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‘Superestar’: regresa el ‘tamarismo’ con una de las series más importantes del año

Producida por los Javis y creada por Nacho Vigalondo

Narra la vida de la cantante Yurena, quien se dio a conocer como Tamara

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Cartel de la serie 'Superestar'.
Cartel de la serie 'Superestar'.

Crítica de Superestar la esperada serie de Netflix sobre María del Mar Cuena Seisdedos, conocida ahora como Yurena pero que se dio a conocer como Tamara, un fenómeno que se convirtió en un auténtico icono popular del inicio de la década de los 2000 tras el lanzamiento de la canción No cambié y de su posterior álbum Superestar. La serie, creada y dirigida por Nacho Vigalondo y producida por Javier Ambrossi y Javier Calvo, no es un biopic al uso. Aquí se utiliza la poesía, el artificio y la charada para acercarse a la verdad de unos personajes y una época muy concretos en nuestra cultura pop. Es una reflexión sobre la fragilidad de la fama, el consumo desmedido , el ego y la identidad. No es exagerado decir que es de las mejores y más libres producciones que ha dado Netflix España y una de las series más importantes en lo que va de año.

Sinopsis y datos de producción

Con el cambio de siglo un cometa atravesó el cielo de España desmontando las leyes de la fama y el éxito, desintegrando la frontera entre lo popular y lo underground. Durante un par de años las portadas y las horas de prime time fueron conquistadas por famosos de otra dimensión. Criaturas que hasta entonces parecían condenadas a la burla y el desprecio y que acapararon nuestra atención sin adaptarse a ninguna normalidad. Un relato mágico donde caben conspiraciones esotéricas, noches eternas, ladrillos cuánticos, supervillanos multicolores y una improbabilidad hecha estrella: Tamara.

El reparto está compuesto por Ingrid Garcia-Jonsson interpretando a Tamara, Secun de la Rosa como Leonardo Dantés, Carlos Areces como Paco Porras, Julián Villagrán como Arlekín, Natalia de Molina como Loly Álvarez, Pepón Nieto como Tony Genil, Rocío Ibáñez como Margarita Seisdedos y Sofía González en el papel de Tamarita.

Esta miniserie consta de 6 episodios dirigidos por Nacho Vigalondo y Claudia Costafreda (Cardo) y ha sido escrita por Nacho Vigalondo, María Bastarós, Paco Bezerra y Claudia Costafreda. La producción corre a cargo de Suma Content y cuenta con Javier Ambrossi y Javier Calvo (Paquita Salas, La Mesías) como productores.

Un fenómeno único

El tamarismo (que así se llamó al estrellato de Tamara junto a todo su entorno) fue un fenómeno curioso, único aunque sí muy lógico en algunos aspectos. Tras la transición española y la movida ochentera, la cultura patria, sobre todo la televisiva, vivía una época de esplendor capitalista gracias a la llegada de las cadenas privadas. La competencia empezaba a ser feroz y comenzamos el nuevo siglo sin medidas morales. Todo valía por ganar.

yurena
Yurena en los primeros años de fama, cuando todavía se llamaba Tamara (Atresmedia).

De ahí que la aparición de un grupo de frikis causó tanto misterio, rechazo y aversión en el público. Los programas (con Crónicas Marcianas a la cabeza) explotaron este culebrón prefabricado sobre una mujer de aspecto caricaturesco que se tomaba demasiado en serio (de ahí que nos permitiéramos reírnos de ella) relacionada sexualmente con un señor (Paco Porras) que leía el futuro a través de frutas y verduras. Y por ahí desfilaban un representante misógino (Arlequín) que iba siempre disfrazado, una rubia que quería ser explosiva y famosa pero a la que le faltaba el rasgo diferenciador (Loly Álvarez) y un inocentón extremeño que sólo quería destacar (Leonardo Dantés). Sin olvidarnos, obviamente, de la madre de la artista, Margarita Seisdedos, esa mujer con cara de pocos amigos y abrigo marrón de mercadillo que pegaba con el bolso a todo aquel que se metiera con su adorada hija.

