Crimen de La Coruña

Mutismo total en el entorno de Samuel: la juez pide silencio a los senegaleses que intentaron salvarle

Ibrahima, con camisa a cuadros, y Magatte /IG Museo Emilia Pardo Bazán.
Ibrahima, con camisa a cuadros, y Magatte /IG Museo Emilia Pardo Bazán.
Luis Miguel Montero

Ibrahima Diack y Magatte Ndyae eran dos desconocidos hasta hace apenas un mes. Ambos comparten amistad y nacionalidad; son senegaleses, y además ahora los dos han obtenido el permiso de trabajo y residencia durante un año, con posibilidad de renovarse, como premio a haber defendido al joven Samuel Luiz en el linchamiento que le causó la muerte. Al igual que a su padre y a los amigos de Samuel Luiz, la juez instructora ha pedido a Ibrahima y Magatte que no hablen con periodistas, excepto para pedir ayuda y lograr los permisos de trabajo y residencia. La causa de esta petición, una vez levantado el secreto de sumario, se desconoce, pero ha provocado el mutismo de todos los conocidos de Samuel en torno a su figura.

La situación llega a ser tan absurda que intentar hablar con el abogado que representa a cualquier imputado o afectado dentro de la causa es casi misión imposible para los periodistas. Por qué Ibrahima realizó un gesto tan altruista es todavía un misterio, porque nadie ha logrado entrevistarlo.

La madrugada del sábado 3 de julio Ibrahima y Magatte se encontraban cerca de las puertas del pub El Andén, en La Coruña, cuando Diego Montaña comenzó a agredir a Samuel Luiz tras recriminarle a Lina, amiga de Samuel, que estuviese grabándole con el móvil, algo que no era cierto. La novia de Diego, Kathy, estaba presente también y fue detenida aunque puesta en libertad con cargos. En esa primera agresión es cuando interviene Ibrahima y logra rescatar a Samuel de la pelea, pero poco después, cuando el juez comienza a huir y cruza la calle sus agresores le persiguen y ahí comienza la segunda paliza, a la que se unen según la Policía Alejandro Freire y Kaio Amaral y dos menores hasta que llega de nuevo Ibrahima y se lanza a proteger a Samuel con su propio cuerpo, recibiendo él también numerosos golpes.

Por esta heroicidad tiene ahora la condición de víctima y está representado en la causa por un abogado de oficio. Ibrahima se libró de correr la misma suerte que Samuel gracias a la intervención de su amigo Magatte, que logró dispersar a los atacantes. Cuando la Policía llegó al lugar ninguno de los dos senegaleses estaba presente en el lugar de los hechos.

Cuando toda la ciudad de La Coruña se concentró el 5 de julio para protestar por el asesinato de Samuel sus amigas reconocieron a Ibrahima y lo saludaron, además de pedir para ellos el permiso de residencia. Luego Jefferson Ferreira, amigo de Max Luiz, padre de Samuel, se acercó hasta él y lo abrazó. El Programa del Verano, de Telecinco, lograba entrevistar a  Jefferson, que explicaba así el encuentro: «Una de las amigas le cogió por el brazo y le dijo que siempre iba a ser uno más del grupo. Lo que hizo Ibrahima fue muy valiente y tuvo un acto de amor y compasión” y luego añadió algo muy importante, pero que pasó desapercibido: «Max no habla porque la jueza le ha pedido silencio y no le gustan las apariciones públicas».

Ibrahima abrazado por Jefferson Ferreira.
Ibrahima abrazado por Jefferson Ferreira.

OKDIARIO ha podido recopilar algunos datos. Se sabe que Ibrahima llegó a la ciudad hace tres años, cuando tenía 35 años, ahora tiene 38 y continúa acogido por la ONG Ecodesarrollo Gaia, donde Cristina López, secretaria técnica de esta asociación, trata de ayudarlos en todo lo posible, al igual que su coordinador, Guillermo Obanza. Ibrahima ha aprovechado estos años en Galicia para aprender español y ahora gracias al permiso de residencia y trabajo se le abre una nueva oportunidad en nuestro país. Las clases de español de esta ONG, que también tiene sede en Dakar, están orientadas a las tareas del mar y de la pesca. Les enseñan, por ejemplo, el nombre de las especies que se pescan en el Atlántico.

Nada más recibir el permiso de las autoridades españolas, a finales del pasado mes de julio, lo primero que hizo Ibrahima fue intentar comunicar con su familia en Senegal.

Ibrahima al igual que muchos otros acogidos era pescador en su pueblo, al sur de Thiès. Esta ciudad es la tercera en población del país y se estima que en ella viven algo más 300.000 personas, Thiès se encuentra 60 kilómetros al este de Dakar, capital de Senegal. La historia de su llegada a España es similar a la de otros miles de inmigrantes, un viaje de pesadilla al norte, hasta la localidad marroquí de Nador y luego el pago a una mafia de trata de personas para ser embarcado en una patera hasta Melilla, donde se jugó de nuevo la vida al embarcar junto a otros 53 inmigrantes en un bote con capacidad para 35. En Galicia hay muchas tripulaciones de pesqueros que contratan a senegaleses y gambianos por su experiencia en la pesca y porque son los únicos que aguantan estoicamente la dureza del trabajo en el mar, quizás ésta sea una salida laboral para Ibrahima y Magatte, ahora que ya tienen permiso de trabajo y por tanto, una nueva oportunidad.

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