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A principios de los 2000, cuando la televisión experimentaba una transformación radical marcada por el impacto del espectáculo, lo absurdo y lo provocador, emergió con fuerza un fenómeno mediático sin precedentes: el tamarismo. Aquella corriente, nacida de la figura de Tamara, arrastró a una serie de personajes que, sin pretenderlo, acabaron formando parte de un imaginario cultural que aún hoy despierta nostalgia y perplejidad. Entre ellos destacaba un artista de los de toda la vida, Tony Genil, que encontró en ese contexto una inesperada segunda juventud profesional. Si bien ya contaba con un recorrido previo en el mundo del espectáculo, fue en ese momento cuando su figura alcanzó una notoriedad que, aunque efímera, resultó ser tan intensa como inconfundible.
Tony Genil era el rostro amable y estrafalario de un fenómeno televisivo que rompía con cualquier lógica. A su lado convivían Leonardo Dantés, Paco Porras, Loly Álvarez y Arlequín, todos ellos ligados de un modo u otro a la figura de Tamara.
El éxito de Tony Genil
Antes de convertirse en figura del entretenimiento televisivo de los 2000, Tony Genil ya había probado las mieles del éxito musical en décadas anteriores. Desde joven mostró admiración por las grandes folclóricas españolas, un interés que lo llevó a grabar en 1975 el tema España, cuánto te quiero. Esta canción, de tinte patriótico y emocional, conectó rápidamente con el público, convirtiéndose en uno de los himnos más escuchados del año. Su popularidad fue tal que, en 1982, aprovechando el impulso mediático del Mundial de Fútbol celebrado en España, decidió volver a grabarla. Aquellos años marcaron una primera etapa de notoriedad, más ligada al mundo de la canción tradicional que al tipo de fama que alcanzaría después.
No obstante, su auténtico salto a la fama ocurrió cuando la figura de Tamara comenzó a copar minutos y minutos de televisión. La cantante, junto a su madre y mánager, generaba un fenómeno mediático que dio lugar a uno de los movimientos más estrambóticos de la pequeña pantalla. A su alrededor surgieron conflictos, amistades, traiciones y hasta denuncias por plagio. Tony Genil se integró en esa narrativa a través de sus vínculos con Leonardo Dantés y, posteriormente, por su enfrentamiento directo con la propia Tamara, a la que acusó de haberle robado la canción No cambié. Este conflicto le otorgó un protagonismo inesperado y lo consolidó como uno de los personajes más reclamados en programas de late night, especialmente en Crónicas Marcianas.
El declive del artista
Una vez el fenómeno del tamarismo comenzó a diluirse, muchos de sus integrantes desaparecieron progresivamente del foco mediático. Sin embargo, Tony Genil supo reinventarse en un momento en el que la televisión comenzaba a virar hacia un nuevo formato: los realities. En 2011, a sus 63 años, sorprendió al público al participar en Supervivientes, uno de los formatos más duros de Telecinco, en el que los concursantes deben sobrevivir en condiciones extremas. A pesar de su edad, Genil demostró que aún tenía energía para enfrentarse al reto, lanzándose desde el helicóptero en Honduras y conviviendo con personajes tan conocidos como Raquel Bollo, Leticia Sabater, Álvaro Muñoz Escassi, Antonio David Flores o Bárbara Rey.
Su paso por el programa no fue largo, ya que se convirtió en el décimo expulsado de la edición, pero sí dejó momentos memorables. Su amiga Loly Álvarez, que había sido también parte del núcleo duro del tamarismo, ejerció como su defensora en plató y, además, protagonizó una visita sorpresa como «fantasma del pasado».
Recibe una ayuda del Gobierno
En 2016, sufrió un infarto ocular, un problema de salud que lo obligó a alejarse de la actividad pública. A partir de ese momento, su situación económica empezó a generar preocupación. Fue el colaborador Kiko Hernández quien, en el programa Sálvame, reveló que Tony vivía gracias a una pensión de 400 euros del Estado y a una ayuda complementaria de 600 euros gestionada por la entidad AISGE, que vela por los derechos de artistas e intérpretes. Esta segunda ayuda, según se supo, había sido tramitada gracias a la intervención de Pilar Bardem, defensora de muchos actores en situaciones de vulnerabilidad.
Aquella información causó conmoción entre quienes recordaban a Tony como uno de los personajes más televisivos de los 2000. Algunos medios llegaron incluso a confundirlo con Paco Porras, insinuando que se encontraba en situación de indigencia. Sin embargo, Genil reaccionó con rapidez y contundencia para desmentir tales rumores. Aclaró que estaba bien, que vivía en Castellón junto a su familia, y que su situación era mucho más estable de lo que se insinuaba.
En sus últimas declaraciones, Tony Genil mostró una actitud serena, lejos del frenesí que había marcado su trayectoria mediática. Aseguró que su piso estaba completamente pagado y que no tenía preocupaciones económicas graves. Aunque reconocía que ya no era invitado habitual a platós ni programas, disfrutaba de una vida relajada, con celebraciones ocasionales, visitas a estrenos de cine y cierta vida social aún activa. Se levantaba tarde, especialmente tras noches de fiesta y asistía a eventos cuando le apetecía. Consciente de que el foco ya no estaba sobre él, aceptaba con naturalidad que era momento de dejar paso a nuevas generaciones.