La pérdida de olfato se asocia con la depresión en mayores
Científicos japoneses consiguen frenar en estadios avanzados el Alzhéimer con una vacuna
Ya se había relacionado con alzhéimer y otros tipos de demencia
Aumenta la evidencia sobre el sentido del olfato como indicio del estado de salud
Fact checked
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La hiposmia o dificultad para detectar olores se ha relacionado hace
tiempo con enfermedades propias de la edad avanzada, como el alzhéimer.
Ahora un nuevo estudio indica que, en personas de edad avanzada, este
síntoma está relacionado con un riesgo aumentado de padecer depresión.
En un estudio en el que se ha observado a más de 2.000 personas mayores
durante un periodo de ocho años, expertos de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, Estados Unidos) indican haber encontrado “evidencias significativas” de una relación entre la hiposmia y el riesgo de desarrollar depresión.
Los resultados de su trabajo se han publicado en la revista científica Journal of Gerontology: Medical Sciences. No demuestran que la pérdida de olfato provoque depresión, pero sí sugieren que puede ser una señal de alerta, un indicio del estado de salud general y el bienestar de las personas mayores.
Vidya Kamath, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento en esa universidad y autora principal del estudio, explica: “Hemos visto en repetidas ocasiones que la pérdida del olfato puede ser un signo precoz de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y el párkinson, además de un indicio sobre el riesgo de mortalidad. Este trabajo muestra su asociación con los síntomas de depresión”.
Además, el equipo de investigación ha indagado sobre los factores que podrían influir en la relación entre el olfato y la depresión, incluyendo los problemas cognitivos y los procesos inflamatorios, ha añadido la experta.
Un total de 2.125 sujetos inscritos en el estudio sobre Salud, Envejecimiento y Composición Corporal (Health ABC) fueron analizados. Entre ellos había personas sanas entre los 70 y los 73 años de edad al comienzo del análisis. No tenían dificultades para caminar un cuarto de milla, subir diez escalones o realizar actividades normales. Fueron evaluados uno a uno mediante encuestas telefónicas cada seis meses. Entre las preguntas había varias sobre su capacidad para detectar ciertos olores, síntomas de depresión y movilidad.
Cuando se tomó la primera medida del olfato, el 48% de los participante declararon usarlo con normalidad, un 28% mostró hiposmia, y un 24% padecía anosmia (ausencia total de olfato).
Los participantes con mejor olfato tendían a ser más jóvenes. En el periodo de seguimiento, el 25% de los sujetos desarrollaron síntomas significativos de depresión. Al realizar un análisis exhaustivo, los investigadores descubrieron que los individuos con sentido del olfato limitado, todo e parte, tenían un riesgo mayor de desarrollar depresión.
Además, los científicos identificaron tres ‘trayectorias’ en los síntomas de depresión: estables y leves, estables y moderados y estables severos. Cuanto peor era el sentido del olfato, mayor era la probabilidad de que los síntomas fueran severos. Dicho de otro modo: cuanto más sentido del olfato perdían, mayor era la gravedad de la depresión.
Kamath razona: “Perder el sentido del olfato influye en muchos aspectos de nuestra salud y conducta, como la detección de alimentos estropeados o gases dañinos, así como el disfrute de la comida. Ahora podemos ver que es un importante indicador de fragilidad, una señal de algo en tu salud se está deteriorando”.
Lazos entre nariz, cerebro y depresión
El olfato es una manera clave de relacionarnos con nuestro entorno, y este estudio demuestra que puede ser un signo de alerta de la depresión en etapas avanzadas de la vida.
Es uno de los sentidos “químicos”. Mediante las neuronas olfatorias de la nariz, que tienen receptores de olor, capta moléculas emitidas por sustancias de nuestro entorno, generando señales que el cerebro descifra.
Cuanto mayor es la concentración de moléculas, más fuerte es la señal olfativa. El cerebro procesa esta información en el bulbo olfativo, que interactúa con la amígdala, el hipocampo y otras estructuras cerebrales que regulan la memoria, la adopción de decisiones y las respuestas emocionales. Estos investigadores indican que el estudio sugiere que el olfato y la depresión pueden estar relacionados tanto biológicamente (por niveles alterados de serotonina o cambios en el volumen del cerebro) como desde el punto de vista de la conducta (reducción de las funciones sociales y el apetito).
Ahora, la idea es seguir investigando esos mecanismos y también si sería posible emplear el olfato en estrategias terapéuticas para aliviar la depresión en personas de edad avanzada.