La madre de Yurena tuvo mucho peso en televisión
La madre de Yurena tuvo mucho peso en televisión

Fueron dos años de excesos, de escenas delirantes que hoy estarían más que censuradas. Una gran parte del público vio en este universo thrash una auténtica contracultura heredera de la transición. Tamara (cuyo disco superó durante semanas a artistas como Alejandro Sanz de la lista de ventas) y su entorno ejemplificaban el rechazo a los estereotipos canónicos de belleza y talento que se habían impuesto. Pero este fenómeno, curiosamente, fue olvidado sin retorno.

Desde que en las televisiones se cansaron de exprimir a estos personajes, sólo les vimos ocasionalmente como juguetes rotos de los que reírse. No ha habido un revival de este fenómeno hasta ahora, algo que puede echar para atrás a los espectadores más jóvenes o los que no tienen ni idea de lo que se está contando en Superestar.

Un cuento mágico

Superestar no es lo que uno puede esperar. Lleva los guiños oníricos que salpicaban Veneno, por ejemplo, hasta el límite y lo hace con una libertad creativa muy escasa en la era del algoritmo.

Pantallazo de 'Superestar'.
Pantallazo de ‘Superestar’.

Cada capítulo de esta serie está dedicado a cada uno de los personajes de este universo. Cada episodio es un punto de vista dentro del rompecabezas de la historia pero, sobre todo, una pieza narrativa propia, con mensajes y tonos muy distintos. La sorpresa, el asombro y la reflexión son la esencia de Superestar.

Lo que hace Vigalondo es entregarse al exceso y a la impostura para acercarse a la verdad y al mundo interior de los personajes y lejos de reírse de ellos (como hicimos todos en su época) aquí se les ilumina, se les da color y una humanidad incuestionable.

Superestar
Rocío Ibáñez e Ingrid Garcia-Jonsson en ‘Superestar’.

Por ejemplo, en el primer episodio, el dedicado a Margarita Siesdedos, vemos a Tamara como una niña de 12 años incluso cuando no lo es. Así es como la ve su madre. El segundo es una fábula tierna y triste con Leonardo Danteé como antihéroe, el tercero roza el thriller con guiños al terror psicológico (con esa Loly queriendo imitar en cuerpo y alma a su competidora), el cierto es una locura sadomasoquista digna de Paco Porras, el quinto es una reflexión sobre lo perdido y lo mucho que nos encadena el pasado, mientras que el sexto y último es el canto a María del Mar Cuena Seisdedos, la mujer tras el personaje (si es que no son lo mismo). Y es este desenlace (una de las grandes invenciones de la televisión moderna en España) donde todo el exceso y el artificio explotan. Una hora final que se convierte en un cuento de fantasía en el que la impostura llega hasta las últimas consecuencias. Un canto a la mentira como única forma de llegar a la verdad. Una auténtica obra de arte.

Puede que a veces las metáforas poéticas sean un tanto obvias e infantiles (ese hostal de los sueños del que cada personaje recibe algo distinto, por ejemplo) pero hay que reivindicar una obra tan madura y sabia como es Superestar. Aquí se toman muy en serio el humor y se juega con maestría con el lirismo y los cambios de tono. Aquí el surrealismo se utiliza como espejo de una realidad que llegó a ser más irreal que la ficción.

Superestar
Natalia de Molina en ‘Superestar’.

Actores en estado de gracia

Y qué decir de las interpretaciones. Es tan difícil hacer lo que hacen todos los actores sin caer en la caricatura. Lo de Ingrid Garcia-Jonsson es increíble (transmitir tanto con un personaje tan robótico y contenido es un milagro) pero el resto no se queda atrás. La tragedia que transmiten Natalia de Molina o Secun de la Rosa con personajes tan extremos es para darles todos los premios del mundo. Pero, de todos, me quedo con Rocío Ibáñez, una actriz inconmensurable que hace de su Margarita Seisdedos uno de los personajes más icónicos de la ficción española reciente.

Si hay que ponerle peros a Superestar es que su estructura críptica y encapsulada no deja disfrutar de la historia en su conjunto, sobre todo para aquellos espectadores que  no sepan nada de los personajes.

«Es un disparate pero no me siento agredida» ha dicho Yurena sobre Superestar. Cuánta genialidad hay en estas palabras y cuánto definen tanto al personaje como a su serie.

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