cuenta el trabajador a OKDIARIO Andalucía.

La recogida de residuos también es deficitaria: «Echamos los guantes y las mascarillas a las papeleras y no hay ninguna empresa de reciclaje que se lo lleve y lo trate. Todo eso acaba en el contenedor. Y eso tiene multa». «Como somos responsables», señala, «lo quemamos todo en los hornos».

Otro de los empleados municipales nos amplía los detalles de la problemática a la que se enfrentan día a día en el cementerio: «Para la extracción de elementos magnéticos y prótesis de las cenizas, usamos pinzas de barbacoa compradas por nosotros mismos».

Sin apenas vacaciones

La unidad de horno crematorio cuenta con doce empleados, una plantilla escasa que impide que puedan rotarse para trabajar las 24 horas del día. El Ayuntamiento elude ampliar personal y las consecuencias son claras: «No descansamos porque no hay quien nos supla», declaran resignados.

Además, ellos mismos se responsabilizan de las tareas de cuidado y conservación de las instalaciones, toda vez que el Gobierno local elude sus responsabilidades. «Hacemos el trabajo de mantenimiento preventivo pero no se nos paga como tal», denuncian. «Esta tarea le compete a una empresa, no a nosotros, que no tenemos personal ni para mantener la operatividad de los hornos, imagínate para repararlos», añaden.

Desde CSIF corroboran que llevan «años y años» acumulando «días y días atrasados». «Además de desempeñar funciones que no les corresponden y que no se ven recompensadas, se les debe infinidad de días de vacaciones y de asuntos propios», aseguran.

Se juegan la vida por dar un final digno a nuestros muertos. Como ellos mismos se definen, la unidad de horno crematorio es «el último eslabón de la sanidad pública», pero el único reconocimiento del socialista Espadas a su labor ha sido mostrar su desdén.

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