¿Influye la desigualdad social en la calidad de la dieta de los menores y adolescentes?
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Mantener una dieta equilibrada a lo largo de la vida es fundamental para prevenir diversas formas de malnutrición y enfermedades crónicas. Sin embargo, los cambios en los hábitos alimentarios, impulsados por la urbanización y la disponibilidad de alimentos procesados, han llevado a un aumento en el consumo de alimentos ricos en grasas, azúcares y sal, mientras que la ingesta de frutas, verduras y fibra se ha reducido. La composición de una dieta saludable varía según factores como la edad, el sexo, el nivel de actividad física y el contexto cultural.
La Fundación MAPFRE y el Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo han presentado las conclusiones del informe ‘Vulnerabilidad social como predictor de hambre oculta y adecuación nutricional en población infanto-juvenil en áreas metropolitanas de España’ para mostrar qué tipo de hábitos de alimentación tienen los menores y adolescentes con pocos recursos y si la desigualdad social en su calidad de dieta.
Este proyecto surge con el fin de valorar el impacto económico que supondría el hecho de llevar una alimentación saludable, accesible y asequible, basada en los patrones de la Dieta Mediterránea (DM) a la población infanto-junvenil más vulnerable. Para la investigación, se ha realizado un estudio pormenorizado a 175 menores en situación de vulnerabilidad social de Madrid, Andalucía, Galicia y Melilla y se ha tenido en cuenta variables basadas en la subcategorización por sexo y grupo de edad, así como indicadores socioeconómicos relevantes como: Salario Mínimo, Ingreso Mínimo Vital, Índice de Pobreza, o el emergente Presupuesto de Referencia para unas Condiciones de Vida Dignas.
Irse a dormir con hambre
Las dietas para los menores tendrían que suplir las recomendaciones nutricionales de población infanto-juvenil, respetando en la medida de lo posible las tendencias de consumo actuales. En esta investigación se constata que la dieta mediterránea en este grupo poblacional con vulnerabilidad ha sido sustituida por productos ultraprocesados y sólo el 15% del total de los encuestados presenta una adherencia alta a esta dieta. Esto se traduce en un déficit de minerales y vitaminas que son esenciales en la etapa de crecimiento y que no cumplen con las recomendaciones diarias de consumo de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC).
Además, los resultados demuestran que aproximadamente 1 de cada 4 menores en situación vulnerable, se ha ido alguna vez a dormir con hambre por falta de comida, en concreto el 27%. Otras conclusiones del informe son que 3 de cada 10 niños y adolescentes encuestados presentan inseguridad alimentaria severa, en concreto el el 29%; y que el 75% de ellos sufre algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, encuentra dificultades para acceder a alimentos nutricionalmente adecuados para su crecimiento, salud y bienestar.
Otros datos relevantes del estudio revelan que más de la mitad (54%) de estos niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad y con inseguridad alimentaria ha estado preocupado por la falta de algunos alimentos en su hogar en el último mes y el 47% afirma que, tanto ellos mismos como alguno de los miembros del hogar tuvieron que comer alimentos que realmente no querían, por falta de recursos. Incluso, el 23% ha indicado que tuvo que hacer menos comidas en un día porque no había suficiente comida, y el 11% ha asegurado que pasó un día y una noche enteros sin comer nada porque no había suficiente comida en su casa.
El informe también concluye que una vez adquiridos estos hábitos alimentarios, aprendidos y mantenidos durante la infancia y la adolescencia, son difíciles de cambiar en la edad adulta. A este respecto, Gregorio Varela Moreiras, director del Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo, explica: «La inseguridad alimentaria abarca no sólo la falta de recursos económicos para obtener alimentos nutricionalmente adecuados, sino también la incapacidad de acceder a los mismos por no saber cuáles son aquellos con mayor calidad nutricional. La prevalencia de la seguridad alimentaria de los voluntarios participantes evidencia que más de la mitad de la población del estudio se encuentra en algún tipo de riesgo de inseguridad alimentaria».
«La calidad de la dieta de los niños y adolescentes que han participado necesita cambios urgentes, debido a que se constata el consumo frecuente de alimentos de baja o moderada calidad nutricional, desplazando así el consumo de verduras y hortalizas, frutas, pescado y productos del mar, entre otros, cuya calidad nutricional es alta, siendo esenciales para nuestro organismo», concluye Varela.