Emilio de Justo aparece con buen toreo en un gran homenaje a «albaserrada»

Emilio de Justo aparece con buen toreo en un gran homenaje a «albaserrada»
Emilio de Justo (Foto: EFE)

Una faena repleta de torería y mucha clase de Emilio de Justo al sexto, premiada con una oreja, fue lo más intenso y verdadero del buen tributo que rindió hoy Victorino Martín a su encaste, «albaserrada», por San Isidro, con una corrida muy interesante y con varios toros más que aptos para el triunfo.

El extremeño fue, sin duda, el que marcó diferencias con ese último toro, uno de los buenos que lidió del afamado hierro de la «A Coronada», y con el que hizo una exhibición de toreo auténtico tanto con el capote como con la muleta. Las verónicas del recibo todavía duran, igual que de los pases que firmó sobre ambas manos, algunos de ellos sublimes por la cadencia y el relajo que mostró.

No fue faena rotunda, pero sí de muchísimo contenido. El único lunar fuel estocada, que cayó baja, pero no fue óbice para que cortara una oreja de peso.

Su primero, en cambio, fue el garbanzo negro de la corrida, un toro muy atrancado de atrás y que, precisamente por eso, era imposible que tirase para adelante. Como así fue. El esfuerzo del extremeño aquí fue baldío ante las continuas protestas de la parroquia.

Lo de Octavio Chacón y Daniel Luque fue otro cantar. El primero por desaprovechar dos toros para encumbrarse. Y el otro Luque, por su parte, por mostrarse demasiado displicente y con el compromiso justo para dejarse ir también dos animales nobles y manejables.

Que Octavio Chacón posee la vitola de excelente lidiador, de eso no cabe la menor duda. Precisamente esa cualidad es la que le ha hecho entrar en la afición de Madrid. Otra cosa son sus aptitudes artísticos, su oficio para resolver no solo con el toro malo.

Se vio en su encastado, fiero y exigente primero, con el que estuvo tan ligero como impreciso técnicamente con un cárdeno que le cogió todos los datos del carné. Le faltó apostar de verdad, andar con menos precauciones y más metido con el astado. Pero la gente le respetó. Esta faena en manos de otro torero, y no tragan igual.

El cuarto iba largo y por abajo, otro toro bueno de Victorino con el que Chacón volvió a estar muy desdibujado, incapaz de pegarle dos pases seguidos en una labor de mucha polvareda, poco asiento y menos poso. Una lástima, pues había ilusión en ver a este torero, que ofreció una de sus tardes más aciagas en Madrid al dejar escapar un lote de triunfo grande.

Al primero de Luque, fino y de muy buenas hechuras, iba dejando un reguero de sangre allá por donde pasaba debido al excesivo castigo en varas que llevó. Pamplinas las justas debió pensar el sevillano, que, tras brindar al rey emérito, compuso algún muletazo de bello trazo ante un toro con nobleza y cierto temple, aunque un tanto medido, quizás por lo que le dieron en el caballo.

El caso es la faena del de Gerena, salpicada de esos fogonazos de exquisito aire, sin embargo, no acabó de romper. Faltó unidad y, sobre todo, continuidad, de ahí que, sin estar mal, supo a muy poco. El quinto, ayudándole a ir para adelante, también servía. Es verdad que le faltó ese punto de picante, pero tuvo nobleza y docilidad para parar un tren. Luque anduvo fácil en una labor lineal y de escaso compromiso.

Ficha del festejo

Toros de Victorino Martín, de finas y buenas hechuras, y de juego interesante. Los mejores, el encastado y exigente, primero; y el enclasado cuarto. Muy noble fue también el lote conformado por segundo y quinto, y bueno también el sexto. El tercero, muy atrancado de atrás y si empuje, fue el lunar negro.

Octavio Chacón, de rioja y oro: estocada baja (silencio); estocada baja (silencio tras aviso).

Daniel Luque, de tabaco y oro: estocada trasera y caída (ovación tras aviso); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio tras aviso)

Emilio de Justo, de catafalco y oro: dos pinchazos y estocada (silencio tras aviso); estocada baja (oreja).

En cuadrillas, Morenito de Arles saludó tras dos soberbios pares al sexto, compartiendo aplausos con el tercero, Manuel Pérez Valcarce y Ángel Gómez en la brega.

El rey Juan Carlos presenció la corrida desde la primera fila de los balconcillos de la meseta de toriles.

La plaza rozó el lleno en los tendidos.

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