Roca Rey no falla a Madrid: Consigue la Puerta Grande con una faena para el recuerdo

Roca Rey deslumbra en la novena de San Isidro. Rompe en pedazos la Puerta Grande en una tarde que se tornaba complicada desde el principio.

Roca Rey no falla a Madrid: Consigue la Puerta Grande con una faena para el recuerdo
Laura Hernández
  • Laura Hernández
  • Periodista. Redactora de Happy FM. Pendiente de los nuevos éxitos musicales, los salseos en realities, los dramas de las series turcas, ¡y del Benidorm Fest & Eurovisión!

El cartel de “no hay entradas” lucía con orgullo en la entrada principal de la Plaza de Toros de Las Ventas. Miles de personas se congregaban en el auténtico templo de la tauromaquia para despedir, disfrutar y sentir. En ese orden. Despedir a un maestro que nos ha dado tanto como ‘El Cid’, disfrutar de la nueva etapa de López Simón y sentir, como solo lo consigue Roca Rey.

Los diestros se enfrentaban a la ganadería de Parladé. Todos los astados eran cinqueños, menos el segundo en suertes (el primero de Alberto López Simón) al ser cuatreño. Estábamos ante una corrida muy bien presentada, con toros bastante serios en cuanto a hechuras. Con lo cual, estaban todos los ingredientes necesarios para que la tarde fuera inolvidable. Y así lo fue.

El primero en dar comienzo al festejo fue ‘El Cid’, visible emocionado por la tarde que estaba a punto de vivir. Vestido de azul pavo y oro, el maestro se enfrentó a “Ratero”, un toro negro salpicado listón de la ganadería de Parladé. Hubo varios momentos emotivos durante las primeras tandas con la muleta, sobre todo por el derecho. Eso sí, todo esfuerzo quedó en el olvido tras un pinchazo, una media estocada y dos descabellos.

Llegaba el momento de López Simón, de negro y oro. Tuvo un gran primer contacto con “Numerario”, el toro colorado chorreado de Parladé, con su capote pero aún fue mejor con la muleta. Realizó unas tandas extraordinarias ante un bravo ejemplar. Le dio mucho juego y pudo lucirse ante un público completamente entregado a su forma de entender la tauromaquia. A pesar de todo, se ganó una merecida oreja por parte del público ante el complicado ejemplar que le había tocado en suerte. El público supo premiar el esfuerzo realizado.

Después de estas dos faenas, fue el instante del número 1 en estos momentos. Roca Rey, en su primera tarde en San Isidro 2019, debía demostrar por qué es todo un referente en estos momentos. “Peleador” debía ser el astado que marcara la diferencia en una tarde tan esperada, pero no ocurrió así. Tuvo que asomarse Florito para recogerle para dar paso al primer sobrero de la tarde: Un complicado y peligroso toro camino a los seis años que no se lo iba a poner nada fácil.

Desde el primer momento se le vieron las intenciones. Era como un libro abierto: Basto, bajo, armado. No tenía nada que hacer con él, mas que correr mucho peligro. Aun así, Roca Rey se armó de valor para enfrentarse a él, sabiendo perfectamente que tenía todas las papeletas para sufrir una cornada. Como decimos, era más que evidente. El volteretón llegó más pronto de lo esperado, girándolo como una auténtica marioneta. El astado únicamente lo soltó cuando se aburrió completamente de él, de castigarle duramente.

El peruano quedó descompuesto, desorientado y absolutamente blanco. Su taleguilla quedó realmente destrozada por los golpes recibidos por parte de “Carcelero”. Dejó todo dolor a un lado y se enfrentó a él. Ordenó castigar bastante poco en el caballo al primer sobrero de la tarde, como nos tiene acostumbrados. Aprovechó el tercio de banderillas para que trataran de arreglar, de alguna manera, el vendaje de la taleguilla. Con valor, cruzó el ruedo de Las Ventas para brindar su primer toro al Rey emérito, Don Juan Carlos.

Llegó el momento de coger la muleta y tratar de ofrecer unas tandas con las que lograra emocionar al público allí presente. Todos supimos, desde un primer momento, que no iba a ser fácil. El 3º (bis) de la tarde soltaba en todo momento la cara con una violencia peculiar. Roca Rey trató de exigirle por abajo, por la derecha, para tratar de romper esa arrítmica acometida. Cuando quiso ofrecerle la izquierda sucedió más de lo mismo, y así hasta que el astado se rajó.

Fue un bajonazo, muy impropio del peruano, lo que acabó con la vida de “Carcelero”. Rápidamente, abandonó el ruedo para acudir a enfermería. Allí descubrieron que tenía una herida por asta de toro de unos 6 centímetros “en tercio superior cara posterior muslo derecho que rompe fascia superficial y lesiona musculatura isquiotibial”, tal y como reza el parte médico ofrecido por parte de la enfermería. Fue intervenido quirúrgicamente con anestesia local.

¿Qué pasaría ahora? La respuesta estaba en el aire, pero la respuesta estaba clara: Roca Rey volvería al ruedo para terminar la tarde histórica que había comenzado. Llegó el cuarto de la tarde, “Jefecillo” con el que ‘El Cid’ no cuajó una buena faena. Tristemente no estaba siendo la despedida soñada. Una media estocada acabó con su astado, y el maestro dijo adiós a Las Ventas ante un público que no dudó en ovacionarle.

López Simón sabía que se estaba en juego una segunda oreja y una nueva Puerta Grande, tras el gran éxito cosechado en la Feria de San Isidro anterior ante la ganadería de Nuñez del Cuvillo. Por ese mismo motivo, colocó su capote a un lado y se enfrentó con valor a la puerta de chiqueros. Un camino angustioso, lleno de valor, que culminó con una presentación dura, ruda y fuerte del quinto de la tarde. Rebrincado, dejando a la vista su mansedumbre. Se notó de manera directa a partir de la segunda tanda con la muleta puesto que se rajó, yéndose a tablas y no salió en ningún momento de allí. Acabó muriendo, tras una media estocada y un descabello, frente a la puerta donde salió al ruedo.

El astado que marcó la diferencia

El sexto de Parladé llegaba bajo el nombre de “Maderero”. En un primer instante nadie apostaba por él, en ningún momento. Escapaba de los picadores, apenas acudía a la llamada de los banderilleros. Un Roca Rey, vendado hasta la cintura, tenía “un regalito”. Y lo tenía de verdad, porque en la muleta se mostró como nunca, de manera extraordinaria.

El peruano supo entenderlo: Le mimó, le dio su sitio y toreó como solo él sabe hacer. A cámara lenta. Los tendidos bramaron, aplaudieron y se pusieron en pie a cada tanda que finalizaba Roca Rey. El público estaba entregado ante la profundidad con la que estaba toreando, tanto por la derecha como por la izquierda. Unas bernardinas para poner la guinda al pastel y una gran estocada hicieron que el público sacara sus pañuelos blancos antes de ver muerto al sexto de la tarde. Merecidas dos orejas con las que rompía (o más bien reventaba) una Puerta Grande en Las Ventas de Madrid. Roca Rey nos ha vuelto a hacer soñar.

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